Lunes de Dagoberto
Nos acercamos a la celebración del 169º aniversario del nacimiento de José Martí, el apóstol de la independencia de Cuba, el próximo 28 de enero de 2022. Cada cubano intentará celebrarlo a su forma. Yo también quisiera honrar al padre fundador aprendiendo de él y compartiendo con ustedes una de sus enseñanzas.
Quizá la que más impactó en el proceso liberador de José Martí fue su labor en pos de una unidad que respetara la diversidad y que, es bueno también recordarlo, no alcanzó a todos los cubanos, aunque Martí quisiera una República inclusiva: siguieron existiendo grupos y líneas de pensamiento pro-España, autonomistas, reformistas, anexionistas e independentistas. Sin embargo, vale decir que nadie hizo más que el Apóstol por construir consensos y sentar los cimientos de una República unitaria, plural, inclusiva, democrática y próspera.
Al ver con frecuencia que nos desaniman las diferencias entre cubanos, nos irritan los ataques contra hermanos que anhelamos una Cuba mejor, nos desconciertan los conflictos entre diferentes liderazgos, quisiera honrar a Martí reflexionando sobre su concepción y metodología para edificar consenso y convicción, para modelar un proyecto de nación que se alimentara del otro cimiento del pensamiento cubano que es el Padre Félix Varela. He aquí las dos “Columnas de Hércules” de la nación cubana: Varela, el profeta, y Martí, el Apóstol. Todo proyecto futuro debe ser fiel a estas raíces. En ellas se recogen toda la savia y la herencia de Cuba.
Concepción y metodología martianas para construir unidad entre cubanos
En uno de los discursos fundacionales, en la celebración del 10 de octubre de 1891, Martí resumió en dos breves párrafos, la mística, entendida como fuerza interior, y la metodología para construir unidad en la diversidad entre aquellos cubanos que sentían la necesidad de la independencia.
Considero que esta cita arquetípica del discurso martiano resume su espíritu, sus métodos y su proyecto de país, válidos también para cuantos aspiramos a cooperar en la reconstrucción de nuestra nación:
“Aquí velábamos; aquí aguardábamos; aquí anticipábamos; aquí ordenábamos nuestras fuerzas; aquí nos ganábamos los corazones; aquí recogíamos y fundíamos y sublimábamos, y atraíamos para el bien de todos, el alma que se desmigajaba en el país. Con el dolor de toda la patria padecemos, y para el bien de toda la patria edificamos, y no queremos revolución de exclusiones ni de banderías, ni caeremos otra vez en el peligro del entusiasmo desordenado ni de las emulaciones criminales. Todo lo sabemos y todo lo evitaremos, Razón y corazón nos llevan juntos. Ni nos ofuscamos, ni nos acobardamos. Ni compelemos, ni excluimos. ¿Qué es la mejor libertad sino el deber de emplearla en bien de los que tienen menos libertad que nosotros? ¿Para qué es la fe, sino para enardecer a los que no la tienen?… ¡Es cierto que las primeras señales de los pueblos nacientes, no las saben discernir, ni las saben obedecer, sino las almas republicanas! Y esto hacemos aquí, y labramos aquí sin alarde un porvenir en que quepamos todos.” (Martí, J. (1891). “Discurso del 10 de octubre de 1891”. O.C. Tomo 4. Centro de Estudios Martianos. Karisma Digital. La Habana, 7 de noviembre del 2001. p. 261-262).
En apenas doce renglones, Martí usa 27 verbos. Recuerdo la bíblica profesión de fe de que: “En el principio era el Verbo…”. Pudiéramos decir que en estos 27 verbos está el génesis de la República de Cuba tal como la vislumbró Martí. En ese proceso fundacional, se distinguen estas cuatro acciones:
- Primero destaca lo que es, lo que está haciendo, lo que debemos hacer para seguir sus pasos:
- Velar, aguardar, anticipar;
- Ordenar nuestras fuerzas;
- Ganar los corazones;
- Recoger, fundir, sublimar,
- Atraer para el bien de todos, el alma que se desmigajaba en el país.
- Con el dolor de toda la patria padecer,
- Para el bien de toda la patria edificar.
- Segundo, enumera lo que no debe ser, lo que nosotros no debemos hacer para no extraviarnos en su camino:
- No queremos revolución de exclusiones ni de banderías,
- Ni caeremos otra vez en el peligro del entusiasmo desordenado
- Ni de emulaciones criminales.
- Ni nos ofuscamos,
- Ni nos acobardamos.
- Ni compelemos,
- Ni excluimos.
- Tercero, resalta la unión de las facultades y virtudes humanas en este empeño:
– Todo lo sabemos (facultad cognoscitiva)
– Todo lo evitaremos (facultad volitiva)
– Razón y corazón nos llevan juntos (facultad emocional)
– ¿Qué es la mejor libertad sino el deber de emplearla en bien de los que tienen menos libertad que nosotros?
– ¿Para qué es la fe, sino para enardecer a los que no la tienen?
- Cuarto, finalmente aclara que no todos lo verán claro desde el principio y que este proyecto se hará “sin alarde”, humildemente. Termina definiendo la República abierta e inclusiva por la que estaba haciendo todo lo anterior:
– ¡Es cierto que las primeras señales de los pueblos nacientes, no las saben discernir, ni las saben obedecer, sino las almas republicanas!
– Y esto hacemos aquí, y labramos aquí sin alarde un porvenir en que quepamos todos.
Un homenaje que se convierte en reto
Una vez analizado el proyecto y el método unitario, plural e inclusivo de José Martí, nuestro homenaje se debe convertir en reto y programa. Antes de terminar esta columna regresemos a los siete verbos del punto primero y preguntémonos: Sea cual fuere nuestra contribución a la libertad de Cuba, ¿lo estamos haciendo anticipando, ordenando, fundiendo, sublimando, edificando, reconstruyendo el alma desmigajada de los cubanos?
Revisemos nuestras actitudes y hagamos consciente lo que debemos evitar a toda costa: la exclusión, los bandos o sectarismos, el entusiasmo desordenado, las emulaciones criminales, la ofuscación y la cobardía.
¿Ponemos todas nuestras facultades y virtudes al servicio de la causa cubana? ¿Equilibramos la razón, el corazón, la voluntad? ¿Ponemos nuestra libertad y nuestra fe al servicio de los que no las tienen?
¿Somos de los ciegos que no quieren ver las primeras luces del amanecer o somos de las almas republicanas que otean el horizonte, interpretan los signos de los tiempos y ven primero el alba de la libertad?
¿Obedecemos a ese discernimiento profético o nos dejamos contagiar con el pesimismo, por el desaliento y por el desarraigo? ¿Somos de los que al no ver claro optan por escapar?
En fin, ¿somos de los que alardean o somos de los que construimos, sin alarde, pero con perseverancia y esperanza, creyendo en la fuerza de lo pequeño y en la eficacia de la semilla que vamos sembrando sin ruidos y sin descanso?
Cuba debe ser una república en la que quepamos todos. En lugar de huir, tumbemos muros, ensanchemos la convivencia del país, agrandemos el alma de la nación, para que cada cubano quepa aquí y no tenga que escapar de su propia tierra. Cuba se desangra. Cambiemos ya. Este sería el mejor y más auténtico homenaje a José Martí.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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