Lunes de Dagoberto
En los últimos meses se ha incrementado la invasión y el uso de la vida privada y la intimidad de los cubanos violando sus redes, su familia, su sexualidad y otras dimensiones de su existencia, exponiéndolas a través de Internet o de otras vías tratando de denigrar su reputación, e incluso utilizando la vida estrictamente personal como presión para atemorizar o desprestigiar a los que son víctimas de esta vieja variante de “linchamiento mediático”.
En todos los países civilizados del mundo estas actitudes y acciones son reprobadas y constituyen un signo de la calidad de los ciudadanos, la crisis de valores, la pobreza de la convivencia social y las violaciones consentidas de la propia legalidad. Por otro lado, solo reciben el rechazo explícito, vergonzante o incluso, silencioso de la inmensa mayoría de los ciudadanos que inmediatamente se solidarizan con la víctima y aumentan la sospecha y el descrédito de los victimarios. En Cuba, como en cualquier otra latitud, sea por razones políticas, morales o de poca formación de las personas que lo ejecutan o consienten, estos métodos hablan muy mal, tanto de los que los perpetran como de los que los toleran sin aplicar la ley y los códigos éticos de los medios y las redes.
Por lo general, la vileza se esconde bajo el anonimato, los perfiles falsos y la complicidad de otros que se prestan para compartir, difundir o consentir en estos métodos de tan baja catadura y que son del todo negativos sea desde el punto de vista ético, cívico y legal.
Desde el punto de vista ético, la violación de la vida privada, sexual, familiar o de cualquier tipo, refleja un grave deterioro de los valores y virtudes de quienes se prestan y de quienes lo permiten o difunden. La eticidad de la nación se mide por la conducta pública de cada uno de sus ciudadanos y debe ser educada, respetada y custodiada, por cada compatriota, por las familias, la escuela, la sociedad civil, las instituciones del Estado y los encargados de que la legalidad, las buenas costumbres de respeto y la no invasión en la privacidad de cada una de las personas sean cumplidas con tolerancia cero. De lo contrario, la complicidad se convierte en delito.
Desde el punto de vista cívico, la exposición en las plazas públicas mediáticas de la intimidad de los ciudadanos y sus familias puede ser lesivas tanto para cada persona como para el mismo Estado. El civismo de los ciudadanos es uno de los signos vitales de toda sociedad. Por el grado de civilidad que acompañe a los comportamientos de cada cubano y de las instituciones políticas, económicas y sociales, se podrá medir el grado de madurez personal, de la presencia y el uso de ideas y razones para un debate cívico y no el uso de métodos inaceptables desde el punto de vista ético y cívico.
Desde el punto de vista legal, la publicación de la privacidad y la intimidad de los ciudadanos, de su sexualidad y de sus familias viola un precepto de la Constitución de la República de Cuba de 2019 que dice textualmente:
“ARTÍCULO 48. Todas las personas tienen derecho a que se les respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal.”
Los responsables de la legalidad cubana tienen la responsabilidad de pronunciarse y proteger el ejercicio de cada ciudadano de este derecho fundamental. En otras naciones el uso de la propia imagen y de la voz o grabaciones privadas, debe ser autorizado explícitamente y por escrito por sus propietarios. El uso en las redes sociales, medios oficiales u oficiosos o personales de la imagen, la voz, la intimidad, de cada cubano y sus familiares o relaciones, debe ser denunciado, rechazado y legalmente castigado e indemnizado por los órganos que tienen como misión garantizar el orden y la legalidad ciudadana. El deterioro de esta garantía pudiera conducir a un deterior moral de la nación que puede desestabilizar, revertir y exorbitar la convivencia pacífica por la crispación de los afectados que, por otra parte podrían reaccionar a estas vilezas con protestas pacíficas que en todo momento, pero sobre todo en estos tiempos de crisis interna, aumentarían la crispación, la confrontación y la violencia. Mientras más bajos sean los métodos utilizados y más visible sea la tolerancia con los mismos, más inestable y peligrosa se pudiera volver la sociedad. La imagen de Cuba en el exterior puede deteriorarse, hoy que las redes ponen a la luz del mundo todo lo que sucede.
Necesitamos respeto, mucho respeto. Necesitamos revisar los métodos, todos los métodos. Aún más aquellos métodos que desintegran, enconan y rebajan el nivel de la convivencia en nuestro país. Necesitamos un debate público sobre las ideas y los modelos de desarrollo para Cuba. Quienes cierran la puerta a un debate público serio, ético, cívico y profundo abren la puerta a la degeneración de los contenidos y métodos que hablan muy mal de la educación y las relaciones sociales entre los cubanos. Quienes replican métodos antiéticos y de baja catadura cívica, fomentan una cochambre social que en nada ayuda al bien de la Patria. Quienes toleran, disimulan, se callan o son cómplices de estos métodos inapropiados seremos responsables, desde la ciudadanía o desde las instituciones del Estado, de la degeneración de la vida en Cuba.
No nos dejemos vencer por las bajezas. Creo en el mejoramiento humano y en la capacidad de recuperación de los cubanos. Para parar estos métodos bajos, los cubanos tenemos todo lo que necesitamos para sanar este daño antropológico:
- Somos herederos de una reserva ética y una decencia cívica que pusieron en los cimientos de la Patria Varela, Luz y Martí, y todos los padres fundadores de la Nación.
- Las familias cubanas, especialmente las abuelas y abuelos, todavía conservan y transmiten los valores, las virtudes y la decencia que deben identificar a Cuba.
- Las Iglesias y otros grupos de la sociedad civil cuentan con los métodos educativos, formadores de la conciencia, influencia en la sociedad, como para contribuir al saneamiento de estos métodos bajos y la promoción de un diálogo nacional sobre ideas, modelos y propuestas cívicas, políticas y morales.
- Las escuelas y otras formas de educación ciudadana deberían condenar clara y sistemáticamente estos métodos en las nuevas generaciones antes de que sea demasiado tarde y la degeneración de la sociedad marque el futuro de Cuba.
- El sistema jurídico cubano cuenta con los preceptos constitucionales y legales necesarios para evitar y castigar a quienes usen esos métodos, sean quienes sean y vivan donde vivan. Es necesario cumplir también con esa parte de la ley.
- Los “influencers”, los jóvenes que protagonizan las redes en Internet, y todos los que tenemos acceso a esas nuevas tecnologías, deberíamos evitar, emitir o compartir esos mensajes desmoralizantes, ilegales y poco cívicos. Cuidemos el lenguaje oral y gráfico. El lenguaje y los métodos hablan alto y claro de la calidad de las propuestas y los protagonistas. El fin nunca debe justificar los métodos y menos los inmorales y los degradantes de la persona humana. No todo vale.
El respeto, la decencia y las ideas son los pilares de la democracia, la libertad y los cambios que Cuba necesita. Cambio sin decencia conduce a un futuro peor. Orden sin respeto a la privacidad de personas y familias conduce a más desorden e inestabilidad. Rompamos el círculo vicioso del “Y tú más”, del “ojo por ojo” y del uso de los mismos métodos y lenguaje que son reprobables en aquello que queremos cambiar o entre aquellos que deben fomentar el respeto, la eticidad, la altura de miras y la convivencia pacífica y fraterna.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.