Aunque en los últimos meses, la crisis generada por el coronavirus desplazó parcialmente el debate sobre el reordenamiento monetario y cambiario, proceso que ha de incluir la tan mencionada unificación monetaria, este sigue siendo un tema central cuando de generar crecimiento económico y prosperidad se trata. Las autoridades cubanas parecen reconocer ese hecho y han incluido la reforma monetaria en el paquete de medidas que se han anunciado como estrategia para superar la crisis actual, y nuevamente vuelve a estar sobre la mesa el tema, nuevamente se adueña de los titulares y del debate público en general. Sin dudas, un tema que preocupa a muchos y que ha sido ampliamente estudiado por economistas cubanos, generándose un consenso en la imperiosidad de acometer dicha reforma lo antes posible y acompañándola de otras reformas fundamentales que eviten consecuencias negativas excesivas.
Los dos tipos de cambio existentes en nuestra economía, con un tipo de cambio oficial para el peso cubano sobrevalorado (1CUP=1USD), la coexistencia de dos monedas nacionales y una extranjera en el último año, generan distorsiones importantes en el funcionamiento de la economía, principalmente en el sistema empresarial estatal que es fundamental para la economía, donde los niveles de productividad, la eficiencia y otros indicadores se ven afectados sensiblemente por las profundas distorsiones monetarias existentes.
Algunas de estas distorsiones impactan sobre el exceso de importaciones (un mal que padecen no pocas empresas cubanas), pues debido al tipo de cambio se subsidian las mismas, y al mismo tiempo se afectan negativamente las exportaciones pues el tipo de cambio funciona como un impuesto a estas, dificultando aún más la inserción de Cuba en mercados internacionales y la captación de divisas. Además, la contabilidad de las empresas se disloca evitando que podamos tener una medición real de la economía, saber qué empresas están siendo rentables o no, entre otros aspectos. Es fundamentalmente por estos motivos, por los que se debe reorganizar el sistema monetario cubano, de forma tal que podamos contar con un peso competitivo, convertible y fuerte, que sirva de base sobre la que se avance en el desarrollo productivo del país.
Al mismo tiempo, enfrentar este proceso de reorganización monetaria y cambiaria traerá costos para la economía y la sociedad en general, motivo por el cual en los últimos años se ha venido demorando dicha transformación. Por un lado, los niveles de inflación podrían dispararse generando una caída brusca del poder adquisitivo de los salarios, descontento social y otros impactos económicos, sociales y quizás políticos. Al mismo tiempo, saldrían a flote empresas ineficientes que son subsidiadas en la actualidad, las que tendrían que cerrarse o readaptarse al nuevo escenario, proceso que igualmente podría ser costoso para el país. Ahora bien, ¿vale la pena afrontar este reto a pesar de estas consecuencias negativas y otras que sin lugar a duda surgirán en el proceso? ¿Cuáles son los costos de seguir demorando la reforma monetaria y cambiaria en nuestra economía?
Los costos no son otros que los mismos que hemos estado pagando en los últimos años en la economía cubana. La economía se encuentra en un círculo vicioso en el que el crecimiento, el bienestar social y el desarrollo parecen metas inalcanzables. La situación económica y social se deteriora, pues el sistema productivo no responde, la moneda no cumple las funciones del dinero (ahorro, unidad de cambio, etc.), las exportaciones disminuyen, se importa demasiado y con una estructura deformada, la inversión extranjera no despega, la inflación impacta el poder adquisitivo negativamente, entre otras consecuencias que hemos experimentado en los últimos años en Cuba.
De este modo, y de acuerdo con la opinión de muchos economistas cubanos estudiosos del tema, los costos de no afrontar este proceso son mayores que los de enfrentarlo, pues es una reforma base sobre la cual podrían emprenderse otras, que de lo contrario tendrían una compleja implementación y que podrían fracasar. Este no es el único problema que tiene nuestra economía, y quizás no sea el mayor tampoco, pero sin duda es un fuerte obstáculo al desarrollo, uno que ya se ha extendido demasiado en el tiempo y que es hora de que encaremos.
En este sentido, y a pesar de los efectos negativos, es positivo que se vuelva a retomar el debate sobre la reforma monetaria y cambiaria, y sería muy bueno que en esta ocasión no aparezcan nuevos frenos, sino que se acometa de una vez dicho reordenamiento. Además, sería muy recomendable que se haga teniendo en cuenta la opinión y experiencia de académicos cubanos que han analizado por años el tema y que a menudo proponen soluciones que hacen posible avanzar en este sentido minimizando costos sociales y económicos excesivamente dañinos.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.