Fruto del daño antropológico que sufre el pueblo cubano a causa del totalitarismo, se ha extendido demasiado en Cuba lo que se llama relativismo moral.
Esta falla en el discernimiento de la vida cotidiana consiste en pensar, sentir y actuar como una veleta a la que mueve cualquier viento venido desde cualquier dirección y sentido.
El relativismo moral es la forma de vivir en que no se reconocen principios éticos universales y perennes. No se tiene una escala de valores estable y orientadora de nuestras decisiones. No se articula nuestra vida mediante una columna vertebral ética que dé coherencia a nuestra existencia, que haga congruentes y lógicos nuestra forma de pensar, con nuestra forma de hablar, nuestra forma de sentir con nuestra forma de actuar.
El problema de Cuba es que durante más de seis décadas la ética ha sido sustituida por una ideología impuesta y excluyente. Y cuando una sola ideología intenta imponerse como única e irreversible, y criminaliza a todas las demás, no surge la unanimidad sincera, sino que se instituyen lo que el Padre Félix Varela llamó “máscaras políticas”. Lo que podríamos llamar “baile de disfraces”, una danza macabra y temerosa que va rotando los antifaces según convenga o perjudique, según obliguen o permitan desde arriba. Esto es el relativismo moral, uno de los tumores que degeneran a la vida en sociedad.
Son muchos los ejemplos de relativismo moral en Cuba: los cubanos que critican y se quejan de todo lo que estamos sufriendo y luego van al desfile del primero de mayo en apoyo al mismo régimen que critican.
Cuando desbarramos durante los apagones, pero somos incapaces de expresar nuestra inconformidad en una institución. O cuando los padres afirman que quieren con el alma a sus hijos, pero permiten que en la escuela le adoctrinen a sus hijos con una forma de pensar y de vivir que les roban el alma y no son capaces de ir a reclamarle a los maestros.
Otro ejemplo es la sinrazón y la incoherencia entre festejar el asalto armado a un cuartel en el que fueron asesinados cubanos de ambas partes, y criminalizar y castigar con duras penas de cárcel a una manifestación pacífica cómo la del 11J de 2021 o el 14J de 2022. Es como celebrar la muerte y reprimir la vida. Esto es, por lo menos, relativismo moral.
Esta disfunción ética no puede ser corregida con otros métodos inmorales, es necesario un programa sistemático de educación cívica, humanista, no ideologizada, que forme a las nuevas generaciones en la eticidad de los padres fundadores como Varela y Martí. Una educación ética y cívica que siembre valores en cada cubano y eduque tanto para la libertad como para la responsabilidad. Una formación moral ciudadana que anime a cultivar las virtudes, único fundamento válido y duradero para la convivencia civilizada y pacífica entre cubanos.
Es necesario, como decía José Martí: creer en el mejoramiento humano y en la virtud. En coherencia con aquel pensamiento del Padre Varela de que: “No hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad.”
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.