Lunes de Dagoberto
Cuba vive hoy con todas las cartas sobre la mesa. La prohibición de una marcha cívica y pacífica ha cerrado otra vez el camino a los derechos. La invocación del artículo 4 de la Constitución de la República de 2019 para abolir o restringir un derecho ha dejado claro que la Carta Magna no es un Pacto Social que incluya a todos los cubanos: es excluyente, partidista y no democrática. El miedo y la amenaza se suman a la organización de brigadas de “respuesta rápida” que son piquetes de civiles para reprimir a sus hermanos civiles. La imposición constitucional de una sola ideología convertida en “religión secular”, dogmática e irrevocable, amordaza y reprime todos los derechos y libertades. Los medios de comunicación incrementan susdiscursos de exclusión, difamación y odio entre cubanos. Así no se puede “poner el corazón”. Así solo se incita a enfrentar unos corazones contra otros corazones cubanos.
La dignidad plena: primer fundamento martiano
Ante esta situación límite, y escuchando muchas de lasopiniones, a favor o en contra, pero sobre todo tratando de, como siempre digo, ir hasta la raíz del problema planteado,me gustaría compartir con ustedes una cuestión de fondo: la prioridad del derecho antes que la ley. Lo que no significa, para nada, negar la necesidad de las leyes justas ni tampoco un remedo de anarquía. Todo lo contrario, lo que yo más desearía para Cuba es que nunca una ley niegue un derecho.El derecho que emana de la ley natural, de la dignidad del ser humano, está siempre primero que cualquier ley o norma positiva, sea cual sea su rango.
La condición humana de cada persona que viene a este mundo la dota de su principal atributo: “la dignidad plena del hombre” para la que el Apóstol José Martí pidió que fuera la “ley primera de la República”. No por repetido, este principio del humanismo martiano es y debe ser la piedra angular, el fundamento y la raíz de toda la legislación y las estructuras de la República de Cuba. La dignidad plena e irrevocable de cada persona humana es inherente e inseparable de su naturaleza y desarrollo pleno. Nadie otorga esa dignidad, nadie la puede quitar, nadie la debe mancillar, nadie la debería reprimir. Ese es el primero de todos los ideales martianos, dicho por él mismo.
La persona humana: Dignidad, Libertad y Derechos
Indivisiblemente unidos, y entrañablemente vividos, están la dignidad y los derechos de toda persona humana. Es más, debemos decir que ejercer todos los derechos humanos es la forma natural de vivir y honrar esa dignidad plena del hombre y la mujer. Otra esencia de la naturaleza humana, que conforma una intrínseca trinidad, es la libertad. De modo que, cada ser humano es, vive y se relaciona, desde ese triángulo constitutivo absoluto: Dignidad, Libertad y Derechos.
Entonces, cuando se daña uno de esos componentes indivisos, cuando se deforma, reprime o se prohíbe una de esas tres esencias estructurales, se lesiona el todo de la misma naturaleza humana: hay un daño antropológico, hay un crimen de lesa humanidad. Cada persona limitada en su dignidad, libertad y derechos es un damnificado, un herido, una víctima de lesiones que van contra su entera humanidad.
El derecho y la ley
Por tanto, el Derecho natural y los Derechos Humanos son y deben ser fuente y cimiento de las leyes positivas. No al revés. El Derecho Humano es primero que la ley. Las leyes deben ser expresión fidedigna y sin manipulaciones de los derechos humanos. Para la conciencia mundial, a día de hoy,ninguna ley positiva, vale decir norma escrita, puede irrespetar ninguno de los derechos humanos. La prioridad absoluta de los derechos humanos es hoy incuestionable, aun cuando se violen en muchos países. Para garantizar la preeminencia del derecho, y de los derechos sobre la ley,existen los tribunales de justicia que deben interpretar o ejecutar las leyes positivas siempre a favor del mayor derecho de cada persona, junto con la salvaguarda de los derechos de los demás.
Los iusnaturalistas consiguieron “difundir y esclarecer propuestas de ideales que se incorporaron como ideales permanentes para el mundo civilizado, los cuales deben considerarse como definitivamente adquiridos en la medida en que ese grado de civilización se constituye en un hecho históricamente irreversible para una civilización determinada. Entre los casos de ideales irreversibles podemos citar la noción aristotélica de justicia como contrato entre partes, que establece como modelo ideal de los cambios la paridad o la igualdad de los valores intercambiados. Del mismo modo, el principio kantiano de la humanidad como un fin en sí mismo, que requiere que se considere al prójimo también de ese modo y nunca solamente como un medio, parece ser un principio permanente para todos los países que alcanzaron cierto grado de civilización. Igualmente sucede con la noción de derechos humanos, que son intangibles por el poder político.” (Aftalión, E. Introducción al Derecho – pág. 179citado por Antinori, Néstor Eduardo. Conceptos básicos del derecho).
Es de tal magnitud la prioridad absoluta de los derechos sobre las leyes, que para arbitrar el supuesto de que un tribunal o una ley, o la interpretación de una norma haya sido aplicada contra un derecho verdaderamente reconocido en la Carta Magna, debe existir un Tribunal Constitucional encargado de determinar cuándo una ley va contra el Derecho o contra un derecho humano, cualquiera que este sea. Este es el proceder que debe existir en un país democrático. Si no es así la estructura jurídica favorece el autoritarismo, la dictadura o el totalitarismo.
Derechos humanos e ideologías
De todo lo anterior podemos deducir que en la jerarquía de valores la dignidad plena, la libertad y los derechos humanos jamás pueden ser condicionados, ni restringidos, ni sometidos, por una ideología, sea cual fuere esa ideología. Por tanto, el artículo 4 de la actual Constitución de Cuba va contra estos principios universalmente reconocidos. No se trata de una lucha entre dos ideologías, se trata de la prevalencia de los derechos humanos sobre las ideologías. No se trata de defender la Patria, que es lo que todos queremos en Cuba, sino de no identificar la Patria con una sola ideología.
Ideologías y pluralidad
Para completar las bases para edificar un verdadero Estado de Derecho, sin adjetivos como debe ser, es de estricta coherencia con la naturaleza de la sociedad, como comunidad humana, la aceptación, el respeto y las garantías para una de las esencias de la vida humana en sociedad: la pluralidad de los seres humanos. Todas las personas somos iguales en naturaleza y dignidad, pero todas somos diversas en cuanto a características individuales, carisma, vocación, capacidades, y en el ejercicio de la libertad y la responsabilidad.
Toda sociedad, todas las comunidades humanas, son plurales y diversas por naturaleza sociológica. Y lo que es más importante, dejan de ser comunidad cuando se le obliga a la uniformidad, a la unanimidad y a la observancia de una sola ideología, religión o visión filosófica de la vida. Esto es de sentido común y de aceptación universal. Negar la diversidad de ideologías, religiones, etnias, orientación sexual, sistemas filosóficos, no solo es inaceptable humanamente hablando, sino que constituye una violación del triángulo constitutivo de la naturaleza humana: va contra la dignidad, contra la libertad y contra el Derecho.
Dicho esto, que no es solo mi criterio sino que constituye la más alta conquista de la conciencia de la Humanidad, podemos formarnos, cada uno, nuestro propio criterio de lo que está sucediendo en Cuba. Creo que tanto para los cubanos de la Isla como de la Diáspora, y también para la comunidad internacional y los organismos regionales y mundiales, hoy todas las cartas están sobre la mesa en Cuba. Si cabía alguna duda, las últimas decisiones de quienes tendrían la obligación de garantizar la dignidad, la libertad, el derecho y la pluralidad de todos los cubanos, dejan muy claro y evidente el tipo de régimen político que existe en Cuba.
Las propuestas
Imponer, “por cualquier medio, incluida la lucha armada”, como autoriza el mencionado artículo 4 de la actual Constitución, va contra la naturaleza plural de la sociedad, contra la dignidad, la libertad y los derechos humanos de cada cubano. Es un camino que puede desembocar en la violencia que nadie quiere. Por tanto, termino sacando del análisis anterior algunas propuestas esenciales para que evitemos llegar a esos extremos:
Actuemos todos, Estado y ciudadanos, a tiempo, en paz y civilizadamente. Aún podemos evitar un mal mayor entre nosotros. No nos cansemos de decirlo, exigirlo y construir la paz entre cubanos. Demostrémosle al mundo que Cuba puede dar un ejemplo de transición verdadera, ordenada y pacífica.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta
2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
Ver todas las columnas anteriores