PRIVATIZACIÓN EN CUBA: UNA SOLUCIÓN DESDE LAS PEQUEÑAS EMPRESAS

Miércoles de Jorge

Las autoridades económicas cubanas han cerrado el año 2019 he iniciado el 2020 con promesas de destrabar las fuerzas productivas y potenciar el desarrollo económico en Cuba pero sin avanzar en un proceso de privatización. Una vez más se insiste en el carácter negativo de la propiedad privada, y del mercado como mecanismo de generación de ingresos para cualquier sociedad que pretenda crecer y avanzar en grados de desarrollo económico y social.

Si bien el mercado es imperfecto, realidad reconocible en Latinoamérica y muchos otros países del mundo, y las grandes empresas privadas en ocasiones atentan contra la democracia, la igualdad y la sostenibilidad del desarrollo, no deja de ser importante el rol de estos actores en la economía, las grandes empresas se pueden regular, el mercado se puede regular y no necesariamente estos actores representan realidades negativas per se. Sobran también los ejemplos alrededor del mundo de los éxitos que en materia económica y social pueden alcanzarse con los mecanismos del mercado y con la empresa privada.

Otra omisión o error importante de las autoridades cubanas en este sentido es el de no reconocer la profunda diferencia entre tener grandes empresas transnacionales en Cuba, y tener un vigoroso y fuerte entramado de pequeñas y medianas empresas. En Cuba sí se puede avanzar hacia un proceso de privatización, en el que el motor de la economía sean empresas de pequeña y mediana escala, y donde se pueda regular el mercado sin ahogarlo y sin dejarlo tampoco controlar todas las demás facetas de la vida.

Las pequeñas y medianas empresas son una oportunidad para privatizar de forma efectiva y segura
En muchos países del mundo las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MPYME) representan un pilar del desarrollo económico, desde países democráticos y desarrollados como Alemania hasta otros antidemocráticos y profundamente desiguales como China. En ambos casos, y en otros, las pequeñas y medianas empresas tienen amplia participación en la generación de empleos, reducción de las desigualdades, generación de oportunidades, además de sus aportes al producto, la competitividad y disminución de la pobreza.

Estas empresas además no encarnan los riesgos de otras formas empresariales monopólicas que dominan mercados e imponen condiciones de juego a menudo injustas, tampoco de grandes empresas que dominan la política y que generan daños al medio ambiente. Las MPYME por el contrario, generan amplios beneficios para el desarrollo económico y social, esta realidad es histórica y científicamente comprobable en diversas latitudes y bajo diferentes sistemas políticos.

En este sentido, las preguntas que se imponen son: ¿por qué no potenciar el desarrollo de este sector para generar crecimiento económico, puestos de trabajo, oportunidades de desarrollo personal y profesional a los jóvenes cubanos, reducir las desigualdades que sí existen en Cuba, entre otros beneficios que se pueden lograr? ¿Por qué no reconocer a los trabajadores por cuenta propia como pequeños empresarios, crear una ley de empresa para ello, reconocer el derecho a la propiedad privada, el derecho a crecer y expandir un negocio honestamente, el derecho a la libre inversión y comercio? ¿Por qué no eliminar la absurda lista de trabajos por cuenta propia, y permitir a los cubanos emprender, de acuerdo con sus talentos y posibilidades, sin limitaciones de carácter político-ideológicas? Todos estas son preguntas que plantean el reto y las formas mediante las cuales el gobierno cubano podría potenciar el desarrollo económico y social del país, sin afectar en lo más mínimo la soberanía nacional, la independencia del país, y sin comprometer el bien común. Todo lo contrario, existe evidencia científica suficiente que demuestra que estos cambios podrían generar mejores condiciones de vida para los cubanos y aportar al crecimiento y la estabilidad económica del país.

Por otro lado, vale la pena señalar que este es un cambio que depende exclusivamente del gobierno cubano y de los hacedores de política económica, asumirlo o no, no tiene nada que ver con ningún gobierno extranjero. Al mismo tiempo, es visible en nuestra sociedad que en los últimos años la aceptación y alcance del pequeño sector privado (mal llamado cuentapropista) es cada vez mayor, lo cual está respaldado por el aporte que -a pesar de las limitaciones- genera este sector en la vida cotidiana de los cubanos. Ya en la actualidad este sector, aporta a la creación de oferta, el aumento de la competitividad, la generación de oportunidades en el mercado laboral. Sin duda, los aportes pudieran ser muy superiores si se destraba su desarrollo, si se eliminan los obstáculos legales que los frenan, si se deja de lado la ideología y se prioriza el bienestar de los cubanos.

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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