Martes de Dimas
Las asociaciones sindicales –uno de los elementos que integran la sociedad civil– se crean con el fin de representar y defender los intereses de sus afiliados. La Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) se fundó el 7 de agosto de 1925. Hoy, 97 años después de ese acontecimiento, en nuestro país no hay sindicatos.
Para comprender la magnitud del retroceso sufrido en Cuba intentaré, en apretada síntesis, recorrer la historia del sindicalismo cubano.
Resultado de la sustitución del trabajo esclavo por el asalariado, emergió el sindicalismo en la segunda mitad del siglo XIX. Sus primeras manifestaciones tuvieron lugar a partir de 1865 en las huelgas de la industria del tabaco y la fundación de los primeros periódicos obreros. En 1887 se celebró el primer congreso obrero y a partir de 1888, con la Ley General de Asociaciones, se extendió a todo el país. En 1899 se fundó la Liga General de Trabajadores Cubanos y se convocaron huelgas en reclamo de la disminución de la jornada laboral y los aumentos salariales; luchas que se fortalecieron a partir de 1902 con la entrada en vigor de la Constitución de 1901, cuyos frutos se recogieron en la primera década del siglo XX con la aprobación de los días festivos y de duelo, la jornada de ocho horas para trabajadores del Estado, la prohibición del pago en fichas y vales, y el cierre de establecimientos comerciales y talleres a las seis de la tarde. En 1924 se crearon las Comisiones de Inteligencia Obrera de los Puertos –una valiosa experiencia para la solución de los conflictos obrero-patronales mediante el diálogo y la negociación.
La tesis marxista de la lucha de clases como motor de la historia asumió el predominio en el sindicalismo y las demandas económicas se subordinaron a la toma del poder. No por casualidad la CNOC se creó en 1925, el mismo año en que se fundó el Partido Comunista de Cuba y fue incorporada a la III Internacional Comunista en 1929.
El empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, resultado de la crisis mundial de 1929, generó una ola de paros laborales hasta desembocar en la huelga general de 1933 que derrocó al gobierno de Gerardo Machado. Resultado de esas luchas y las de los años siguientes se conquistó la jornada de 8 horas, el salario mínimo para los trabajadores azucareros, la creación de la Secretaría del Trabajo, el derecho de huelgas y la nacionalización del trabajo. Logros recogidos y ampliados en el Decreto 276 de enero de 1934 y en el Decreto 798 de abril de 1938, éste último, la más importante legislación laboral republicana, la cual quedó refrendada en los 27 artículos del Capítulo VI de la Constitución de 1940.
Paralelo a esos avances, desde 1925 la subordinación de las asociaciones sindicales a los partidos políticos y la pugna entre auténticos y comunistas por el control de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), que se había creado en enero de 1939, asestó un fuerte golpe al sindicalismo cubano. En la pugna se impusieron los auténticos con el triunfo electoral de Ramón Gran San Martín en las elecciones presidenciales de 1944. La pugna se agudizó a partir de 1953, cuando Eusebio Mujal, entonces Secretario General de la CTC, después de haber ordenado una huelga general contra el Golpe de Estado de ese año, aceptó una oferta gubernamental a cambio de conservar los derechos adquiridos por el movimiento obrero.
El golpe mortal al sindicalismo cubano se lo propinó la Revolución. El 22 de enero de 1959 la CTC fue disuelta y sustituida por la CTC-R (revolucionaria) y en el X Congreso, de noviembre de ese mismo año, David Salvador, designado Secretario General, puso en evidencia la pérdida de identidad del sindicalismo cuando expresó que los trabajadores no habían ido al Congreso a plantear demandas económicas sino a apoyar a la revolución. Ante la pregunta de un observador del Movimiento Social Cristiano presente en el evento, acerca de cuál era el proyecto de los trabajadores, David respondió: “Lo que diga el Comandante”. Luego en el XI Congreso, celebrado en noviembre de 1961, la CTC-R renunció a casi todas las conquistas históricas del movimiento obrero: los 9 días de licencia por enfermedad, el bono suplementario de navidad, la jornada semanal de 44 x 48 horas, el derecho de huelga, entre otros.
Quince años antes de esa renuncia, en 1945, la CTC con medio millón de afiliados era la segunda central sindical más grande de la región y muchas de sus demandas se convertían en leyes. Adquirieron locales propios como el edificio de Carlos III construido por el Retiro de Plantas Eléctricas y arrendado a la Compañía de Electricidad, el Habana-Hilton construido por el Retiro Gastronómico, el sindicato de Artes Gráficas que emprendió la edificación de un reparto para trabajadores y se inició la construcción del Palacio de los Trabajadores con aportes de los afiliados.
Los sindicatos, que se habían convertido en una fuerza destacada de la sociedad civil cubana, al quedar bajo control del Estado y transformado en su brazo auxiliar, dejaron de representar y defender los intereses de los trabajadores. Tres hechos son suficientes para demostrarlo:
En septiembre de 2010 la CTC-R apoyó los despidos laborales con un documento que decía: Nuestro Estado no puede ni debe continuar manteniendo empresas, entidades productivas, de servicios y presupuestadas con plantillas infladas, y pérdidas que lastran la economía, sin mencionar nada respecto a los verdaderos problemas de los trabajadores.
En el Pleno 93 del Consejo Nacional de la CTC, celebrado en mayo de 2013 y presidido por el Segundo Secretario del PCC, se designó a Ulises Guilarte de Nacimiento –entonces primer secretario del PCC en la provincia Artemisa– como presidente de la Comisión Organizadora y en consecuencia ser el próximo Secretario General de la CTC; cargo que aún desempeña.
Durante los preparativos del XX Congreso de la CTC-R, celebrado en 2014, el miembro del Buró Político y vicepresidente del Consejo de Estado, Salvador Valdés Mesa, reiteró que entre los principales retos del evento estaba definir la real participación de los trabajadores en la gestión económica; que la plataforma económica, política y social de la Revolución quedó definida en los Lineamientos aprobados en el último Congreso del Partido; y que al movimiento sindical le corresponde movilizar a los trabajadores para materializar esos acuerdos.
Es decir, los sindicatos como poleas de trasmisión de los acuerdos del partido Comunista, lo que explica el estado de desamparo actual de los trabajadores cubanos impedidos por la Constitución de crear asociaciones sindicales que los representen, en un momento en que, resultado de la crisis estructural en que el país está inmerso, los salarios y las jubilaciones son insuficientes para sobrevivir en tan precarias condiciones.
La respuesta de los trabajadores cubanos ante la inexistencia de asociaciones que los representen y defiendan, ha sido el desinterés por los resultados de la producción y de los servicios; una apatía que se manifiesta en una huelga silenciosa de brazos caídos y la apatía ante los llamados ideológicos y las consignas. Un hecho que indica la necesidad de incluir, en los cambios que obligatoriamente ocurrirán, el restablecimiento de las libertades que fueron suspendidas desde que la CTC quedó subordinada a los intereses del Partido-Estado-Gobierno.
Lleida, 7 de agosto de 2022
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).