2022: DESAFÍOS, MITOS Y ESPERANZAS

Lunes de Dagoberto

Al comenzar un nuevo año, muchos aprovechan la oportunidad para hacer balance del anterior y para señalar algunos desafíos, mitos inculcados y verdaderas esperanzas que suscita este nuevo ciclo de vida. En efecto, la existencia humana es limitada y vivirla no debe ser azar, ni inercia, ni falsas idolatrías, sino una vida consciente, libre y responsable. Estoy convencido de que esta vida es posible si cada uno comienza a cambiar y a trabajar por el cambio en Cuba de las más diversas formas.

Apretada síntesis del 2021

El 2021 ha sido, sin lugar a duda, un año repleto de acontecimientos que han marcado y cambiado la historia de Cuba. Una acumulación de condiciones y deficiencias, de desgaste social producto de la crisis económica, política y antropológica, han provocado la esperada y temida explosión social el 11 de julio de 2021. Una serie de fechas y movimientos jalonan el camino antes y después del 11J.

Antes del 11J, a saber: el movimiento San Isidro, el 27 de noviembre de 2020 frente al Ministerio de Cultura, el 28 de enero de 2021 también frente al mismo ministerio… entre otros. Después del 11J, una oleada de detenciones masivas, una muerte provocada y reconocida, el surgimiento del movimiento Archipiélago y los acontecimientos alrededor del 14 y 15 de noviembre (15N) dentro de Cuba.

Estas realidades documentadas, comprobables e irrefutables, han cambiado la percepción y evaluación política, ética y cívica sobre la situación en Cuba. Algunos signos de este cambio son:

  1. La Iglesia Católica, alzó su voz de una forma inédita, por haberlo hecho reiteradamente en una semana y a través de representantes de todas sus vocaciones: laicos, religiosas, religiosos, sacerdotes y todos los obispos, evaluaron de grave la situación y se expresaron de diferentes formas especialmente durante la semana del 7 al 14 de noviembre de 2021.
  2. Un estado de opinión general de la mayoría del pueblo cubano es desfavorable y muy crítico, directamente enfocado en la responsabilidad de los mandatarios, puede ser percibido y comprobado en cualquier ambiente; ese estado de opinión lamenta la vida cotidiana de los cubanos calificándola como insoportable, injusta y abusiva.
  3. Cubanos y personas de otras nacionalidades en más de 100 ciudades alrededor del mundo, se manifestaron pacíficamente en solidaridad con las víctimas de la violencia, especialmente por la liberación de todos los presos políticos en Cuba.
  4. El Parlamento de la Unión Europea se pronunció, diáfanamente, aprobando tres duras resoluciones, en solo seis meses (10 de junio, 16 de septiembre y 16 de diciembre de 2021) denunciando la represión, los presos políticos, la muerte y las largas condenas a las que están siendo sometidos algunos de los manifestantes pacíficos del 11J y el 15N.
  5. La pausa en la revisión de la política de Estados Unidos con Cuba que fue prometida electoralmente ha sido detenida por el empeoramiento de la situación interna en la Isla, especialmente por los centenares de personas que fueron detenidas y están en proceso solo por manifestarse pacíficamente. La injustas y desproporcionadas condenas que se han comenzado a imponer en este tiempo de Navidad agravan todavía más la evaluación.   

Desafíos, mitos y esperanzas en 2022

El estado de la situación en la Isla y en sus relaciones internacionales, resumido aquí en sus jalones principales, constituyen al mismo tiempo enormes desafíos y esperanzas para Cuba en este año que comienza. En efecto, si profundizamos en sus causas y consecuencias, podemos afirmar, sin dudas, que estos retos son, por su misma naturaleza y calado, señales de esperanza cierta en la larga noche de los últimos 63 años. Nunca es tan oscura la noche que justo antes del amanecer. Toda crisis estructural lleva al cambio o al caos. Quiera Dios que los cubanos escojamos el cambio, real, estructural, sistémico, pacífico e incluyente.

Sin embargo, esa esperanza muchas veces es ejecutada, conscientemente o no, por uno de los síntomas del daño antropológico causado por el adoctrinamiento de generación en generación. Vivo en Cuba y trato de escuchar la diversidad de opiniones que con frecuencia traslucen que nos han inoculado durante décadas: un pesimismo existencial, un descreimiento en las potencialidades y capacidad de reacción del pueblo cubano, esto junto con una especie de creencia adoctrinada en que “esto” es eterno. De que “ellos” lo pueden todo y lo saben todo. Esta especie de “fe” en unos hombres iguales a todos los demás, este mito de que el poder es eterno, esta falsa “religión” nacida de la superstición y la impiedad, como nos enseñó el Padre Varela, es la principal “fuerza” inmaterial que sostiene hoy la caducada estructura de este sistema ineficiente e inoperante.

Por tanto, es de suprema importancia que, en lugar de desanimarnos mutuamente, en lugar de desacreditarnos entre nosotros, en lugar de reaccionar ante toda alternativa de esperanza con un “eso no hay quien lo cambie”, o “muy bonito, pero ellos tienen el poder y no lo van a soltar”… en lugar de esta “fe” introyectada en el alma de los cubanos por la construcción de un mito ya caduco y desacreditado en cualquier lugar del mundo, los cubanos debemos desmantelar el mito de un paraíso inexistente en esta tierra, los cubanos debemos desmitificar cualquier sistema político y cualquier poder en este mundo. Estos no son dioses, ni su poder es eterno, ni sus estructuras son inamovibles.

El día que, entre todos, dediquemos nuestros esfuerzos, pocos o muchos, pequeños o grandes, a desmantelar el mito de estos falsos dioses, ese día habremos liberado al alma de la nación cubana del más grande de sus yugos: el de los falsos dioses, el de la falsa religión secular. Incluso lamento, y no comprendo, por qué cubanos en la Isla y en la Diáspora, que profesamos nuestra fe en Dios y en Jesucristo, el único Mesías, caemos, casi sin darnos cuenta, en esta vieja idolatría del poder. Los creyentes cubanos tenemos un enorme potencial de cambio en nuestras almas y en nuestras voces y manos: es el poder espiritual. Es la posibilidad de cambiar la idolatría del poder. Es creer en un solo Dios que trasciende todo poder terrenal.

Cuando un creyente expresa su opinión política, sea en privado, en los medios o en las calles, cumple con un deber cívico que emana de su fe. Pero cuando un creyente proclama con su vida y con su voz que cree en un solo Dios, en un solo Todopoderoso, en el Único que lo puede todo y lo sabe todo, ese creyente cubano no solo cumple un deber cívico, sino que cumple su principal deber religioso: Creer en un solo Dios y no poner su fe ni su confianza en ningún ídolo o falsa religión secular.

Digámoslo claramente: cuando se intenta por la fuerza de un sistema o una ideología, sacar a Dios de una sociedad, ese “lugar” insustituible va siendo ocupado paulatina, y a veces inconscientemente, por otros “dioses”: la ideología, el poder, el tener, el sexo, el juego, la corrupción, las mafias, el acostumbrarnos a la calamidad, es decir, matar a un Dios trascendente, secar las fuentes de la verdadera espiritualidad, dañar el alma de la nación, es canonizar lo que Hannah Arendt llamó con razón “la banalidad del mal”. Cuando logremos desmontar la falsa “creencia” en la “eternidad”, la “omnipotencia”, la “omnisciencia” y la “inmutabilidad” de todo sistema político, económico y social, estaremos aportando a Cuba el mayor de los regalos espirituales y culturales, el mayor aporte a la libertad, la democracia y la prosperidad de la nación.

Algo práctico y cotidiano que pudiera concretar esta desmitificación de los falsos dioses es que, de nuestra boca, y de nuestro pensamiento, ya no salga nunca más atribuirles el “esto va a durar para siempre”, el “ellos lo pueden todo” o “ellos lo saben todo”, o el muy socorrido: “Usted sabe que ellos no van a soltar, no van a ceder, no van a cambiar” … Cada vez que un creyente, o un disidente, o un simple ciudadano sin compromiso cívico o religioso, pronuncia esta profesión de fe en un sistema o desinfla la esperanza de otros proclamando el “dogma” de estos dioses mundanos, o de una ideología convertida en religión terrenal… no solo está cayendo en los tres máximos males de la sociedad cubana que denunció Félix Varela hace casi dos siglos en sus “Cartas a Elpidio contra la impiedad, la superstición y el fanatismo”, sino que, quizá sin saberlo, está apuntalando un mito que ya se derrumbó.

Nada es eterno en este mundo. Solo Dios. Ningún sistema durará para siempre. Ninguna estructura económica, política o social es irreformable, ni es “dogma de fe”. Propongámonos para este año 2022 que comienza: trabajar, cada cual con lo que pueda, en esta labor espiritual. Labor espiritual que no depende de que profesemos una religión u otra, solo depende de que comprendamos la naturaleza y esencia del ser humano: su corporalidad, su espiritualidad, sus limitaciones, caídas y tendencias terrenales, sus dimensiones trascendentes, para comprender y desmantelar toda falsa religión terrenal.

Los que creemos podemos unir nuestros esfuerzos con agnósticos y ateos que comparten con nosotros las verdades antropológicas y la esencia de este mundo en que todo pasa y todo llega, y lo nuestro es dejar una simple huella que dignifique la esencia de la condición humana y que ayude a invertir la estructura del mundo y la sociedad, bajando de los altares a los falsos ídolos y mesías; reconociendo la caducidad de todo sistema o estructura humana y colocando en lo más alto de la sociedad y el Estado cubano, no una ideología convertida en religión, ni un sistema convertido en dogma irrevocable, sino que edifiquemos la nueva República sobre el principal fundamento del humanismo que pensó, vivió y predicó José Martí, poniendo en el centro de la sociedad, como su sujeto y como fin: “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.

Los felicito por el año nuevo con esta reflexión que pudiera resumirse en: solo desmontando los mitos y falsas creencias sobre las ideologías, la política y el Estado, podremos asumir los desafíos de este año y los venideros. La decadencia de los mitos mata la esperanza. No sirvamos de profetas del pesimismo. Eso no ayuda a la libertad y la prosperidad de Cuba. Solo dejando de creer en falsos dioses y dogmas podremos tener y alimentar, dentro de nosotros, la verdadera e inconmovible esperanza.

Doy fe.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.


Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.

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