“Ámese, puesto que ama al hombre, al artista nuevo de Cuba”

“La lista de la lotería”. Obra de Joaquín Tejada.

Homenaje a Martí desde las artes plásticas

Termina José Martí su artículo sobre Joaquín Tejada y su cuadro “La lista de la lotería”, invitando a amar al pintor nuevo de Cuba, al que “no tiene pinceles para los vanos y culpables (…) sino para los adoloridos y creadores”. Esta idea atraviesa el texto de principio a fin.

Joaquín Tejada estaba de paso en Nueva York, y Martí escribe sobre la que considera su obra mayor de entre las telas que se exponían en esa ocasión: “La lista de la lotería” o “La confronta de billetes”. Alaba y venera al artista por el compromiso social con la gente de su tiempo y de su entorno: los pobres de la tierra. Al punto, que no solo en Cuba, sino que desde Barcelona, también retrata un paisaje desconocido, un tema urbano que pudo haber pasado sin pena ni gloria, y no la frívola y edulcorada realidad perpetuada en los lienzos. No ilustra Tejada “el raso y el oro (…) el lujo y la dicha”. Sino que “compone con los colores la pena del mundo”. Lo llama “mejor artista” por reflejar la gente triste y desgraciada, por suscitar interés hacia estos sectores menos favorecidos.

Se goza Martí y felicita al pintor. Le honra participar del mérito que recibe el artista por ser de la misma tierra. Siente que la humillación que han padecido juntos (por coterráneos), se redime al mostrar estos cuadros. Sobre todo porque han llegado a hacerse públicos por valederos. Lo que hoy se podría llamar vulgarmente “trepa”, el apóstol lo describe con precisión al decir: “andan sumisos tras lo ajeno, -o subiéndose por cuanta altura hallan al paso, para que se les oiga la voz rastrera”. Todo lo contrario de Tejada, que ascendió hasta el premio con un cuadro que hace crecer “la fuerza de nuestro derecho”; considerando que Cuba era colonia española.

El poder que encumbra al pintor, dice Martí, reside en la honradez, en la fidelidad a un realismo tal cual es, en la capacidad para componer obras bien pensadas. Incluso, se aventura a dar opinión sobre la evolución técnica de Joaquín a lo largo del tiempo. Lo reconoce como “humanitario y robusto”, y pondera sus capacidades al ubicarlo como ejemplo cuando dice: “el pintor nuevo de Cuba”, y añade: “su nombre será gloria”.

Martí realiza una rica descripción del cuadro. Dialoga con personajes y colores, les descubre y narra una historia particular y colectiva. Habla de formas, tejidos, carteles que nos cuentan la vida barcelonesa dentro del cuadro. Cuenta la piedad de las figuras, sus oficios, la soltura y amenidad con que son tratados los colores vivos, aunque también los señala como pasajeros y propios de la juventud. Realiza asociaciones subjetivas, elogia la tristeza. Alaba a Tejada por haber llegado temprano a descubrir el velo gris que apaga el bullicioso color de las ciudades, y pone un gusto notable en lo avejentado y descolorido por sobrio y trascendente. Se le descubre al apóstol el amor a la belleza que se cultiva en el alma, esa que es serena y perpetua, que no cambia ni engaña.

No se trata de una escena costumbrista criolla, sino de un cuadro realista cuyo tema pasa las fronteras. Quizá es “criolla”… para Barcelona. El pintor viajó durante su formación por varios países europeos, lo que sin dudas, permeó su imaginario. Pero no solo es este cuadro, sino que en los otros también, está reflejado un nuevo arte. Uno fiel a la realidad de los olvidados. Y pinta Joaquín a “un negro (…) de ojos como iracundos y proféticos”, paisajes de rica luz que invade la maleza en los jardines. Otros también expuestos son Bocas del Toro, uno más que también dedica a un negro, esta vez descamisado y con sombrero. El cuadro se hace público en Nueva York, y el cosmopolitismo no se restringe aquí a las letras, sino que son dos cubanos en EE.UU., hablando de una representación española. Pero no interesa a Martí si los retratados son de aquí o de allá. Sino que los personificados son los que hacen trascendentes la obra -a juicio de Martí- por ser los olvidados, los pobres. Y celebra al pintor y lo congratula, por el valor que tiene su obra para la patria.

Es manifiesto en este ensayo martiano su obsesión (inconformidad sería muy poco) con las desigualdades sociales a que se ven expuestos “los desdichados y los mansos”. En ellos halló belleza el pintor, y le gana este a Martí nombrarlo más de una vez “el pintor nuevo de Cuba”.

 

 


  • Wendy Ramos Cáceres (Guane, 1987).
  • Artista de la Plástica.
  • Estudiante de Conservación y Restauración en el Instituto Superior de Arte.
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