“Los partidos fuera, la Patria dentro”

Lunes de Dagoberto

Quiero traer hoy uno de los temas más candentes y debatidos en muchos países democráticos y también en otros, como el nuestro, donde existe un solo partido oficial pero hay diversos partidos y movimientos no reconocidos oficialmente con diferentes opciones filosóficas y políticas. Se trata del viejo dilema: ¿qué debe poner un buen político por delante, primero, los intereses de su partido o el bien común de la Patria? ¿Qué es más importante, que un partido venza a otro, o que la Nación pueda elegir libremente el programa que mejor sirva al bien común de la Nación y a su sana convivencia pacífica, al mismo tiempo que el vencedor de las elecciones convoque a todos a trabajar mancomunadamente por la República?

Alguno de mis lectores se preguntará sobre la pertinencia de este tema en un país donde no hay libertad política, y un solo partido y una sola ideología se han auto constituido, por la vía constitucional, no sólo en la única opción reconocida, sino en la cabeza y cúpula del poder, incluso por encima hasta del mismo Estado. Pues creo que es muy conveniente y necesario que, desde ahora, vayamos previendo, entrenándonos en el respeto y la convivencia entre los diferentes, en el discernimiento de una escala de valores con la que todo servidor público aprenda a servir primero al bien común de la Nación, claro está, sin abandonar su propia ideología o militancia política. ¿Cómo hacerlo?:

  1. Orientando los programas de cada partido hacia el bien supremo de la Nación. De lo contrario no es un partido democrático sino una secta.
  2. Eliminar de los programas partidistas todo sectarismo o exclusión de aquellos compatriotas que piensen diferente.
  3. Un programa verdaderamente político debe presentar cómo va a dialogar, de qué forma va a negociar, cómo va a buscar alianzas con fuerzas políticas representativas de intereses de otros cubanos que tienen igual derecho a ser respetados, incluidos, escuchados y convocados a trabajar en sana convivencia.
  4. Los otros partidos o movimientos sociales también tienen derecho a encontrar espacios parlamentarios, institucionales, comunitarios y en la sociedad civil para debatir, proponer, presionar, hacer lobby, lo que es hacer política de oposición sin desintegrar al país, sin levantar muros excluyentes o descalificar a los diferentes.
  5. Todo partido debe aprender a discernir y planificar cuál va a ser su aporte tanto si gana las elecciones, cuando las haya, como también prever, discernir y planificar cuál va a ser su trabajo como oposición si las pierde.

Esta es la democracia que me gustaría pudiéramos construir entre todos en nuestro país.

Los partidos políticos son necesarios pero no son un fin en sí mismos 

Los cubanos, dentro y fuera, hemos estado muy atentos (y divididos) siguiendo las elecciones foráneas, sean en Bolivia, Estados Unidos o España. En aquellas elecciones, los que tienen doble nacionalidad, tienen derecho a participar y otros, los que vivimos en Cuba y que no podemos elegir ni a aquellos, ni a nuestro presidente, podemos usar el derecho a opinar, según los criterios libres de cada cual. Opinar sí, ofender no hay derecho. Discrepar sí, descalificar no hay derecho.

Este interés y los intensos debates, en primer lugar, demuestran que la democracia está inscrita en la ley natural y en la condición de todo ser humano. El mundo es diverso y las personas también. Es por esto que se hace necesaria la Educación Cívica para que podamos, como en todos los demás saberes, enterarnos de qué es un partido, qué son y qué buscan unas elecciones, qué es el pluripartidismo, cuál es la escala de valores que mejor sirve a la nación, entre otras esencias del civismo. No me parece superfluo recordar, aunque sea esquemáticamente, esa escala de valores que me parece pudiera servir mejor a los cubanos como soberanos de la Nación:

Primero: El ejercicio libre y pleno de la soberanía ciudadana para buscar el bien común.

Segundo: Los ciudadanos pueden organizarse en movimientos o partidos para ejercer su soberanía.

Tercero: Esos movimientos y partidos no pueden olvidar que representan y sirven al primer punto de esta escala, es decir, los partidos no son un fin sino un medio organizativo y representativo para ejercer colectivamente el ejercicio de la soberanía para buscar el bien común.

Cuarto: Por tanto, la soberanía de cada ciudadano y el bien común de la Patria son el fin de la política y no lo es: perpetuar un solo partido en el poder, alienar la soberanía de los ciudadanos o vencer y profundizar la fractura del País olvidando el bien común y la convivencia pacífica y fraterna.

Quinto: Los partidos están al servicio de la Nación y no al revés.   

Confío en que los cubanos, educándonos cívicamente, lo podemos lograr. Deseo poner el ejemplo de un cubano que era, por opción personal miembro del Partido Liberal, sin embargo, fue de tal forma un patriota de consensos, constructor de puentes, que fue llamado a servir a la Nación en varios gobiernos de diferente color político y, sin abandonar las esencias de su ideología, supo colocar el bien común de la Nación por encima de intereses partidistas. Cubanos como este necesita Cuba ahora y en el futuro.

Me refiero al Dr. José Manuel Cortina y García, abogado, parlamentario, canciller y orador brillante, que nace en Pinar del Río en 1880 y muere en el exilio en 1970. Fue Representante a la Cámara, Secretario de la Presidencia y Presidente de la Delegación de Cuba a la Liga de las Naciones. Además fue Senador, Secretario de Relaciones Exteriores y Ministro de Estado, todo ello en diferentes administraciones.

Al convocarse la Asamblea Constituyente de dónde emanó la famosa Constitución de la República de 1940, la mejor y más adelantada de todas las cartas magnas cubanas, José Manuel Cortina es nombrado Presidente de la Comisión Coordinadora de la misma; bajo su responsabilidad recayó la conciliación y defensa de las principales ponencias. Cada partido buscaba en exclusiva sus intereses y no contribuían a la búsqueda de consensos o alianzas en beneficio del bien de la Patria. La división reinó, nadie quería ceder. Se exigía que cada cual se definiera pero no se buscaba que cada cual contribuyera al bien de Cuba, cediendo algo de lo negociable. Se perdía la visión de conjunto por encerrar la vista en las partes.

El historiador Wilfredo Denie en su libro “Apuntes para una historia de Pinar del Río” nos relata que, en la primera sesión de la Asamblea Constituyente “los ánimos estaban caldeados al extremo, por rivalidades políticas de los partidos concurrentes, amenazando esto con disolver la Constituyente”. El constituyentista José Manuel Cortina pidiendo la palabra, “pronuncia unos de los discursos que quedarán en la memoria histórica de la nación cubana como una enseñanza que trasciende el tiempo y que debe servir de guía a todos los que deseen para Cuba un futuro donde reine el derecho y el respeto, donde los intereses de partido, religión o de género no cieguen el verdadero deber que es la Patria, allí exclamó casi al final de su magistral discurso, este pinareño probo”:

“Aquí debemos apagar pasiones egoístas y estar hermanados en este sagrado propósito de trascendente creación social; y para ello es imperiosa la solidaridad nacional. ¡LOS PARTIDOS, FUERA! ¡LA PATRIA, DENTRO! Llamo la atención, señores, que esta es una Constituyente; que una Constituyente es como un altar de creación, es un templo, y en los templos cada uno está obligado a reprimir sus pasiones. Todos tenemos pasiones en el corazón; todos tenemos fanatismos pero, señores, en momentos peligrosos como estos, no es el fanatismo ni la pasión lo que salva al país; a la Patria solo la salva la compresión”.

Denie continúa diciendo que “con este magnífico discurso, más cívico que político y del que solo les muestro este pequeño fragmento, José Manuel Cortina ayudó a salvar lo que, posteriormente sería una de las Constituciones más avanzadas de su tiempo. Desde entonces muchos amigos le llamaban, con razón “Príncipe de la Palabra”. Cortina ha sido uno de los parlamentarios más insignes de todos los tiempos en Cuba y es, sin duda, un arquetipo de político que supo poner los supremos intereses de la Patria por encima de los programas partidistas.”

Esto demuestra que Cuba ha tenido suficientes tradiciones y ejemplos de personas cívicas que han puesto los bienes de la Nación por encima de sectarismos, ideologías, partidismos, descalificaciones y exclusiones. Como cualquier otra nación, Cuba necesita educación cívica, hombres y mujeres de consenso y mucho respeto por el diferente para aprender a construir puentes y alianzas entre todos los cubanos.

En una palabra, aquello que previó Martí: “Una patria en que quepamos todos”.

Preparémonos todos, en la Isla y en la Diáspora, Cuba lo merece.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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