Lunes de Dagoberto
En medio de una crisis que es llamada eufemísticamente “situación compleja”, se ha suscitado un reciente e interesante debate, en diferentes medios, acerca de por qué en Cuba no hay explosiones sociales. No vamos a responder ni a comentar las diversas opiniones, no es nuestro perfil editorial, pero lo que sí nos caracteriza es profundizar, ir a la raíz de cada problema para buscar causas y contribuir a las posibles soluciones.
En mi opinión, se trata de cuál es la escala de valores que determina cada decisión, y de cuál de esas prioridades es más humana, busca más el bien común, cuál cuenta con el consenso más amplio. O, por el contrario, cuál va contra la naturaleza humana, contra los derechos universales, cuál busca el bien de unos pocos o el poder de unos pocos; cuál ha sido decidida sin tener en cuenta ni escuchar el clamor mayoritario de los cubanos.
Tengo la percepción, casi cotidiana, de cuáles son las situaciones más perentorias y básicas que ahora mismo, y desde hace décadas, sufrimos los cubanos. Mencionaré solo algunas: el hambre, la falta de medicamentos y los deficientes servicios de salud, la precariedad y falta de viviendas dignas, la insuficiencia de los salarios, la mala calidad de los servicios y el maltrato a los clientes, la ineficiencia de la economía, la violación por parte de algunas autoridades de las propias leyes, la violencia social, el deterioro moral, el analfabetismo cívico y la indefensión del ciudadano, entre otras muchas. Considero que el Estado cubano tiene los suficientes medios y aguzados mecanismos de delación para medir y precisar esa opinión del pueblo. La mayoría de ellas ya reconocidas por algunas autoridades.
Pero no solo consenso en lo que está mal y debe ser cambiado, parece percibirse que existe también un consenso en tres puntos cruciales tomados de mi conferencia “Retos y misión de la sociedad civil en el presente y en el futuro de Cuba”, impartida en la Universidad de Georgetown en Washington D.C. el 3 de junio de 2015:
“Primer consenso: Debe haber un cambio. Cambio sustancial. Cambio de estructuras y pensamiento hacia las raíces de Varela y Martí.
Segundo consenso: Ese cambio debe ser pacífico. Creo que por primera vez en toda la historia de Cuba, se produce una coincidencia en la oposición de que la vía violenta y las revoluciones armadas no han producido lo esperado. Y que los métodos pacíficos y civilizados del diálogo y la negociación son los únicos aceptables éticamente.
Tercer consenso: Que ese cambio pacífico debe ser protagonizado por los cubanos de dentro, con el apoyo y la participación de todos, en cualquier lugar que estén. Somos una única Nación que formamos la Isla y la Diáspora.”
Siendo ese, aproximadamente, un diagnóstico de la realidad y habiendo pasado durante más de 60 años por diferentes variantes de esas dolencias sociales, se ha experimentado con la gente todas las variantes pero del mismo modelo, exigiendo más sacrificio, sin lograr los resultados que los ciudadanos esperamos. Al contrario, la situación ha empeorado por múltiples causas, siendo la primera, y raíz de todas, “el modelo que no funciona ni para nosotros mismos”.
Entonces viene a nuestra mente una frase atribuida al científico Albert Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Se trata más de una frase de sentido común que de un descubrimiento. Hay otra frase del filósofo y político latino Séneca que complementa la anterior: “Errar es de humanos, perseverar en el error es de necios”. Todos hemos sido responsables de esa necedad. Miedo y pasividad. Intransigencia. Continuidad en el error. Cambiar lo periférico para inventar cómo no cambiar la médula del problema.
Entonces, si se conoce la opinión generalizada de los cubanos; si se han agotado más de 60 años aquí y en otros lugares, para que quede demostrado que repetir lo mismo sin cambiar la esencia no produce resultados diferentes, solo queda cambiar todo lo que deba ser cambiado en su esencia y circunstancia. De una columna anterior en la que propuse una economía social de mercado, algunos sugirieron respetuosamente que solo con cambios económicos no lograrán la transformación de la sociedad. Y tienen razón. Lo que pasa es que el tema tratado en esa columna era económico. Ahora intentaré abrir el diapasón que siempre admitirá otros cambios necesarios y oportunos. Por otra parte no me parece ético, provocar el debate y no proponer. Así que, con todo respeto a la necesaria y rica diversidad de propuestas, expongo estas para empezar:
Se trata de proponer lo que hay que cambiar en Cuba para obtener resultados diferentes, no dice perfectos, no dice óptimos, eso hay que ir evaluándolo y afinándolo cuando se cambie lo esencial. Esta es nuestra visión de hacia dónde debería cambiar Cuba:
- Una nueva filosofía inspiradora: Ante el colectivismo y el individualismo: Un personalismo con una dimensión comunitaria. Bajo el principio de la dignidad plena y la primacía de la persona humana (Enmanuel Mounier).
- Una nueva antropología: un humanismo integral de inspiración cristiana (José Martí y Jaques Maritain).
- Un nuevo proyecto educativo: un empoderamiento para la libertad y para la participación desde Varela, Luz y Martí. Educación participativa y liberadora, con fuerte componente ético y cívico.
- Una nueva visión política: Equilibrio entre los necesarios procesos de renovación de los partidos para evitar la partidocracia, el clientelismo y los populismos electoralista y el rol de la sociedad civil, nuevo nombre de la democracia participativa a través de una proactiva gobernanza.
- Una nueva visión jurídica: Nueva Constitución de la República, centrada en la dignidad plena de la persona humana. Inspirada en la Constitución de 1940 y en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de la ONU y de la OIT.
- Una nueva visión económica: una economía social de mercado, con justicia social y la promoción de las PYMES. Una economía abierta, integrada e interdependiente, eficiente, participativa y solidaria.
- Una nueva visión de los MCS: la Informatización de la Sociedad, el uso de las Nuevas Tecnologías (NT) y una ética personalista en el ejercicio del periodismo en los Medios que combine libertad de expresión con respeto al derecho a la intimidad y a la fama de los demás.
- Una nueva visión de las relaciones internacionales: Basada en los Derechos Humanos, la interdependencia, la integración regional, la solidaridad, la justicia y la paz y el intercambio entre sociedades civiles.
En resumen, que todas las instituciones, partidos, programas, estructuras y sectores de la sociedad estén al servicio de la plena dignidad y de los derechos de la persona humana y que todas tengan como primera finalidad: la búsqueda del bien común en una sana convivencia pacífica en su más alto grado que es la amistad cívica y la fraternidad universal.
Entonces la pregunta no sería por qué en Cuba no hay explosiones sociales o por qué tenemos miedo de que las haya. Quizá podría ser:
¿No sería mejor cambios verdaderos que explosiones sociales?
Yo creo que sí ¿y usted? Pero hay que saber hacia dónde queremos cambiar.
Aquí va una propuesta. Seamos capaces y respetuosos de escuchar y proponer entre todos los cubanos. Estoy convencido de que entre las utopías que nos convocan y la realidad que vivimos hoy, están los pequeños pasos que mantienen viva nuestra esperanza.
Demos esos pasos, creyendo firmemente en la fuerza de lo pequeño y el futuro responderá a la convocatoria que hoy le estamos adelantando.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.