La discriminación racial en Cuba

Martes de Dimas

La discriminación racial en Cuba tiene su raíz en la esclavitud, pero sus ramificaciones perviven. La misma ha adolecido del tratamiento que corresponde a un fenómeno de alta complejidad que trasciende a los cubanos de tez oscura. En la actualidad se reproduce y manifiesta en las más diversas formas de injusticia social.

Resultado de una época, intereses económicos y una ética utilitaria, la institución de la esclavitud arrojó sobre la isla cientos de miles de esclavos africanos para utilizarlos, mayoritariamente, en la producción de azúcar y café. Aunque hubo esclavos desde el siglo XVI fue a partir de 1789, con la autorización del libre comercio, que su entrada devino masiva, al punto que pasaron a ser mayoría en la población.

Sin ser dueños ni de su propia persona, carentes de instrucción, separados de su tierra y de su familia, insertados en un medio ajeno y tratados como animales, la inferioridad a que fueron sometidos se grabó en la mente y en la cultura. Esa horrible situación y el miedo a su rebeldía condicionaron una espiral de violencia que se extendió desde los primeros cimarrones hasta la llamada Conspiración de la Escalera en 1844.

En desigualdad absoluta respecto al blanco, el esclavo africano devino criollo. Tomó parte en las guerras independentistas donde, en las cargas al machete y la vida en la manigua, la igualdad se fue imponiendo a los prejuicios raciales. Paralelamente algunos de los negros y mulatos que alcanzaban su libertad, pudieron adquirir pequeñas propiedades y cierta formación cultural, lo que propició una relación de identidad entre negros libres y esclavos, fenómeno que el historiador y economista cubano, Ramiro Guerra, denominó doble ansia de libertad civil e igualdad social.

Al arribar a la República faltó un proyecto dirigido a la disminución gradual de las diferencias. Las desventajas acumuladas impidieron a negros y mulatos insertarse en el nuevo escenario y participar en condiciones de igualdad. Una prueba de ello es que, al formarse la nueva institución armada, los negros que habían sido mayoría en el Ejército Libertador, tanto entre los vivos como entre los muertos, sólo representaron el 16,4% de los soldados y policías.

La Constitución de 1901 declaró la igualdad de todos los cubanos ante la Ley, pero el sufragio universal, que excluía a las mujeres, exigía a los hombres saber leer, escribir y tener propiedades por valor de 250 pesos como mínimo; requisito que muy pocos negros podían cumplir. Según la historiadora e investigadora norteamericana Aline Helg -el negro siguió siendo lo que era, sencillamente, un “negro”.

Inconformes con su situación decidieron organizarse como partido político. En 1907 fundaron la Agrupación Independiente de Color, renombrada al año siguiente como Partido Independiente de Color (PIC). En el primer número de su órgano oficial, Previsión, Evaristo Estenoz, su principal líder, escribió: “Nada puede esperar la raza de color cubana de los procedimientos usados hasta aquí por los partidos políticos porque nada han hecho que pueda ser para nosotros apreciable…”.. Las elecciones de 1908, a la que se presentaron les resultaron desfavorables, pues para la mayoría de los negros y mulatos de Oriente lo determinante no era tener un partido independiente sino sobrevivir a las difíciles condiciones materiales en que se encontraban; una realidad que Louis Pérez sintetizó así: “Los políticos africanos exigían un lugar en la república y movilidad. Los campesinos africanos demandaban un lugar en la tierra y derecho de permanencia”.

En 1910, Martín Morúa Delgado (1856-1910), senador de la República, presentó una enmienda constitucional por la cual el PIC fue declarado ilegal. La misma rezaba: “No se considerará en ningún caso como partido político o grupo independiente, ninguna asociación constituida exclusivamente por individuos de una sola raza o color…”.

Previsión, el 15 de febrero de 1910, publicó: “El PIC tiene cerca de 60 mil afiliados, entre ellos 15 mil soldados de la guerra de independencia, 12 generales, 30 coroneles y centenares de oficiales de menos categoría”. El objetivo de dicha declaración era presionar para derogar la Ley Morúa.

En 1912, cuando el PIC lanzó el grito de “guerra o abajo la Ley Morúa”, el Gobierno lanzó la fuerza pública sobre ellos. Miles de cubanos blancos, imbuidos por los prejuicios raciales, se presentaron voluntarios para luchar. Miles de negros fueron masacrados en el mayor de los crímenes cometidos en nuestra historia por haber ocurrido entre cubanos blancos y negros.

Después la lucha continuó por la vía pacífica. En 1914 se creó la Sociedad de Estudios Científicos y Literarios con la divisa de “Salvar a Cuba por la educación”. Varios órganos de prensa se incorporaron al debate público acerca de la discriminación racial: El Nuevo Criollo,; El Heraldo de Cienfuegos; El Comercio; El Puritano; la columna Palpitaciones de la raza de color en La Prensa; Labor Nueva; Previsión; Ideales de una raza, la columna dominical de Gustavo Urrutia en el Diario de la Marina, Noticias de hoy; las revistas Estudios Africanos, Adelante y Bohemia. Debate en el que tomaron partes intelectuales de la talla de Jorge Mañach, Fernando Ortiz, José Antonio Ramos, Juan Marinello y Nicolás Guillén. El presidente Ramón Grau San Martín, expresó: “Dije en una reunión anterior que la discriminación racial en nuestro país está pasando a la historia y que no volverá a presentarse en el camino de nuestro progreso”. El presidente Carlos Prío Socarrás, ante los restos Antonio Maceo, fustigó la discriminación racial. Y en 1952, se celebró un Congreso de las Sociedades Negras; lo cual evidencia la importancia del debate y las libertades públicas.

En 1959 el Gobierno revolucionario propinó un fuerte golpe al racismo. Fidel Castro dijo: “¿Por qué no escribimos artículos contra la discriminación racial? ¿Por qué no abordamos este problema? ¿Por qué no invertimos unas cuantas cuartillas en escribir y demostrar científicamente que es absurdo? ¿En despertar la comprensión entre los cubanos?”. El error estuvo en considerar la discriminación racial como resultado de las clases sociales, por tanto, se creó la falsa ilusión de que el problema estaba resuelto. Sin embargo, el racismo, expulsado de los espacios públicos se refugió en las mentes y en la cultura. El negro, que por sobradas razones no emigró, quedó excluido de las remesas familiares. Las diferencias se reprodujeron y se pusieron de manifiesto con la presencia de negros en las estampidas masivas de 1980 por el puerto de Mariel y de 1994 por la Base Naval de Guantánamo.

La alta deserción escolar, la escasa presencia en las universidades y la baja proporción de negros en las actividades más lucrativas y cargos de dirección, la enorme cantidad de negras y mestizas ejerciendo la prostitución demuestran que el hecho de que la discriminación racial no esté institucionalizada, no impide su existencia. Esas diferencias, heredadas o adquiridas, emergieron en ausencia de libertades y de medios independientes para expresar sus quejas y se reflejaron en actividades al margen de la ley para sobrevivir y en consecuencia la población penal se tiñó de negro.

En resumen, la Colonia no tenía interés en solucionar el problema; la República reconoció el problema, permitió el asociacionismo y el debate público, y lo plasmó en la Constitución, pero no lo acompañó con las medidas institucionales correspondientes; la Revolución tomó medidas educaciones e institucionales, pero desmontó la sociedad civil, limitó los derechos y libertades cívicas y suspendió el debate. En fin, antes y ahora se adoleció de una acción integral: legal, económica, cultural e inclusiva, dirigida a disminuir y borrar las causas y las diferencias que reproducen la discriminación racial.

Recientemente se ha anunciado un Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial en Cuba, presidido por el presidente de la República. Bienvenido, pero reconocer lo que se ha negado es sólo un primer paso. Se requiere, además, entre otros pasos: 1- aceptar que el Estado no puede ser el único sujeto en ese proceso; 2- reconocer e incorporar a los que -como explica Roberto Zurbano- estuvieron denunciando la existencia del racismo y elaborando proyectos para su erradicación durante los últimos veinte años por las casi veinte organizaciones antirracistas cubanas que han resistido la dura travesía; 3- reincorporar el debate público; 4- restablecer las libertades y espacios que tal propósito exige.

La Habana, 22 de enero de 2020

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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