Discernimiento, derechos y disenso

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Los tristes sucesos ocurridos en Matanzas tienen en vilo a toda la Isla, a los cubanos de fuera y a parte de la comunidad internacional que mira con ansias de que termine ya esta especie de Chernóbil cubano. El incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas ha venido a sumarse a una lista de desgracias en el país durante los últimos tiempos. Ello agrava la crítica situación interna, el descontento social y la desesperanza.

Las imágenes son devastadoras. Las historias de jóvenes del servicio militar, que es obligatorio en Cuba, hacen brotar las lágrimas a cada padre y familiar que ve en ellos a cualquiera de los suyos, indefensos ante las llamas y la muerte. El miedo acecha, pero sobre todo el miedo al mañana, a la evolución, a las consecuencias. Tanto se ha perdido en Cuba en las últimas décadas que la persona del cubano ha limitado, entre tantos valores y virtudes, tres capacidades fundamentales para el crecimiento humano: discernir, reclamar derechos y disentir. El siniestro matancero nos hace reflexionar.

Discernir es la habilidad de saber diferenciar una cosa de otra, o entre un conjunto de ellas. Una de las estrategias de los totalitarismos es anular esa capacidad para que, en medio del control de todo, la persona asuma como establecidos determinados dogmas que han sido creados desde la élite de poder, o venidos de arriba en una cadena de mando único, con estricto cumplimiento de la orden al calco del régimen militar. La ausencia de un discernimiento provoca que podamos llamar al mal bien y al bien mal; es decir, que confundamos asuntos que podrían parecer elementales pero que, a la larga, se invierten, se enredan, se mezclan sin una correcta separación. En el caso de Matanzas, ahora, parece que es muy difícil discernir entre tantas cuestiones para analizar que, lo más importante es la vida humana, la integridad de todas esas personas que están allí en primera línea. En esa mixtura de cosas vienen también como ingredientes el falso triunfalismo, las loas políticas y la cobertura mediática para hablar más en términos militares que de de humanidad. Aquello de que todo se ha politizado lo escuchamos con frecuencia venido del lado que sataniza, precisamente, a todo el que ejerciciendo su capacidad de discernir, entiende que en nuestro país todo constituye una cuestión política: desde una opinión con disenso hasta ofrecer una ayuda en casos de catástrofes como la actual.

Para discernir, el ciudadano solo tendrá que percibir la realidad, acumular toda la información posible sobre el tema, venida de diversas fuentes y sin sesgos, y reflexionar con cabeza propia, sin responder a condicionamientos de ninguna índole. Luego corresponderá la toma de la decisión, que en este caso es formularse un juicio propio que le permita actuar en consecuencia y defenderlo sin dobleces.

El acto de reclamar los derechos debería ser tan intrínseco a la persona humana como su dignidad. Precisamente una de las estrategias de los totalitarismos es convertir en delitos todas aquellas manifestaciones pacíficas y formas de evidenciar el descontento social. Estos supuestos “delitos” son altamente castigados por la ley que responde a las minorías en el poder, y sirven de escarmiento para acallar a la masa que sufre, pero que por instinto de conservación silencia su voz y se daña hacia lo interno. Hay un derecho que, como en Cuba tantos de ellos son violados, a veces no es de los más reclamados, y es el derecho a la información verídica. En el caso de Matanzas, ahora, poco se sabe de la historia del siniestro que, obviamente, responde a una falla en el sistema de seguridad. ¿Cuáles fueron las verdaderas causas? ¿Sobre quién recae directamente la responsabilidad? ¿Cuáles son los protocolos de seguridad que permiten un manejo adecuado? ¿El país cuenta con los recursos necesarios para la contención del problema? ¿La ayuda internacional es bien recibida venga de dónde venga?

Para reclamar los derechos, el ciudadano deberá primero conocer cuáles son sus derechos y entender que estos no son otorgados por papá Estado sino son inherentes a la condición humana. La información es poder. Por ello es uno de los primeros flancos que cubre y censura el poder para evitar cualquier indicio de emancipación.

Disentir es no ajustarse, no estar de acuerdo con el parecer de alguien. Es, como seguramente valoramos algunos, una riqueza de la condición humana, la riqueza de la diversidad. En la medida que tenemos varias opciones para escoger, para inclinarnos por alguna de ellas, es más evidente el grado de libertad humana. En el caso de Matanzas, ahora, también se puede disentir, con respeto, pacíficamente, a través de los análisis y preguntas que desde la ciudadanía surgen y deben ser respondidas. De esta forma también se ejercen algunas de las libertades fundamentales como la libertad de expresión. Por ejemplo, algunos cubanos, en su mayoría los que residen en las zonas afectadas, cuestionan las decisiones tomadas porque no se ha declarado la zona de desastre, o no se han especificado o realizado estudios que determinen los niveles de contaminación del aire, o la medida de evacuación ha sido tardía o no practicada. Disentir por gusto al disenso no tiene sentido, pero disentir con argumentos basados en la realidad constituye también un derecho humano.

Para disentir, con argumentos verdaderos, solo debemos recordar que la libertad de pensamiento y de expresión están incluidas en una libertad mayor que debe ser el clima de las sociedades democráticas. El debate público se nutre de la diversidad de criterios, del discrepar y ponerse de acuerdo, del pluralismo y la diversidad. Quien disiente no puede ser visto como enemigo, sino como alguien que piensa con cabeza propia y aporta este valor de pensamiento personal a la sociedad que necesita consensos basados no solo en las decisiones de arriba, sino desde el derecho de las minorías.

La crisis que ha generado el siniestro de Matanzas, sus efectos para la situación futura del país y, sobre todo, la pérdida y afectaciones a la vida humana han demostrado, una vez más, que los cubanos necesitan ejercer sus derechos libremente. La opinión ciudadana cuenta. El peso de la Isla recae sobre sus habitantes que ven, horrorizados, como en una espiral de llamas, humo y muerte, se va la vida primero y con ella los sueños y las esperanzas de un futuro mejor aquí y ahora.

 

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.
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