Recientemente he leído una nota del diario Cubanet citando un informe de Heritage Fundation (www.heritage.org) donde se presenta un ranking de países de acuerdo con las libertades económicas en cada una de sus realidades. Como era de esperar, Cuba se encuentra al final de la lista entre los países con menores libertades desde un punto de vista económico, lo cual incluye entre otras cosas las finanzas, el comercio, los derechos de propiedad, inversiones, libertad empresarial, salud fiscal, gastos del gobierno, etc. Todas estas cuestiones están estrechamente ligadas con el modelo de gestión económica y las reglas del juego existentes en la economía cubana, además de representar cuestiones clave para el crecimiento económico.
Este informe me hizo pensar en la tesis fundamental que manejan Acemoglu y Robinson en su libro “Por qué fracasan los países”, la cual se refiere a las instituciones económicas inclusivas como factor fundamental para explicar la prosperidad y la riqueza de los países, mientras que como principal causa del fracaso económico, la pobreza, las desigualdades y otros problemas, destacan las instituciones económicas extractivas. Sin dudas, cuando se habla de instituciones económicas inclusivas, estamos hablando -entre otras cosas- de instituciones que garantizan los elementos señalados anteriormente para explicar el comportamiento de las libertades económicas según el informe de Heritage Fundation.
En dicho informe, claramente se evalúa a los países de acuerdo con la forma de sus instituciones económicas, bajo el criterio de libertad económica se analiza qué países cuentan con estructuras más inclusivas y qué países con estructuras económicas más extractivas. El resultado de dicho análisis ubica a Cuba en el puesto 178 en una lista de 180 países, con Venezuela y Corea del Norte como los únicos dos países con menos libertades económicas. De este modo, el estudio confirma lo que los cubanos sabemos de la experiencia vivida: la principal razón de la pobreza, del desabastecimiento, de las desigualdades, la corrupción y otros problemas que nos afectan, es la naturaleza de las instituciones económicas cubanas, es su patrón extractivista, que limita y elimina la libertad económica mediante las trabas a los negocios, la inversión, el emprendimiento, el comercio, la propiedad, entre otras.
En otras palabras las instituciones económicas cubanas no respetan ni a la persona, ni a las leyes del mercado, ni a la naturaleza humana en general. Es por ello por lo que el Estado, pasa por encima de estas realidades para imponer administrativamente, centralmente, autoritariamente, las reglas del juego. Volviendo al libro citado, en este caso estaríamos en clara presencia de instituciones extractivas que lejos de servir a los ciudadanos y a las naciones, se sirven de ellos para el bienestar de una élite empoderada. El resultado no es otro que el estancamiento económico, la pobreza, las desigualdades, y muchos otros males que son perfectamente comprobables en la realidad cubana de los últimos sesenta años.
La historia, la ciencia, y la realidad cubana actual muestran que la mejor manera de avanzar hacia el desarrollo, de mejorar las condiciones de vida de las personas, y de generar una prosperidad sostenible es respetando la libertad de las personas, y generando las oportunidades y capacidades necesarias para que podamos hacer uso efectivo de nuestra libertad. Si bien es cierto que determinados grados de centralización y planificación estatal son beneficiosos, pues el mercado no se autorregula automáticamente como señala la teoría económica clásica, también es cierto que ningún sistema político o económico es capaz de reemplazar los efectos para una economía de la creatividad, la libertad, los incentivos y muchos otros factores que son inherentes a la naturaleza humana, y que son la base y fundamento de las instituciones económicas inclusivas. La coyuntura de crisis actual, nos ofrece la oportunidad de repensar estos temas, de mirar más allá de los límites que impone la ideología, de rescatar el valor de la libertad como una virtud esencial para el desarrollo de la persona, y en este caso, de la libertad económica para el desarrollo de la economía. Avanzar hacia instituciones económicas más inclusivas, ampliar las libertades económicas fundamentales y respaldar legalmente dicho proceso, serían pasos fundamentales hacia un futuro verdaderamente próspero y sostenible, sería además la mejor respuesta económica que podríamos dar a la pandemia que nos azota.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.