Hoy celebramos el 119 aniversario del nacimiento de la República de Cuba. En la Isla no habrá festejos por el Día de nuestra Independencia, fecha en que entramos a formar parte de la comunidad de naciones libres. Se pueden argumentar razones por las cuales nacimos como República con defectos y limitaciones, pero nunca se podrá borrar esta fecha que es oportunidad para reflexionar sobre Cuba, su pasado, su presente y su futuro.
Del pasado podríamos aprender mucho de los errores cometidos en todas las etapas de nuestra historia conocida. Pero más vale mirar a nuestras fuentes fundacionales para beber de esas savias primigenias que aún mantienen la pureza y la vitalidad de la génesis raigal.
Dos fundadores y progenitores principales tiene Cuba: el Padre Félix Varela y el apóstol José Martí. De esas dos vetas recibimos la vida del alma de la nación cubana.
Del “primero que nos enseñó en pensar” Martí dijo que era un “patriota entero”, el “santo cubano”. Ese patriota santo nos deja esta herencia para la República de hoy y de mañana. La esencia de esa alma republicana se edifica sobre estos pilares: virtud y amor. Virtud vareliana, amor martiano.
En efecto, Varela nos dice, especialmente a los jóvenes cubanos de hoy:
“No hay patria son virtud ni virtud con impiedad.”
Es necesario “Formar hombres de conciencia que no sean soberbios con los débiles ni débiles con los poderosos”.
Su obra cumbre, “Las Cartas a Elpidio”, es el código ético de la República de Cuba junto con el Manifiesto de Montecristi y toda la obra de José Martí, que nos amonesta hoy cuando dice:
Que la base, la esencia y el fin de nuestra República debe ser la suprema dignidad de la persona humana: “Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Martí nos señala hoy que Cuba debe ser una República incluyente que busca sobre todas las cosas el bien común: “con todos y para el bien de todos”. Podemos preguntarnos, a más de un siglo de nuestra independencia, si estamos construyendo una República como la quería el Apóstol.
Martí también hoy nos deja un hermoso y desafiante programa para Cuba:
“Y si Cuba proclama su independencia por el mismo derecho que se proclama la República, ¿cómo ha de negar la República a Cuba su derecho de ser libre, que es el mismo que ella usó para serlo? ¿Cómo ha de negarse a sí misma la República?”
Aún más vigentes son estas sabias palabras escritas por Martí en las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario Cubano, donde trata de impedir que se cometan los mismos errores de las repúblicas latinoamericanas, por lo que explica que “…se ha querido desde la raíz salvar a Cuba de los peligros de la autoridad personal y de las disensiones en que, por la falta de la intervención popular y de los hábitos democráticos en su organización, cayeron las primeras repúblicas latinoamericanas.”
El apóstol de nuestra República parece alertarnos hoy a todos frente a la voluntad de unos sobre la de muchos, y cuando se recurre a la violencia verbal, mediática y física para reprimir a la diversidad:
“La voluntad de todos, pacíficamente expresada es donde se halla el germen generador de las repúblicas”.
Una forma genuina de celebrar el 119 aniversario de la República de Cuba sería acabar de ponernos de acuerdo, y aceptarnos todos los cubanos de la Isla y de la Diáspora, como hermanos y compatriotas que somos, unirnos respetando la pluralidad de opciones políticas, religiosas, económicas y filosóficas, para poder emprender, una vez más, la tan frustrada República que nos legaron los padres fundadores, y que todavía hoy no hemos logrado edificar incluyendo a todos.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.