“Arte sacro” clasifica, cualifica y, con menor precisión, delimita temporalmente la creación artística que tiene como fin el culto a lo divino. ¿Pero, acaso no es todo el arte sagrado, teniendo en cuenta que es una manifestación espiritual de la carne? Incluso, la interpretación nociva, por suerte en desuso, que estimó “herética” la obra de algunos autores, le confirió a posteriori una connotación teológica a la misma.
Es inevitable asociar este concepto a la obra de Alejandro R Rozán, por lo menos fue la impresión que sentí al contemplar Autorretrato con canario y Mater Dissidentia. Primero por los elementos formales de la obra, concretamente en estos dos ejemplos tenemos que el dibujo emula vitrales típicos de la arquitectura religiosa medieval. En segundo lugar por el concepto en sí, una interpretación un poco heterodoxa a la vez que libérrima de la palabra “religión”, cuya etimología ambigua me induce a pensar en religar, volver a unir, que no otra cosa, es un Vitral: juntar las partes materiales de un símbolo, o conjunto de ellos.
Dos dibujos académicamente correctos, dogmáticamente cuestionables, simbólicamente inquietantes, patrióticamente inflamables. Martí aludido en un autorretrato, que recuerda la pintura del poeta, hecha por Jorge Arche en 1943 (ya de por sí mesiánica), pero que como el título de la obra enuncia es autopercepción, y es también un poco más:
“(…) siento que es el retrato colectivo de toda una generación de jóvenes cubanos que como yo no temen defender sus ideas por muy opuestas que puedan parecer al statuo quo, y que por encima de todo, amamos la libertad. (…)”
Martí de nuevo bajo el manto de la virgen de Mater Dissidentia donde se pueden leer los conocidos versos: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche…” Pero no se trata de una advocación mariana conocida, no hay éxtasis, tampoco alcanzo a ver una Mater Dolorosa. ¿Sería acertado y aceptado hablar de una Advocación martiana? Percibo la escalofriante sensación de impotencia de una madre amordazada y maniatada por una serpiente que acecha el cuerpo inerte de un tocororo, que por el canon iconográfico viene a suplir la ausencia del Hijo. Ya habíamos visto tocororos en Autorretrato con canario, en ambos “vitrales” el ave argumenta ideas contrapuestas a lo que alegóricamente encarna este atributo nacional.
Detallar el abigarrado simbolismo de estos dibujos implicaría trocar el cariz de estas notas por algo más extenso dejándonos llevar por el vicio de la palabra, cuando sabemos que una imagen dice más que mil de ellas.
Fuera de algunas exposiciones individuales y colectivas dentro del programa docente de la desaparecida Academia de Arte de Ciego de Ávila, Alejandro R Rozán tiene un currículum demasiado blanco tal vez. El campo artístico cubano es un mecanismo artero, demasiado pagado de membrecías institucionalmente correctas, al que resulta difícil integrarse si eres un artista independiente.
The Emperor y L´Impératise son cartas de Tarot que corresponden a proyectos diferentes como se aprecia en la oposición de estilos. El artista de veintinueve años trabaja en ilustrar otro juego de cartas, contratado por la editorial australiana Blue Angel, del cual no forman parte ninguna de las dos que aparecen en la galería. Como empresa individual anhela crear su versión del Tarot de Toth, explotando su personal interpretación del Vitralismo.
Estamos en presencia de un artista versátil y dúctil, además de joven, adjetivo que puede amablemente justificar esta afortunada inquietud de la que surge Recortar aquí, un dibujo digital, técnicamente lo más sencillo de esta muestra, pero de un complejo impacto visual y discursivo. Recortar aquí es también una recreación de la mencionada pintura de Arche, cuadro que, al parecer, forma parte del imaginario simbólico del artista:
“(…) encuentro una vez más mi refugio en el arte, que considero es la máxima expresión de libertad inventada por el hombre. Y también busco mi inspiración en Martí, el cubano más brillante que ha parido esta tierra.”
- Yerandy Pérez Aguilar (Pinar del Río, 1990).
- Tiene publicado el poemario “bitácora de un paria” (Editorial Primigenios, 2021). Textos suyos aparecen reseñados en revistas cubanas y extranjeras, así como en las antologías “La casa por la ventana” (Proyecto Arte Cuba, 2012), “Bicentenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda” (Sevilla, 2014), “Catalejo II” (Ediciones Loynaz, 2018) y “Las piedras clamarán” (Ediciones La Luz, 2021).