Lunes de Dagoberto
Manipular es vivir en la mentira. Es manejar la dignidad de las personas. Es considerar al otro como un tonto, como alguien sin criterios propios, como una persona vulnerable ante la mentira. Manipular a las personas es jugar con la mente, los sentimientos, la voluntad y la vida de los demás. Manipular es la trampa para convencer. Es la estafa para ganar. Es el recurso que queda cuando no se tiene la verdad y la razón. En fin, es usar la mano antes que la mente, es blandir la fuerza antes que el entendimiento.
Existen diferentes tipos de manipulación:
La manipulación mental, que es “una práctica destinada a influir en la voluntad o libre albedrío, por ejemplo, el lavado de cerebro y el control mental” de los demás, sean personas, grupos o naciones.
Uno de los más actuales recursos de la manipulación es la información, debido a la enorme intercomunicación que hoy existe entre los ciudadanos y entre las naciones. Es necesario aprender a discernir la información para valorar, distinguir y, al final, elegir la verdad, la razón, la justicia, la bondad y la belleza. Ese aprendizaje ético y cívico nos conducirá a identificar las maniobras manipuladoras que no consisten solo en mentiras aisladas o circunstanciales, sino que pueden llegar a convertirse en el modo de retorcer las conciencias con artimañas fraudulentas que empujan a una vida en la mentira, que no es lo mismo que una mentira en la vida.
Los medios de comunicación son hoy un gigantesco sujeto de manipulación, sea silenciando acontecimientos, ocultando una parte de lo ocurrido, reinterpretando los hechos, o distribuyendo directamente la desinformación. El antídoto se alcanza en dos pasos:
- Estar prevenidos ante toda campaña mediática para no caer en la ingenuidad que es hermana de la ignorancia.
- Superar esa ignorancia buscando otras fuentes de información alternativas, diferentes, plurales.
La propaganda es otra forma de manipulación. Es necesario aprender a distinguir, incluso en el lenguaje cotidiano, la propaganda de la publicidad. La propaganda, en su acepción negativa, es señuelo, desvío, emboscada. Presenta un hecho plano, sin matices, unilateral y monocromático. La propaganda es el sesgo de una verdad compleja y polifacética. El fin de la propaganda es manipular las mentes, los sentimientos y las reacciones de personas que, por interés o por analfabetismo ético y mediático, se dejan impactar por mensajes emotivos, simplistas y malintencionados.
La publicidad, sin embargo, es la forma honesta, directa y veraz de difundir una verdad, un servicio o un producto. La propaganda engaña, la publicidad informa. La propaganda busca imponer una mentira o una parte torcida de la realidad, se sirve de la inexperiencia del receptor; la publicidad propone, respeta al destinatario, se pone a su servicio.
Otra forma de maniobrar sobre las conciencias es la manipulación semiótica: sea gráfica, por la edición de imágenes, el corte o la ralentización de las mismas, con el propósito de ocultar a una persona, una verdad o una parte de lo acontecido, sea por el lenguaje hablado o escrito, dándole a las palabras otro contenido u ocultando la verdad, o parte de ella, sepultándola bajo un aluvión demagógico o bajo una oscuridad lingüística o subordinada a la “lógica” del absurdo, que puede ser tan grande y bien hilvanado que nos parece imposible de serlo.
En la raíz de la manipulación está una falta de razones y valores que se intenta suplir por la ilógica y el relativismo moral para conducirnos hasta aquel aforismo invertido de que “el fin justifica los medios”. La ética y el derecho natural sostienen, sin embargo, que aunque el fin sea noble o sea deseado, de ninguna manera justifica que se alcance ese fin a costa de cualquier medio, recurso o manipulación. Entonces un error conduce a otra manipulación mediática, y esta a otra confrontación. Es la espiral de la violencia y el atrincheramiento.
Cuba necesita urgentemente de educación ética y cívica. La propuesta para no dejarnos manipular es información plural, independiente y confrontada, junto a un ejercicio de discernimiento informado. Estos dos términos necesitan una sinergia, una interrelación entre sí. En efecto, para identificar cuándo tenemos una información veraz, plural e independiente necesitamos discernirla, entresacarla, dentro de tanto bulo, hoy llamado fake news, entre tanta manipulación y sesgo. Y viceversa, para ejercitar un buen discernimiento y valorar, preferir y optar, necesitamos estar bien informados de todas las opciones y escenarios, así como de sus aristas y matices.
Pero lo primario, lo urgente, lo preventivo, es el estar alertas, despertar a la vigilia mental, la lógica y la inteligencia emocional para no dejarnos arrastrar por manipulaciones sentimentales por verdades a medias o por mentiras sin tiento. Así lo expresa José Martí:
“Creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, y a un cubano que se las respeta” (Martí, en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891).
Ante cada acontecimiento, noticia o discurso, debemos encender el bombillo de la inteligencia, el timón de las emociones, el filtro del discernimiento, la búsqueda de la información y la ponderación en la acción.
El camino que van tomando los acontecimientos en Cuba puede descalabrarnos por una pendiente de manipulación, violencia y represión que no conduce a nada bueno, que la inmensa mayoría de los cubanos no quieren, y que la familia y la Patria no merecen. Confío en que primen el sentido común, la prudencia fruto de la sabiduría práctica, la moderación, el diálogo y la paz entre todos los cubanos.
Una vez más reaccionemos, porque después será demasiado tarde. No nos cansemos de recurrir a los verdaderos cimientos de la nación y la eticidad cubanos: No le demos un manotazo a “la dignidad plena del hombre”, ni a la martiana “fórmula del amor triunfante: con todos y para el bien de todos”.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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