Jueves de Yoandy
El miedo en nuestras vidas es algo normal. Es la percepción de peligro real o imaginario por el futuro, el presente, e incluso, por momentos del pasado. Constituye una de las emociones básicas del ser humano que nos permite la adaptación a las condiciones cambiantes del ambiente y, por tanto, la supervivencia, no referida netamente a la biología sino a la coexistencia pacífica y en busca del bienestar en sociedades afectadas por múltiples problemas. El miedo se basa en la experiencia y debemos pasar de verlo como un elemento negativo para dar el salto a entenderlo como una herramienta para prever y hacer análisis de riesgos en nuestro proyecto de vida. Entenderlo como un factor del crecimiento humano nos hará asumirlo como un desafío capaz de superar.
El miedo por sí mismo conduce a la cerrazón y a la parálisis. Y vivir encerrado puede tener como respuesta personal y social tres actitudes.
La primera de ellas podría ser la de soportarlo, asumir como normal algo que puede ser cambiado por nosotros mismos una vez entendido y razonado como tal. En este caso el miedo es visto como un mal necesario para mantener una idea, estatus o dominio sobre algo o alguien. Es el miedo engendrado con un fin: el de fomentar el desaliento, la desesperanza, el vacío existencial para poder establecer el dominio sobre las masas. La actitud de soportarlo pasivamente limita las libertades y frena el desarrollo y la creatividad humana. Es la mutilación del hombre incapaz de dar el salto hacia otra realidad más allá del miedo que no ha podido ser definido, entendido y superado.
La segunda actitud desarrollada ante el miedo es la de huir, apartarse de la fuente que lo produce, del entorno en que se propicia, aislarse o alienarse como respuesta sin analizar causas ni asumir o resolver consecuencias. La huida es la solución intermedia entre quienes no desean soportarlo, pero tampoco actúan en vías para cambiarlo. Es no saber cómo enfrentarlo y ver la huida como solución más probable, o como erradicación de un miedo en específico, cuando en realidad con esa decisión podrían generarse nuevos miedos. Sucede cuando asumimos que la realidad ha superado nuestras capacidades humanas, o cuando no nos detenemos a analizar, exhaustivamente, cómo poder enfrentar los miedos.
La tercera actitud, más loable pero de mayor costo para la esencia humana, es la de reaccionar ante el miedo transformando la situación. No se trata de perder el miedo automáticamente como si se tratara de un interruptor que haga el cambio. De hecho, el cambio puede ser lo que más miedo genere. Sin embargo, reconocer, identificar y catalogar el o los miedos conduciría a la realización de las preguntas correctas para poder llegar a repuestas concretas que nos ayuden a discernir si el miedo es real o infundado. En función de ello podemos establecer nuestros propios objetivos y gestionar las crisis y los fracasos. Se trata de la capacidad humana de ser resilientes, en este caso transformando los miedos en desafíos que serían a su vez podas de crecimiento, escalones superiores en las etapas de crecimiento humano espiritual.
En la realidad cubana abundan estas tres respuestas, y otras, ante el miedo. Aunque es cierto que cuando se trata de la libertad y los derechos existen múltiples herramientas que, poco a poco, están conduciendo a la pérdida del miedo a, por lo menos, dos factores imprescindibles en esta hora de Cuba: el cambio y la libertad de expresión. El límite alcanzado por la situación económica que traspasa los umbrales de la pobreza, el éxodo de los últimos tiempos, las manifestaciones del 11 de julio pasado, los movimientos sociales y culturales, y la multitudes conectadas a través de internet, han sido factores que han contribuido a la pérdida del miedo, a ese análisis de la realidad que algunos pensadores presentan y comparten: el miedo cambió de acera.
Es la pérdida del miedo porque la realidad negativa no parece tener un final si no vencemos el miedo.
Es la pérdida del miedo porque son más las cosas que perdemos si seguimos viviendo con el miedo paralítico.
Es la pérdida del miedo porque la represión y la cárcel son recursos para callar una idea que fue expresada libremente desde la paz y la propuesta, que son dos enemigos acérrimos del miedo.
Es la pérdida del miedo porque como dijera el Apóstol de nuestra Independencia, José Martí: “Quien esconde por miedo su opinión, y como un crimen la oculta en el fondo del pecho, y con su ocultación favorece a los tiranos, es tan cobarde como el que en lo recio del combate vuelve grupas y abandona la lanza al enemigo”.
Vencer el miedo es un signo fehaciente de la vida en libertad, esa que necesitamos y no conoce de límites. No seamos nosotros mismos los generadores de miedo personal y social. “Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8, 31).
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.
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