En Cuba es muy frecuente escuchar a las personas decir, “¿quién toma las decisiones en este país?” Dicha frase es resultado de las tantas cosas ilógicas que encontramos en el camino día a día. Les quiero compartir algunas que me sucedieron esta semana que dejan mucha tela por dónde cortar.
Una de ellas es el excesivo precio de unas lámparas de techo y mesa con un sencillo diseño infantil, para decorar la habitación de los más pequeños de casa, que vi en una TRD (Tiendas Recaudadoras de Divisas) en la provincia de Pinar del Río. La de techo con un precio de 195,95 CUC y la de mesa 95,45 CUC. Cuando vi el precio no lo podía creer, me quedé atónita, para mayor seguridad le pregunté a una dependienta, la cual me confirmó que vi correctamente. Ambos montos son escandalosos, tanto para los cubanos, como para cualquier persona con sentido común que reconozca calidad-precio de un producto.
Las lámparas son sencillas, diseñadas con personajes de los animados de Disney y están confeccionadas de metal, cartón plasticado y cable eléctrico, los cuales son materiales muy comunes. Nada en ella hace referencia a tan exagerado costo. Es muy visible la suciedad que presentan las lámparas, lo cual no es de extrañar, con el tiempo que deben llevar en exhibición de una tienda a otra sin que las compre nadie. Me pregunto ¿quién pone estos precios? ¿En Cuba no se hace un análisis de mercado?
El salario promedio de un cubano no alcanza para abastecer la canasta básica, para comprar ropa y calzado, ¿cómo podría dar para comprar un producto a ese precio? El problema de la vivienda y el hacinamiento están muy presentes, son muchos los niños que no cuentan con una habitación personal, y para los que tienen la posibilidad, se les dificulta también decorarla a su gusto.
Compartí en redes sociales la imagen con el precio de la lámpara de techo y fueron muchas las opiniones y la indignación por tal falta de respeto. Como se dice en buen cubano, “se la comieron”.
El otro absurdo suceso
Hace años le vendieron a la población pinareña unas hornillas eléctricas para cocinar, para las cuales en la actualidad carecen los repuestos, principalmente resistencias. Un tiempo después de la venta de estas, se vendió un módulo que no muchas personas alcanzaron, de un fogón, de una hornilla de inducción con cazuelas y una cafetera. Actualmente, para los que estén interesados en comprar una resistencia o un módulo según lleguen, deben anotarse en una lista en el taller de reparaciones, llevando la identidad personal y el artículo para que los técnicos confirmen su rotura, de lo contrario no será anotado.
Ante la actual situación que presenta el país con el gas licuado, decidí anotarme para comprar el módulo, dado que el fogón trabaja con electricidad y presenta mayor calidad, e intentar así resolver el problema de cocinar los alimentos según se den las circunstancias. Para mi sorpresa me explican que es una sola lista para comprar los módulos y las resistencias. Si lo primero que entra al taller son las resistencias y me toca en la lista, y lo que yo deseo comprar es el módulo, pierdo mi turno, debo volver a anotarme, con hornilla rota en mano y esperar a que la providencia me ayude y lo próximo que entre sean los módulos y mi posición en la lista me favorezca.
Cuando entendí esta explicación, miré a la persona que me atendió y vi en su rostro la respuesta a tal absurdo método ¿es tan difícil hacer dos listas si son dos productos diferentes los que están a la venta? ¿Acaso el tiempo y las necesidades reales de las personas no se respetan?
Como dijera Ulises Toirac: “le zumba el merequetén”.
- Rosalia Viñas Lazo (Pinar del Río, 1989).
- Miembro del Consejo de Dirección del CEC.