Lunes de Dagoberto
Creo que Cuba, no en abstracto, vale decir, los cubanos, necesitamos hoy una seria reflexión sobre lo que es poder y lo que es prudencia. Y también sobre la mejor relación que debe existir entre ambas.
En tiempos de crisis económica, moral y espiritual pensar, y pensar bien, es el primer paso para no fallar. No pienso solo en autoridades civiles o religiosas, pienso en la responsabilidad que tenemos, o deberíamos tener, cada cubano como ciudadano consciente, con cabeza propia, y con voz en coherencia con lo que pensamos y lo que hacemos.
El poder como servicio
Generalmente solo identificamos poder con un pequeño grupo de personas sobre cuyos hombros recae un cargo o una jerarquía. De esta forma, intentamos quitarnos de encima un compromiso y una responsabilidad que tenemos todos al venir a este mundo. Cada persona viene con una cuota de poder, es decir, con esa capacidad de discernir y elegir qué hacer con su vida y en su vida personal y, además, viene con la responsabilidad de vivir en comunidad, en una sociedad y una cultura determinada en un tiempo y unas circunstancias concretas. Nadie, a no ser que sea un alienado por alguna causa grave, o alguien con condiciones de salud psíquica, puede escapar del deber moral de pensar, vivir y actuar en relación con los demás. Encerrarse en una urna de cristal y hacer como que no sé, o no siento, o no actúo por miedo o por una falsa prudencia es posible, pero no es éticamente aceptable.
El poder solo tiene sentido cuando es un servicio con el fin de buscar el bien de los demás. Los padres en relación con sus hijos, los directivos y profesores de un centro de educación, los líderes de las iglesias, los responsables de proyectos de la sociedad civil, los mandatarios de cualquier país, tienen ciertas cuotas de poder y debemos preguntarnos en cada ocasión si ese poder se está usando para servir a la libertad, a la justicia, al bienestar, al desarrollo y la felicidad que están gestionándose las personas que están bajo su poder.
La prudencia es actuar de acuerdo con nuestra conciencia recta
La relación entre poder y prudencia es vital para los pueblos y para los que ostentan algún tipo de autoridad. Sin prudencia el poder daña y pierde la autoridad moral. La prudencia con miedo al poder es cobardía y daña, y también pierde la autoridad moral. Sin autoridad moral se pierde todo: la prudencia, los seguidores, el tiempo… y, al final, el pueblo y el mismo poder.
Pero muchos confundimos la prudencia con el miedo, o la prudencia con no buscarnos problemas, o la prudencia con ese estar en la cerca, no estar, o estarse quieto y callado. Por eso lo primero es recuperar el verdadero significado de la palabra y la virtud de la prudencia:
Aristóteles, en su obra “Ética a Nicómaco”, habla de la “frónesis” que viene del griego y quiere decir: “virtud del pensamiento moral”, entendida como sabiduría práctica y como prudencia, lo inverso de la desmesura. La frónesis o prudencia aristotélica supone “una habilidad para discernir cómo o por qué actuar virtuosamente y fomentar la virtud en la práctica y la excelencia del carácter. Es la habilidad para pensar cómo y por qué debemos actuar para cambiar las cosas, especialmente para cambiar nuestras vidas a mejor.”
Por eso, lo de la prudencia, desde Aristóteles hasta la Cuba de hoy, es una virtud que se traduce en varias actitudes evaluables éticamente:
- Analizar bien la realidad en que vivimos.
- Discernir, con acierto y justicia, lo que es mejor en esas circunstancias de la realidad.
- Habilidad para cambiar nuestras vidas y promover la virtud con el ejercicio del carácter.
- Habilidad para pensar cómo y por qué debemos actuar para cambiar las cosas.
Esto no lo hemos inventado para hoy ni solo para Cuba, ni para un grupo o tipo de poder determinado. Es una sabiduría acumulada y probada a lo largo de la historia humana.
Hoy nos puede servir en Cuba como herramienta para evaluar si un hecho o una actitud es prudencia o es otra cosa. Para ello habría que responder estas cuatro preguntas:
- ¿Esos hechos o actitudes de nuestra realidad han sido analizados con toda la información posible, con honestidad y rectitud de conciencia, mediante una escala de valores y sin manipulación externa?
- ¿La elección de palabras o de hechos que hemos elegido es lo mejor según esa conciencia recta, en estas circunstancias y con visión de porvenir?
- ¿Esas palabras, hechos o actitudes van encaminadas a cambiar nuestra vida y a ejercitar el carácter o, por el contrario, debilitan nuestro carácter y empantanan nuestras vidas en el miedo y la inercia?
- ¿Esas palabras, hechos o actitudes contribuirán de algún modo a cambiar las cosas o por lo menos a pensar cómo y por qué cambiar las cosas que hemos discernido deben cambiar para el bien común?
El escritor, académico y crítico de Arte Thomas McEvilley, consideró que la mejor traducción al concepto de frónesis es “conciencia plena”. Luego es con esa conciencia con la que debemos decidir si un acto o actitud es prudente o cobarde, es fruto de la sabiduría o del miedo. Por otra parte, se define prudencia como la comprensión de la diferencia entre el bien y el mal. La palabra frónesis viene de phroneo, que significa comprender bien la realidad, ver antes, actuar con visión de las consecuencias de nuestros actos. De aquí que cuando nos parece que un hecho, un acto o una actitud sistemática no son prudentes, ya sea por extremistas o sea por demasiado cauteloso que ni analiza bien la realidad, ni hace un buen discernimiento de cómo debe actuar ni va en la dirección de cambiar las cosas y la propia vida.
No vale escudarse detrás del poder para faltar a la prudencia, ni vale escudarse detrás de la prudencia para no ejercer el poder para cambiar o mejorar las cosas. Lo mejor sería que cada uno de nosotros aprendamos y enseñemos cómo se actúa con auténtica prudencia y sabiduría. Estemos despiertos para no ceder a la tentación de caer en la inercia del acomodo, en el miedo al riesgo, o en esconder la cabeza en nuestro hoyo existencial para no ver lo que pasa alrededor.
Cuba, es decir, cada uno de los cubanos, especialmente cada cual que lleva sobre sí el peso de alguna responsabilidad, deberíamos parar en medio de esta crisis galopante y discernir, con plena conciencia y con la prudencia verdadera, lo que es mejor para nuestras familias, para la sociedad civil, para la Patria. De lo contrario, se nos irá el tiempo, perderemos el rumbo y el pueblo.
En pocas palabras: el poder para servir y la prudencia para discernir.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.