La crisis por la que atraviesa nuestro país, -multidimensional, vieja, profunda, etc.- no parece avanzar a su fin, o hacia un estado superior en el que se mejoren las condiciones de vida para los ciudadanos. A pesar de que muchas de las decisiones que cambiarían el panorama nacional, y que posibilitarían avanzar a condiciones de vida más humanas y construir un país próspero y sostenible, no dependen directamente de los ciudadanos o de su voluntad de cambio, sino que pasan por el sistema político totalitario, ineficiente e inhumano existente, existen algunas decisiones que sí podemos asumir de forma individual y que pueden generar cambios en nuestra vida desde lo pequeño, cambios en nuestro estilo de vida y la forma como nos relacionamos con los demás, cambios en nuestros barrios, trabajos, y en nuestras comunidades.
Personalmente, tengo la convicción de que hay mucho que podemos hacer, de que nuestra vida puede cambiar para bien, y nuestros ambientes también, sin esperar a que se solucionen problemas más grandes, que no dependen completamente de nosotros y que toman tiempo. En este sentido, algunas de esas actitudes que invito a vivir, especialmente en tiempos de crisis, de desesperanza y de incertidumbre, y que de seguro desatarán cambios positivos en nuestra vida personal y en nuestros ambientes, son las siguientes:
- Vivir con alegría. No la alegría pasajera, momentánea, superficial, que a menudo es fruto del libertinaje, sino la alegría de quien se sabe vivo, amado, y con dignidad. Esta alegría, puede cambiar la forma como vemos la realidad que se nos presenta y la manera como nos posicionamos frente a la misma, puede ayudarnos a aceptar lo que no está en nuestras manos cambiar, e impulsarnos para cambiar lo que sí podemos. Esta alegría genera esperanza, fortalece en las dificultades, garantiza la perseverancia frente a los retos de la vida. Esta alegría es vital, en un país donde los ciudadanos no paramos de lamentarnos, de criticar y señalar los problemas de la realidad, pues es esta actitud la que puede sacarnos de ese círculo vicioso para encaminarnos en el camino del cambio personal y social.
- Vivir agradeciendo. Así mismo, resulta importante que seamos agradecidos, que vivamos nuestra vida con la humildad de quienes son agradecidos y se reconocen limitados, seres perfectibles y abiertos al aprendizaje, el trabajo en equipo y la superación constante. Dar gracias por las cosas buenas e incluso por las no tan buenas, asumiendo la vida y cada reto que con esta se presenta como una oportunidad para ser mejores e intentar construir una sociedad mejor. Desde esta perspectiva, la crisis no es un fenómeno completamente negativo, sino que puede ayudarnos a reinventarnos, a superarnos, a cultivar la perseverancia para al final salir de los problemas más fortalecidos.
- Vivir para servir. Y la tercera, y más importante actitud que sugeriría poner en práctica en estos momentos de turbulencias que atraviesa nuestro país, es la de cultivar el servicio al otro, vivir la vida no solo para nosotros sino también con y para los otros. Tal y como nos dijera en su visita a Cuba el Papa Francisco “quién no vive para servir, no sirve para vivir”. Hay muchos cubanos que necesitan de nosotros, nuestra Patria necesita de nosotros, solo hemos de abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor con actitud de servicio, mirar la realidad y los problemas de la cotidianidad no con lamento o como algo ajeno, sino como una oportunidad para buscar soluciones, una oportunidad para ayudar a los otros a sobreponerse a los obstáculos.
Si vivimos con alegría, alegrándonos y con el compromiso de servicio a los demás y a nuestra sociedad en general, de seguro superaremos de mejor manera los problemas de la realidad, de seguro estaremos avanzando hacia una mayor convivencia y paz social y hacia un país más humano y desarrollado. Estos son pequeños cambios, que pueden hacer grandes diferencias en nuestra vida. ¡Intentémoslo!
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.