LOS SUCESOS DEL 4 DE ABRIL EN SAN ISIDRO Y EL RETO DE MIRAR SIN PREJUICIOS

Miércoles de Jorge

En los últimos meses, interesantes procesos de participación se han generado en diferentes lugares, ambientes y sectores de la sociedad cubana, e interesantes han sido también las repercusiones generadas, especialmente de los sucesos en los que ha estado envuelto el 27N y los artistas de San Isidro. De manera particular y por ser el más reciente, resaltaría los sucesos del domingo 4 de abril en el barrio habanero de San Isidro. No me interesa en este espacio hablar o reflexionar sobre lo sucedido, ni sobre su importancia en un momento como el actual, ni de lo positivo o negativo que pudiera o no existir en el hecho en sí; sino que me interesa pensar un poco sobre lo que he observado como reacción a dichos acontecimientos.

Al menos en las redes sociales, espacio de cada vez mayor importancia en la Cuba de los últimos años, se observan debates y discusiones que a veces llegan a posturas extremistas, y que me hacen reflexionar sobre algunas realidades que deberíamos evitar a la hora de mirar hacia un suceso como el mencionado. Más allá de cuáles sean los métodos de las personas involucradas, más allá de su nivel cultural, o de cualquier otro criterio personal, hay algunas actitudes mínimas que deberíamos asumir ante una protesta como la del 4 de abril, y en un contexto como el que vive Cuba hoy.

Participar antes de cuestionar a quien lo hace. No caben dudas de que la realidad cubana demanda el aporte de todos, el esfuerzo que podamos aportar desde nuestras posibilidades y desde las habilidades y oportunidades con las que contamos. Si alguien sabe hacer las cosas de manera diferente, que las haga, pero no deberíamos caer en la trampa de criticar los métodos de quienes tienen el valor que a muchos les falta para reclamar sus derechos y también los derechos de quienes critican. Si todos los cubanos empleáramos el tiempo que usamos para cuestionar a otros, para hacer algo, aunque sea pequeño, por el bien de nuestra nación, entonces las cosas serían más fáciles y mejores para todos.

Proponer antes de criticar. En sintonía con lo anterior, y con el espíritu del Centro de Estudios Convivencia, usemos el tiempo para proponer, para pensar juntos vías de solución a los problemas, para ayudar a los demás a ser mejores, para servir a quien demanda nuestra atención. Sustituyamos la queja por la propuesta, la denuncia por el anuncio comprometido, la crítica por el reconocimiento y el compromiso de ayudar a que las cosas sean mejores.

– Impulsar y no frenar. Anima y no hagas el juego a quienes quieren expandir el pánico, el pesimismo y la inmovilidad. Impulsa a la gente a reclamar sus derechos, a tomar las riendas de su destino, a exigir lo que merecen, a participar en los asuntos económicos, políticos y sociales que atormentan a nuestro país. No caigamos en la trampa de ser freno, de ver siempre lo negativo, de buscar siempre el defecto de las cosas, de criticar a quien no actúe según nuestra voluntad, de la envidia y los egos que anulan el esfuerzo ajeno e intentan realzar el valor propio. Por el contrario, seamos sal que da sabor, y luz que ilumina.

La precariedad económica, política, social, cultural, espiritual, que vive nuestro país y que ha sido resultado del sistema al que hemos estado sometidos en los últimos sesenta años, es una potente causa que explica los comportamientos que tenemos los cubanos. El profundo daño antropológico que hemos sufrido por causa del totalitarismo está presente también en el ser y el hacer de quienes buscamos sanar ese daño, de quienes buscamos generar cambios hacia la democracia, de quienes soñamos con una Cuba diferente. Los sucesos del pasado domingo en San Isidro, más allá de los métodos (con los que podemos concordar o no), más allá del lenguaje (“¡que tire la primera piedra el que no haya dicho malas palabras en Cuba!”), más allá de los gustos personales, hemos de verlos como lo que son, como lo que representa, y en el contexto en el que se dieron, y nunca a través del filtro de nuestros prejuicios personales o de lo que nos gusta o conviene.

 

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
  • Laico católico.
  • Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

 

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