Miércoles de Jorge
Sin duda, para muchos cubanos es una buena noticia que el gobierno de los Estados Unidos vuelva, en cierta medida, a una política de acercamiento o deshielo. Tanto las remesas como el turismo son eslabones imprescindibles para la economía cubana, y si bien es cierto que son una fuente de ingresos importante para el gobierno cubano y para la cúpula que gobierna, existe al mismo tiempo un derrame que beneficia a millones de cubanos a lo largo y ancho de la isla. Por otro lado, las flexibilizaciones de visados para favorecer la reunificación familiar y empoderar al pujante sector privado cubano es una medida que ha de ser mirada con buenos ojos, pues beneficia –indiscutiblemente– al pueblo cubano.
Ahora bien, más allá de cuál es la estrategia correcta, y qué es lo que desean los cubanos, hay algo a lo que a menudo no se presta mucha atención, y es el hecho de que es necesario implementar políticas de largo plazo, políticas de Estado, que no sean volátiles como a menudo pasa tanto en asuntos de política interna en Cuba como también con las relaciones con los Estados Unidos.
Si bien el proceso de normalización de relaciones comenzado por Obama es perfectible y estuvo incompleto, no puede negarse que, en efecto, generó beneficios para miles de familias cubanas, principalmente por los estímulos al turismo, las flexibilidades para recibir remesas, y principalmente por el impulso que generó al naciente sector privado. No obstante, fueron políticas que duraron poco, fácilmente desmontadas, y con ellas se esfumaron los beneficios y las esperanzas que una parte del pueblo llegaban.
Más allá de ideologías y de fanatismos políticos, y dejando a un lado lo que pueda sacar el gobierno cubano de beneficio ante las diferentes coyunturas que se presentan en cuanto a las relaciones con Estados Unidos, creo que hay que mirar a la vida cotidiana del cubano de a pie, y valorar lo que quiere y lo que le hace bien antes que cualquier otra cosa.
En este sentido, es importante que se haga lo posible para que las reformas que se implementan ya sean por parte del gobierno cubano, como por parte de la administración norteamericana, sean implementadas con la vista puesta en el largo plazo. Que incorporen desde su concepción la necesidad de evitar los vaivenes que tanto bien les hacen a las visiones extremistas sobre la realidad cubana y tanto mal a las personas que viven y padecen en la Isla.
Por último, cada vez que hay un cambio de política desde Estados Unidos hacia Cuba, es un perfecto momento para recordar también que los problemas de Cuba dependen de los cubanos, que las soluciones que necesitamos también. Que no debemos poner nuestras esperanzas en la política internacional, y mucho menos culpar a otro gobierno por la mala gestión del nuestro.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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