Jorge Ignacio Guillén Martínez ¦¦ El año que termina, además de haber sido difícil dada la crisis que arrastrábamos y las diversas agravantes que a esta se sumaron a lo largo del mismo, estuvo marcado por el anuncio de importantes medidas que podrían destrabar la situación de la economía una vez ejecutadas. En julio, y como parte de la estrategia para enfrentar la situación de crisis generada por la pandemia, el recrudecimiento de las sanciones y la pérdida de subsidios venezolanos, se han anunciado reformas como la monetaria, la del sector privado, sector agropecuario, y otras que sin lugar a duda representan razones de esperanza en un contexto bastante crítico. Razones de esperanza, no porque estas reformas sean la solución automática a nuestros problemas, no porque asumamos que implican una mejora en el corto plazo de las condiciones de vida, sino que, por el contrario, las cosas podrían ponerse peores en el corto y mediano plazo una vez emprendidos estos cambios; pero el precio de postergarlas o no afrontarlas, tal y como han señalado muchísimos académicos, sería mayor.
Al mismo tiempo, el gobierno parece insistir en mantener una serie de cuestiones vinculadas al modelo de planificación centralizada imperante, y abiertamente encaminadas a enfrentar o limitar las fuerzas y el protagonismo del mercado, que parecieran contradecirse con las declaradas intenciones de destrabar la economía y generar verdaderas condiciones para el progreso y el desarrollo económico. Los objetivos que se anuncian y las áreas que pretenden abordar las reformas anunciadas parecen razonables y positivas; sin embargo, el paso al que se desarrolla el proceso y los matices político-ideológicos que se le impone parecieran ser fuertes barreras para su consecución efectiva, y a menudo siembran la desesperanza, el pesimismo y la decepción entre los ciudadanos.
El 2021 debería ser ese año definitivo en el que se logre conjugar de manera coherente un amplio proceso de reformas estructurales (las ya anunciadas y otras) por un lado, y por otro la voluntad política y la configuración institucional necesaria para promover, respaldar y potenciar el desarrollo de las transformaciones que necesita la economía, de acuerdo -únicamente- a los criterios de la ciencia y a los que impone la búsqueda del bien común y la justicia social. El pueblo cubano no merece seguir sufriendo por la incompetencia de unos decisores de política económica que no logran mejorar con su gestión las condiciones de vida de la gente, y que por otro lado, achacan los fracasos a factores externos que si bien tienen cierto grado de responsabilidad respecto a la situación actual, no son el centro de la cuestión ni está en nuestras manos cambiarlos. En este sentido, urge acelerar el paso, y comenzar el nuevo año afrontando de una vez todas las reformas que han sido anunciadas y muchas otras que han sido propuestas y estudiadas, teniendo en cuenta los siguientes elementos:
- Aunque las reformas que se han anunciado son muy necesarias e importantes, no basta con el simple anuncio sino que podrán ser valoradas una vez consumadas, y por otro lado no son suficientes ni representan la amplia variedad de intereses de los cubanos. A pesar de que se declaran como reformas para perfeccionar el socialismo y fortalecer el sistema político, no cabe duda de que son reformas orientadas al mercado y que pueden ser determinantes para resolver problemas económicos que arrastramos desde hace décadas. Representan una esperanza por ser un primer paso en la dirección correcta, sin embargo aún no se emprenden, se siguen demorando, y a unos cinco meses de su anuncio oficial, comienza a crecer la desconfianza y el descontento ciudadano de un pueblo que no aguanta más, y que pide acciones concretas que impacten la vida cotidiana. Por otro lado, el hecho de que reconozcamos que son importantes y necesarias reformas, no significa que son suficientes, ni que está garantizado el éxito en su implementación, ni que sanan de una vez problemas acumulados por años, sino que es esperanzador, positivo e importante, implementar estas reformas que han sido anunciadas.
- El proceso no puede frenarse, como ya ha ocurrido en otras ocasiones en las que se anuncian determinados cambios y luego determinadas fuerzas visibles o invisibles dentro del sistema político, detienen o entorpecen la implementación de transformaciones económicas. Tal fue el caso de la propia dualidad monetaria y cambiaria, que debió haberse solucionado hace ya unos diez años cuando fue anunciada dicha reforma, y de muchos otros temas que de acometerse pudieran reformar el sistema económico para que sea capaz de generar más y mejores resultados. El hecho de no enfrentar los problemas cuando se presentan tiene costos que pueden ser irreversibles y más dañinos que los propios problemas iniciales, y cuando se trata de economía, es decir, de satisfacer necesidades de la gente, no se puede jugar, no se puede experimentar, sino que hay que afrontar los problemas y avanzar en vías de soluciones que, aunque imperfectas o incompletas, garanticen una vida digna a las personas.
- Respecto a las reformas anunciadas ha quedado claro que no son suficientes. Para nadie es un secreto, que Cuba necesita un programa general de reformas estructurales que transformen desde la raíz un modelo económico ineficiente, politizado, caduco, y que luego de sesenta años ya no ofrece esperanza, ya no ofrece opciones reales de desarrollo personal y social. Las listas de transformaciones o reformas que Cuba necesita y que los propios ciudadanos quieren y demandan, existen en las esferas académicas, pues muchos son los estudiosos que han dedicado su esfuerzo, talento y tiempo a estudiar las formas mediante las cuales se pueda poner a la economía al servicio de la gente, las formas mediante las cuales la gente perciba verdaderos cambios en sus condiciones de vida, cambios que generen crecimiento, que disminuyan las desigualdades, que creen un desarrollo humano integral. Los académicos cubanos, de dentro y de fuera de la Isla, simpatizantes y no simpatizantes del gobierno actual, han generado un amplio consenso en cuanto a cambios trascendentales para la economía, y los han propuesto en disímiles espacios, solo falta que este trabajo sea asumido y reconocido como parte de las estrategias para desarrollar la economía. Las reformas anunciadas recientemente forman parte de ese cúmulo que se venía proponiendo desde hace años, pero no lo abarcan en su totalidad, hay que ir más allá, porque eso es lo que demanda la realidad.
- La economía debe estar al servicio de la gente, poner a las personas como el centro y fin de su gestión, no para responder a los intereses de sistemas políticos, no para manipularla de acuerdo a criterios ideológicos, no para someterla a la voluntad de unos pocos que buscan siempre enriquecerse más a costa del sacrificio de toda una sociedad. Necesitamos reformas enfocadas en las personas, reformas que ofrezcan oportunidades de desarrollo personal y social, que se ocupen de los menos favorecidos, que se implementen bajo un marco institucional que sin coartar o limitar la libertad personal o empresarial vele por la justicia social y el bien común.
Para el nuevo año, el reto mayor del gobierno cubano en materia económica es configurar un modelo capaz de responder eficiente y humanamente a las siempre crecientes necesidades de las personas, coordinar un paquete de reformas que vaya más allá de las que hasta ahora se ha anunciado, y que se implemente de forma responsable para garantizar mejoras significativas en las condiciones de vida del pueblo cubano. Ese es el fin de la gestión económica, y ese debe ser el fin que persigan los decisores de política en este nuevo año que comenzará, pues cada año que pasa la situación de la economía se deteriora, y la gente va siendo más consciente de las verdaderas causas de problemas como la falta de alimentos, el mal transporte, los salarios insuficientes, entre muchísimas otras necesidades cotidianas. Para el gobierno es una situación insostenible que tarde o temprano tendrá que ser abordada, pero que las consecuencias y la forma en la que se aborden los cambios pueden variar en dependencia de la voluntad política o no, y de la temporalidad con la que se asuman cambios impostergables.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico. Licenciado en Economía.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.