El problema de la vivienda en Cuba es un asunto a tratar desde los tiempos de la República. La situación se ha ido agravando en la medida en que las políticas públicas implementadas no han sido suficientes y la crisis económica del país se ha agudizado. Las afectaciones producidas por fenómenos naturales como huracanes, tornados e intensas lluvias, han provocado la pérdida de gran número de viviendas y el deterioro de otras. Estos son factores que van generando un efecto acumulativo para el cual urgen las soluciones y se demanda una elevada capacidad de gestión gubernamental.
Es típica la convivencia de más de dos generaciones en un hogar. Ello puede crear condiciones que generen un clima de intolerancia y violencia verbal. Los más jóvenes necesitan, llegada la hora y si lo desean, la emancipación para poder desarrollar su proyecto de vida. Al verse limitados estos derechos, muchas veces el problema real conduce a soluciones poco convenientes o deseadas. Me refiero, principalmente, a la emigración producida por múltiples causas, pero que alberga, entre ellas, la falta de espacios de realización personal en la Isla.
El viejo y sabio refrán de “el que se casa, casa quiere” puede llegar a convertirse en una quimera, y esto puede constituir un freno al compromiso, a la unión desde la mutua libertad, voluntaria y sin más intereses que el amor. Cuando un joven concluye su etapa de estudios o alcanza la mayoría de edad y se inserta en la vida laboral, comienza a devengar un salario que no le permite la compra o construcción de un hogar en que formar la futura familia.
En este sentido, podríamos recordar algunas de las medidas que resultarían factibles, no solo para la juventud, sino para la población cubana que vive y sufre las carencias materiales y la inaccesibilidad a una vivienda. En primer lugar, el país debería garantizar la producción de materiales y facilitar el acceso de todos a su compra. La producción sostenida y los precios en correspondencia con los ingresos medios del ciudadano son elementos intrínsecos a la disponibilidad de los recursos. En segundo lugar, el Estado podría mantener una política crediticia ajustada a la realidad, es decir, permitir el acceso a créditos que cubran los montos a los que ascienden los materiales de la construcción y disminuir la burocracia en las gestiones.
En este escabroso tema las prioridades son importantes, y cada ciudadano mirará desde su óptica qué caso es el más relevante: los damnificados por un evento climatológico y los que no quieren emigrar y han optado por hacer su proyecto de vida aquí y ahora. En todos los casos, pensar el hogar en Cuba requiere reconocer por parte de la sociedad y las instituciones, como decía el apóstol, que “Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí, y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza de la patria”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.