Anisley Miraz Lladosa ¦¦
Energía que mana del aburrimiento…
- A mi madre le duelen los dribleos.
- ¡Tres!… Un joven arroja la pelota.
- La pelota contra el borde de la canasta,
- la cabeza de mi madre contra el borde de la canasta,
- el silencio de un imposible engole.
- El joven recuerda la isla.
- Tipúlidos que muerden, que carcomen,
- mi madre le explica a quien podría ser su hijo.
- Pero no importa el orden, no existe el infra-orden.
- En vano mi madre le habla de neopteras,
- hexápodos y artrópodos,
- vanamente le prohíbe atravesar el patio,
- jugar al solitario en la explanada muerta.
- En Moxico las madrugadas roen, cuecen.
- Y cuando es madrugada, pelotas golpean la canasta,
- la cabeza de mi madre golpea la canasta.
- ¡Diez!, el joven juega al solitario.
- Mi madre inmortaliza
- albores que siguen sucediéndose,
- engoles improbables,
- cabezas redoblando en la planicie fría …
- (No hemos visto siquiera el río Luena,
- ni vivido un minuto sin enjambres mortíferos).
- ¡Duele!, dice el joven y recuerda la isla.
- ¡Duele!, repite mi madre y deja ir sus pastillas
- masticando otra lágrima.
Una luz siempre en aumento da a las cosas
un centelleo cada vez mayor…
- para Odalis, compañera de misión de mi madre,
- 2013 y Moxico
- La mujer tropieza con el seguranza.
- Se asusta,
- no logra encontrar el picaporte,
- no logra asegurar
- su propio cuello sobre el torso.
- En el condominio de antes
- se asustaba también,
- por la lobreguez, por el desierto interminable.
- Pero en la casa actual, de noche,
- tropieza con el seguranza
- y es como chocar
- contra una Welvitschia mirabilis gigante,
- contra todo el continente africano.
Basura cuidadosamente elegida…
- Antes del convite,
- la amiga de mi madre bailó con los angolanos
- y trató de aprender su danza tradicional,
- como si estuviera en el Carnaval de Vitória.
- Pero era una catedrática dentro de un continente,
- era una extraña como todos…
- En el convite,
- la camarada de mi madre bebió licor de ananás
- y se instruyó en la cultura de desierto,
- un poco por placer:
- era una brizna dentro de la galaxia,
- era una refugiada como muchos…
- Durante el convite
- guardó carne en su bolsa de siempre:
- gamuza de Benguela,
- elefante de Uige,
- cebra de Bié:
- era nada sobre nada,
- era tan infeliz como los otros…
- A los ojos negros de los estudiantes negros,
- después del agasajo dirigió su discurso
- en algo parecido a una lengua muerta,
- y se despidió como si pudiese volver alguna tarde.
- En el condominio, los días que siguieron
- fueron mejores días
- gracias al alimento que ella,
- un poco menos triste que mi madre,
- cargó en su bolsa de siempre.
- Pero los amonestaron,
- como si les fuesen a suspender el pase
- con el Océano Atlántico dentro de la cabeza.
- Reprendidos, castigados,
- con el Océano Atlántico dentro de la cabeza,
- como cruzar la frontera del mundo
- para volver al mismo pedazo de pared
- frente al pelotón de fusilamiento.
- La Venus implacable mira a lo lejos
- no sé qué con sus ojos de mármol…
- A veces el visitante viene a la hora de comer
- y se sienta silencioso.
- Muerde la misma manzana,
- la del centro de mesa,
- recuerda el cianuro en sus semillas.
- Y recuerda
- que aunque haya sido aprovechado
- por Dioscórides y Plinio,
- Paracelso y Da Vinci,
- Bacon y Brandt,
- el cianuro puede matar a muchos hombres.
- Silencioso, de vez en cuando ríe,
- solo de vez en cuando,
- con una distancia infinita
- disolviéndose en su estómago:
- una semilla de manzana
- puede ser tan grande, tan grande,
- como un país.
La irresistible indiferencia…
- Habíamos estudiado
- sobre el Movimiento Popular,
- el virus Marburg, minas anti-personas,
- reservas de petróleo…
- No dijeron a dónde nos llevaban.
- Bajamos del avión, casi todos mayores de cincuenta,
- excepto algunos jóvenes taciturnos.
- No habíamos llegado a Ceuta,
- ni el mundo se veía desde el Mirador Isabel II,
- ni existían bosques de alcornoques
- como quizás imaginamos antes de partir.
- Vanamente buscamos el Tabernáculo
- de Santa María de África
- cuando oímos una palabra parecida,
- y buscamos las Murallas del Paseo de las Palmeras
- cuando uno de nosotros señaló
- lo único verde en millas de camino.
- Vanamente un poco de belleza…
- Se presentaron en nganguela
- y nos repartieron puñados de kwanzas
- mientras alguien señaló un memorándum
- del Frente Nacional de Liberación.
- Abordamos carriñas, fueron abandonándonos
- de tres en tres, de dos en dos.
- Definitivamente no éramos soldados:
- casi todos mayores de cincuenta,
- excepto algunos jóvenes taciturnos
- que no integraron nunca la Unión para la Independencia.
- Nosotros, los mayores de cincuenta,
- no conocíamos más guerra que alimentar los hijos
- nacidos cuando un terremoto
- de 7,5 grados en la escala de Richter
- azotó Islas Anzores,
- cuando en el Reino Unido aconteció la huelga del acero,
- cuando la sonda espacial Voyager 1
- confirma la existencia de la primera luna de Saturno,
- y la Alemania Federal gana la Eurocopa,
- e Irak invade Irán
- y se descubre el primer caso de SIDA,
- y acaba el éxodo desde el Mariel.
- En ese entonces ninguno de nosotros
- sospechaba eventos tales.
- Como tampoco sospecharía, años después,
- que el tiempo en un lugar como Moxico
- solo reina, y nada más.
- Anisley Miraz Lladosa (Trinidad, 1981).
- Graduada en Diseño Gráfico en la Academia de Artes Plásticas
- “Óscar Fernández Morera” de Trinidad.
- Ganadora de premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca (2000), Literatura Infantil “Mercedes Matamoros” (2002), Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua (2003), Gran Premio Vitral de Poesía (2003) y Premio Poesía Vitral (compartido) (2004).