Lunes de Dagoberto
Se ha anunciado una nueva medida que involucra a la principal agencia de transferencias de remesas de cubanos a sus familias en Cuba. Estoy seguro que los cubanos buscarán y encontrarán otras vías para seguir ayudando a sus parientes en la Isla.
Mi opinión en contra de lo que pueda afectar directamente a las familias, y a favor de la unidad de la familia en la Isla y en la Diáspora, es bien conocida desde hace décadas.
Por eso no me detendré en ese aspecto del asunto sino que quiero profundizar hacia sus raíces y causas fundamentales.
Considero que las causas fundamentales radican principalmente en estos cuatro factores interrelacionados, entre otros:
1. Los salarios insuficientes que el gobierno cubano paga a los trabajadores del sector estatal.
2. El modelo económico impuesto es ineficiente y la productividad es insuficiente para poder aumentar esos salarios o reevaluar la moneda cubana sin crear inflación.
3. La devaluación de la moneda nacional, es decir el peso cubano, cuyo poder adquisitivo ha disminuido de forma crítica.
4. El Estado cubano paga en esa moneda nacional devaluada y vende los principales alimentos, aseos y artículos del hogar en moneda libremente convertible que vienen precisamente por remesas de familiares.
La solución sería que estas cuatro causas fueran rectificadas y que se transitara ágilmente hacia una economía social de mercado. Ello supone la atención a los sectores más vulnerables. Que se liberaran las fuerzas productivas del país mediante la libertad de empresa, la garantía para la propiedad privada y cooperativa y la libertad de comercio interior y exterior por parte de todos los cubanos, incluidos los que conforman la comunidad cubana en la Diáspora.
Estas son las salidas reales y definitivas desde el punto de vista socio-económico.
Sin embargo, existe otra dimensión más profunda y de inconmensurable impacto antropológico y social, que puede afectar la educación laboral de las nuevas generaciones, desfigurar el carácter emprendedor de la cultura cubana y durar mucho más que lo que duren las transformaciones que hemos mencionado.
Esa dimensión deformante y duradera es seguir perdiendo el sentido, el valor y la dignidad del trabajo de los cubanos, sustituyendo con la dependencia de las remesas lo que debe ser cubierto con un salario real, digno, suficiente y con un valor adquisitivo a la altura de las necesidades siempre crecientes de los cubanos.
Vivir solo de las remesas de forma permanente y sistemática es inmoral porque acostumbra a los cubanos a vivir del trabajo ajeno, y a acostumbrarse a que la prosperidad de su vida personal y familiar depende de la generosidad de personas que viven fuera, trabajan con el sudor de su frente y comparten, muchas veces de lo que no les sobra, lo devengado como fruto de su sacrificio diario.
Pero ya lo hemos dicho, no es por aquella “vagancia” voluntaria ni por la falta de vergüenza de los que no quieren trabajar. Se trata de vivir en un sistema cuyo trabajo no tiene productividad, cuyos salarios no alcanzan para nada, cuya moneda se ha devaluado y cuyos mercados venden en una moneda extranjera con la que no se paga el mísero salario.
Ahora los cubanos, una vez más, discutimos y nos dividimos por las consecuencias sin ir directamente a las causas. Vayamos a la raíz del problema: llevamos más de 60 años con un modelo socio-económico “que no funciona ni para nosotros mismos” y ese modelo no se ha cambiado por motivos políticos. No se quiere perder el control estatal sobre la vida de los cubanos y no se quiere liberar total y estructuralmente las fuerzas productivas.
Continúan los subterfugios para acotar y bloquear el carácter emprendedor de los cubanos que, poco a poco, sin darnos cuenta, pero de forma dramática, vamos perdiendo el sentido del trabajo y dejamos que nuestro proyecto de vida dependa de las remesas porque no podemos, no nos dejan, empoderarnos, ni crear riqueza, ni invertir, ni exportar de forma independiente.
Identifiquemos dónde están las trabas internas, exijamos que cada cubano pueda depender de su propio trabajo, y no nos estemos dividiendo por medidas externas cuando la causa está dentro de Cuba y nos toca solamente a los cubanos, de dentro y de fuera, resolver nuestros propios problemas.
Estoy seguro que si esas transformaciones y cambios estructurales se realizaran de forma rápida y ordenada con el protagonismo de los cubanos, no dependeremos de las remesas y no se dividirán nuestras familias por razones políticas, ideológicas o por el lugar de residencia.
Estoy a favor de todo lo que una a la familia cubana, de todo lo que pueda ayudarla, de todo lo que signifique relaciones familiares abiertas, estables y sin bloqueos, pero eso solo se logrará cambiando lo que ha demostrado ser improductivo, insuficiente y deformante.
Eso no depende de las remesas, depende de que la economía, el trabajo, el salario real, la moneda y la libertad de empresa se liberen de los bloqueos internos, y eso nos liberará de los bloqueos externos. Ambos perjudican a las familias cubanas pero no confundamos las consecuencias con las causas.
Hay que ir a la raíz del problema y resolverlo.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.