CENTRARNOS EN LO ESENCIAL

Lunes de Dagoberto

Hace unos días un amigo me preguntó qué era lo esencial para mí en el futuro de Cuba. En tiempos de crisis y cambio de época hay que centrarse en lo esencial para no perder el rumbo, para no enredarse en la madeja, para no dejarse manipular, para tener un sentido en la vida. Pero no se trata solo de filosofía, es la médula de la praxis cotidiana, enfocarse en lo que consideramos el centro y la raíz de nuestra vida y de la sociedad en que vivimos es garantía de estabilidad y brújula para nuestra actuación.

Las crisis son todo lo contrario: son causa de desestabilización, turbulencia para descentrarnos, dispersión de reclamos que nos van desintegrando hasta negar con algunos actos lo que sostenemos como opción fundamental de nuestra vida. Las crisis favorecen la confusión de: la causa con la consecuencia, la víctima con el victimario, el tronco con la rama, lo estructural con lo cosmético, lo perenne con lo circunstancial, los valores con lo que se usa, la envoltura con el contenido. Tal como estamos viviendo la crisis holística en Cuba, considero que hacer este ejercicio de discernimiento es de vida o muerte, de vivir en la verdad o encajarnos la mascarilla de una vida en la mentira.

Este tipo de confusión trae desorientación, que nuestro interior se divida, se disperse, se fracture y caigamos en el desánimo, en la depresión, en la desesperanza. Creo que una de las causas del desarraigo, de las ganas de escapar, de arriar las velas y dejarnos empujar al pairo de los vientos de la cotidianidad es, precisamente, no centrarnos en lo esencial, es no enfocarnos en nuestro proyecto de vida, en no tener un horizonte claro, una visión diáfana de nuestro futuro personal y social. Por cierto, que el argumento de que en Cuba nadie puede tener esa visión de futuro, por la incertidumbre propia de la situación actual, es una de las debilidades de nuestra subjetividad que nos hace más vulnerables a las presiones, a las desviaciones, a ser víctimas de la manipulación y el miedo.

Digámoslo claramente: Sin centrarnos en lo esencial nos perdemos. Sin el discernimiento de lo que es un valor primordial y lo que es oportunismo o acomodamiento, nos destruye el relativismo moral del “todo vale”. En tiempos en que las instituciones que dan o deberían dar anclaje a nuestras vidas como la familia, la escuela, la Iglesia, pareciera que callan o subsisten en medio del “ruido” de la crisis, necesitamos ancla, puerto y horizonte. Si nadie nos ayuda, si todos miran para su ombligo o para la tabla de salvación sus propios intereses, si nadie sube al palo mayor o baja a las máquinas de las mística y motivaciones esenciales, entonces no hay más remedio que responder a aquella llamada de Jesús de Nazaret a su amigo Lázaro, muerto, enterrado y mal oliente, como muchas de nuestras realidades en Cuba, como muchos de nosotros: “A ti te digo: levántate y anda” (Marcos 2,11). Así nos ha escrito el Obispo a los pinareños.

¿Qué significa, en Cuba, “levantarse y andar”? 

En mi opinión, creo que levantarse significa levantar la cabeza y pensar con ideas propias y claras, significa erguir el cuerpo y no pedir una carga ligera sino una espaldas fuertes para el compromiso, y aguantar las consecuencias del compromiso que nos apalean de un lado y de otro. Levantarse es desterrar la violencia interior, la violencia verbal, la violencia mediática, la violencia física sobre los demás. Cuba necesita un levantamiento ético y cívico, que no es la moralina tradicional o patriarcal, ni los códigos morales por departamento: de la cintura para abajo o de la cintura para arriba. Cuba necesita un levantamiento de confianza y no de un ejército de delatores. Cuba necesita un levantamiento de paz no de lenguaje y acciones guerreristas que enfrenten cubanos contra cubanos. Cuba necesita un levantamiento de confianza, de fe en el mejoramiento humano, un levantamiento de virtud. Cuba necesita un levantamiento de un diálogo auténtico, incluyente, plural, democrático y sin dividir a los cubanos en bandos, ni proclamas de que la calle es de unos y no de todos, con todos y para buscar el bien de todos, el bien común. Cuba necesita de las cuatro patas de una esencial decisión: silencio interior, inteligencia emocional, ejercicio de la razón y discernimiento hacia una prospección estratégica.

Cuba necesita no solo levantarse sino andar. Avanzar hacia las transformaciones esenciales, hacia los cambios estructurales, hacia la mayor libertad con responsabilidad, justicia con magnanimidad. Cuba necesita andar con la verdadera soberanía que no es un discurso, sino el ejercicio político, económico y cívico de todos sus ciudadanos sin tutelas ni exteriores ni de un grupo de cubanos “que saben y dictan” sobre otro grupo de cubanos, la mayoría, que “no saben y copian”. Cuba necesita andar hacia el horizonte alcanzable de la despenalización de la discrepancia, de la sanación del daño antropológico, de la igualdad de oportunidades de todos los cubanos, los que piensan de una forma y los que piensan de otra, respetándose mutuamente.

Cuba necesita avanzar hacia la amistad cívica y no el enfrentamiento ideológico, y la condena y la exclusión del diferente. Cuba necesita avanzar hacia una verdadera reconciliación nacional que pase por las estaciones intermedias de la recuperación de la verdad y la memoria histórica, una justicia transicional e integral repleta de magnanimidad que significa “alma grande”, de la abolición total y para siempre de la pena de muerte, de la reconstrucción del tejido de la sociedad civil, seguir andando hasta arribar a un porvenir en que Cuba viva y disfrute de una convivencia pacífica, civilizada, próspera y feliz.  

Nada de eso se puede hacer viviendo en el miedo, en la crispación, las exclusiones, la descalificación, las violaciones de la propia ley y de la intimidad de las personas y las familias. No podremos levantarnos y andar mientras las soluciones sean los regaños, las amenazas, las brigadas de enfrentamiento y el recurso de las fuerzas armadas. La pandemia no es una guerra ni debe ser convertida en eso. Un país que condena todas las guerras fuera, no puede tener en la mente y usar el modelo y los medios de que las crisis y las indisciplinas de su propio pueblo debe ser el de una batalla, el de una guerra. La pandemia, la crisis, el futuro de Cuba no avanzará dividiendo, enfrentando, sino uniendo, educando, convocando, serenando, incluyendo, dialogando, creando más confianza, no más delación, creando más convivencia, no reclamando para un bando lo que es patrimonio de todos.

Tengo la convicción de que el camino del enfrentamiento conduce a la violencia y al caos. Y el camino de la unidad en la diversidad, aceptando y convocando al diferente que no es un enemigo, ni es mercenario, sino que todos somos compatriotas, ese camino de unidad, de libertad, de responsabilidad, de educación, de concienciación, de convencimiento, de diálogo, nos conducirá a superar la pandemia del coronavirus sin perder la unidad entre cubanos y a vencer la tentación del uso de la represión, la violencia, la fuerza armada contra el propio pueblo. Todos debemos educar, dialogar, convencer, serenar, no acomodarse, vivir en la verdad no simular, levantar la cabeza con ideas y propuestas y no los puños y los empujones.

Para ello es necesario centrarnos en lo esencial. Y para mí lo esencial es la vida. Pero no se puede defender la vida a costa de la paz social. Para mí lo esencial es la dignidad de la persona humana, de toda persona humana, cada una de las personas de los cubanos y no solo de los que piensan como yo. No se puede alcanzar la unidad destruyendo la diversidad. Para mí, lo esencial son todos los derechos humanos para todos y no se pueden defender algunos derechos como la salud y la educación aplastando otros como la libertad de expresión, la crítica constructiva, la propuesta transformadora. Para mí lo esencial es que no haya unos cubanos que crean que son los que saben, que son los que tienen, que son los que pueden, que son los soberanos, por encima de otros cubanos, que son los que no saben, los que obedecen, los que son susceptibles de manipulación, que no piensan sino se venden, que no son dueños de su existencia sino actores de un guión hecho por otros. Para mí lo esencial es la justicia social y la convivencia pacífica. Lo esencial es que cada cubano pueda ser libre, progrese con sus propios esfuerzos, viva con su propio trabajo y alcance los mayores grados posibles de felicidad.

Para ello hay que centrarse en lo esencial, no dejarse manipular, mantener la integridad de nuestro interior, de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestra voluntad, dejar a un lado lo circunstancial, lo que nos divide, lo que encona y emponzoña y cultivar el amor que, según Martí, es la fórmula triunfante para el bien de todos los cubanos.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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