Aquella primavera de 2007 nos parecía que todo se acababa, que el espacio se cerraba, que la voz se acallaba, que “la libertad de la luz” se apagaba. Era una mirada “tejas abajo” como diría Santa Teresa de Ávila. Mirada chata, cálculos humanos.
Nos propusimos concedernos un año sabático para ver qué pasaba, para serenar los espíritus, para centrar el alma, meditar y orar. Tuvimos el regalo de mucha cercanía, de entrañable solidaridad. Nos propusimos callar la queja y callamos. Nos propusimos pensar en Cuba y aprendimos con el Padre Varela que primero es pensar. Nos propusimos buscar servir, antes que buscarnos a nosotros mismos y rebrotó el árbol talado.
Volvió a parpadear la pequeña luz. El Espíritu nos recobró la voz como un susurro. Siempre, desde la fundación de del Centro de Formación Cívica y Religiosa el 29 de enero de 1993, y de la revista Vitral el 3 de junio de 1994, hemos creído en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de la semilla, en la potencia de un susurro, en la libertad de la luz en medio de las tinieblas venidas de todas partes.
Aprendimos que no hay cruz infecunda, ni muerte sin resurrección. Aprendimos que la intemperie es dura pero el sol fortalece y la lluvia fecunda. Aprendimos la apasionante aventura de la vocación de los laicos en las entrañas tormentosas del mundo sin paraguas. Aprendimos a creer más en Dios que en las estructuras. Aprendimos a tomar firmemente el timón de la responsabilidad personal para mantener el rumbo de la chalupa. Aprendimos que lo importante es el puerto y no la envergadura del navío.
Aprendimos a ser adultos, coger las llaves de casa e independizarnos sin dejar a la madre que nos formó, ni a los padres que nos guiaron. Regresando cada domingo a compartir la Mesa con la familia y a alimentar el espíritu y la luz con las enseñanzas del Maestro, el único que nunca falla. Aprendimos el hambre de trascendencia y la sed de los valores cristianos de nuestro pueblo.
Y nos asombramos de la acogida que valores y actitudes nacidas del Evangelio encontraban en lo entrañable del mundo; incluso comprendimos que no es estrictamente necesario un lenguaje explícito y tradicionalmente “religioso”. Las actitudes son más evidentes que las palabras, y la palabra oportuna y respetuosa de las opciones de los demás es puente y no muro. Sentimos ese gozo íntimo, inefable, susurrante en las entrañas, del que comprueba que el mensaje es más importante que el mensajero, que hay muchas “semillas del Verbo” en los tuétanos del mundo que solo esperan un espacio, una escucha atenta y respetuosa, un hábitat de amistad cívica y fraternidad para brotar “según sus especies” como es desde el Génesis.
Han pasado 26 años en un mismo proyecto con dos pulmones, del mismo servicio con dos ventanillas, los trece años de la revista Vitral con sus 78 números, más los trece años de la revista Convivencia con sus 78 números. Y tantos que nos dijeron que no se podía fuera de la sombrilla de la Iglesia. Y otros que no pasaríamos del primer intento a la intemperie. Amar a la Patria es aprender a permanecer y servir a costa de sacrificios. Amar a la Iglesia es aprender a servirla de variadas maneras como laicos adultos y responsables. Hemos aprendido la moderación y la prudencia, la verdad y la justicia, tomando las riendas de nuestro propio proyecto de vida. Todo ha sido Don acogido. Todo ha sido Gracia que resucita a la naturaleza. El secreto es ponerse a la escucha. Es acoger las mociones del Espíritu. Y preguntarnos siempre cómo responder a las necesidades de la nación cubana pensando, escribiendo, comunicando, proponiendo salidas y soluciones, desde los valores y virtudes de un humanismo de inspiración cristiana.
Ningún proyecto es obra individual. Ninguna revista se hace sola. Vitral y Convivencia han sido posibles gracias al trabajo en equipo. Esta es otra clave de estos 26 años sin fallar un número, sin cambiar de perfil editorial, sin achicarnos ni desbocarnos. El discernimiento en equipo. Las decisiones en equipo. La selección del lenguaje respetuoso, los temas tratados y la aprobación de las colaboraciones ha sido en equipo. En equipo pensamos mejor, nos acercamos más a la verdad, alcanzamos más moderación y tratamos de alejarnos de los extremismos y radicalizaciones para habitar en un centro flexible, fiel a la realidad, que no hemos confundido con la falsa neutralidad sino con el reconocimiento de todo lo bueno y lo justo donde quiera que estén.
La andadura, casi quijotesca, de Vitral y Convivencia durante más de un cuarto de siglo desmiente ese nocivo criterio, aunque en ocasiones real, de que los cubanos tenemos muchas iniciativas pero poca perseverancia. De que los proyectos duran poco en Cuba porque “tenemos buen perfume pero poco fijador”. El secreto de la constancia es el amor. Quien ama lo que hace, y tiene bien claro el fin para el que lo hace, persevera. Apasionarse por lo que se hace es garantía del amor duradero. El cansancio se remonta vislumbrando el fin. Las podas retoñan porque está honda la raíz. Los medios y métodos se reinventan cuando se es fiel a la savia. Los errores cometidos se rectifican porque el amor todo lo sana y lo perdona.
Hemos sido felices en el servicio a Cuba. Hemos encontrado la realización personal en este proyecto de vida. Hemos mantenido el rumbo por edificar sobre la “Piedra Angular que desecharon los arquitectos”. Hemos podido llegar hasta aquí gracias a la generosidad, la valentía y la gratuidad de todos y cada uno de los que, a lo largo de 26 años, nos han entregado, sin remuneración material alguna, su obra, su pensamiento, sus ilustraciones, su solidaridad, pero sobre todo, han depositado su confianza en la veracidad, respeto y equilibrio que han tratado de mantener, con todos sus fuerzas Vitral y Convivencia, dos estaciones del mismo camino de amor y servicio a Cristo, a Cuba y a la Iglesia.
La gratitud es nuestra única remuneración. Sabemos que la mayor gratificación de los que aman a Cuba es poder servirla en los espacios de libertad, justicia, amor y paz. Eso ha intentado ser Convivencia en estos primeros 13 años y 78 ejemplares. Sus puertas permanecen abiertas para todos sin distinción. Así podemos comenzar a edificar en lo pequeño el hogar nacional, la convivencia fraterna que soñamos para Cuba.
Muchas gracias.
Pinar del Río, 20 de noviembre de 2020
Aniversario del natalicio del Padre Félix Varela