Sin dudas, la crisis por la que atraviesa nuestra nación y que abarca a todos los sectores y aristas de la vida en sociedad, resulta a menudo, un motivo de tristeza, de angustia, de rabia, y muchos otros sentimientos o emociones que son fruto de la frustración que experimentamos los seres humanos cuando las cosas se ponen difíciles o cuando no podemos elegir, decidir, cambiar los acontecimientos, realizarnos plenamente, etc. La vida impone retos fuertes en esta hora de Cuba, especialmente para quienes viven aquí, retos difíciles de afrontar, retos que a menudo invitan al exilio como alternativa al sacrificio, retos que parecen matar la esperanza de los cubanos en este hermoso país, retos que desilusionan a los jóvenes y que crean un círculo vicioso de desesperanza-queja-escape-ausencia de proyectos de vida aquí y ahora.
No obstante, existen algunas ideas que pudieran ser de utilidad para quienes como yo, en ocasiones caen en la desesperanza, el desánimo, el pesimismo, la queja o la ausencia de certezas sobre el futuro personal y social. Estas ideas pueden ayudarnos a afrontar lo que considero el mayor y mejor de los desafíos que podríamos plantearnos los cubanos en este momento de crisis: buscar razones para la esperanza, razones para vivir, razones para respirar y para intentar ser felices a pesar de las pruebas y los obstáculos, razones para ser optimistas, y para creer en nosotros mismos y en nuestro hermoso país y su gente. Entre otras, señalaría las siguientes:
- Acepto mi realidad pero no me conformo con ella: aceptar que no somos capaces de cambiar todo lo que nos rodea, que hay que dejar cosas en manos de otros, de la providencia o del destino, aceptar quiénes somos, cómo somos, de dónde venimos y cuál es la realidad que nos ha tocado vivir, aceptar nuestras virtudes y defectos, así como reconocer las cosas buenas y las malas de nuestra sociedad. Esta ha de ser una actitud fundamental en la vida de quien quiera tener esperanza, de quien quiera creer que las cosas cambiarán para mejor y avanzar en ese camino sin desesperar, sin dejar de encontrar un sentido en las cosas que suceden. Ahora bien, aceptar no es lo mismo que conformarse, el conformismo no es bueno, pues es enemigo del progreso, de la búsqueda de soluciones, del mejoramiento material y espiritual de las condiciones de vida, el conformismo es darse por vencido, es no intentar superar los retos que se presentan, es no creer que detrás de cada crisis hay siempre grandes y bellas oportunidades de construir una vida personal y social mejor y más plena.
- Participo, actúo, trabajo, estudio, me esfuerzo por construir razones para la esperanza: en coherencia con la idea anterior, no conformarse implica actuar, tomar partido, movernos, ponernos en acción para hacer que la vida sea mejor, para hacer que la crisis sea menos severa, para trabajar junto a quienes nos rodean para que construyamos mejores condiciones de vida, para que maduremos como sociedad y como persona, para que encontremos proyectos de vida que nos permitan la realización personal y social de todos y cada uno de los cubanos. Cada espacio en el que nos desenvolvemos y cada persona con quien nos relacionamos ha de ser entendido para los cubanos como una oportunidad de cambiar y de mejorar, de criticar constructivamente y de acompañar proactiva y propositivamente, de sembrar, de dar sin esperar recompensa, de cultivar valores y virtudes éticas que consoliden la amistad cívica y la convivencia social.
Como joven cubano, y como ciudadano común que vive y experimenta a diario los desafíos que impone nuestra realidad, reconozco y percibo que es difícil creer, soñar y tener esperanzas en la Cuba de hoy, especialmente en momentos como los actuales en que las condiciones de vida materiales y espirituales se deterioran rápida y preocupantemente. Sin embargo, creo que es importante aprender a vivir y vivir con calidad, es decir ser feliz, encontrar un proyecto de vida, y realizarnos como personas, sea cual sea ese espacio que nos ha tocado vivir, y el momento de la historia. La esperanza y la felicidad es algo que se conquista independientemente del sistema político, de las condiciones materiales de vida, del lugar donde estamos o de las crisis que hemos de enfrentar. Nadie puede quitarnos la esperanza, la alegría al enfrentar la vida, la libertad al tomar decisiones, la voluntad de hacer el bien, de ayudar a los demás, y muchas otras actitudes que pueden permitirnos una vida mejor, de más calidad. ¡No desaprovechemos las oportunidades que siempre surgen en nuestros ambientes, y que pueden convertirse para nosotros en razones de esperanza!
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.