La música influye de manera potente en la vida y cultura de las personas, pero adquiere una mayor relevancia en el período de la adolescencia. Es un elemento fundamental en la formación cultural y que tiene influencia en las emociones y costumbres. Es un recurso que cuenta con un gran poder de persuasión, idóneo para influir en el desarrollo de la conducta.
La música actual que escuchan la mayoría de nuestros adolescentes contiene cada vez más mensajes sexuales y violentos. Mi pregunta es ¿a dónde nos lleva esta música?, siendo los adolescentes los que más la escuchan y la hacen llegar a todos los que estemos a su alrededor, ya sean los más pequeños o los más ancianos la estamos escuchando por donde quiera, en una guagua o en el parque. No hay un lugar en el que te liberes de tal acoso, una autoridad, una ley que les diga que no es justo que vayan por todos lados, a la hora que sea, con una bocina o teléfono celular escuchando verdaderos insultos, sobre todo al género femenino.
A la música se le suman otros factores constructores de la identidad como los peinados, el lenguaje y el vestuario, piezas claves en la formación de patrones conductuales propios de cada personalidad. La etapa de la adolescencia se caracteriza por los conflictos de identidad y la confusión, ocupa el quinto estado del proceso de formación de la identidad. Ahora pregunto, ¿qué personalidad están adquiriendo los adolescentes de hoy, que son los jóvenes del mañana y los hombres del futuro, escuchando semejantes letras y ritmos que persiguen la misma secuencia musical? La rebeldía causada por el contenido de las letras se agudiza cada vez más y se propaga hasta los más pequeñines que inconscientemente tararean y hasta cantan las letras sin saber el significado de su contenido.
Recientemente viví un episodio relacionado, en casa de unos amigos donde una pequeña de tres años es incitada por mi amiga a cantar “calocha” y yo sin saber esperaba atentamente la melodía de la niña. Cuando mi cerebro fue capaz de absorber cada palabra salida de la pequeña, mi asombro e insulto fue evidente, tras regañar a mi amiga, me giro furiosa a la madre de la niña, maestra de inglés en una escuela primaria y ella se defiende jurando que ella no pone esa música en su casa, que ni en el celular la tiene, que es en la calle y “las tías” del circulo infantil quienes la enseñan. Por supuesto que tomé un tiempo en procesar aquella noticia, ¿cómo es posible? Su respuesta fue: “¿de qué te asombras, si eso es lo que está de moda, es lo que se escucha en las escuelas, en los chequeos o recreaciones? En la discoteca no se escucha otra cosa que no sea eso, y los niños van ahí, menores de 14-15 años, hasta menos son los que llenan hoy la discoteca del pueblo y nadie se los prohíbe. ¡Sabrá Dios todo lo que hacen!”
¿Dónde se encuentran los padres de estos niños? ¿Por qué las autoridades no hacen algo al respecto? ¿Por qué no poner medidas de seguridad en las discotecas para que los menores no puedan entrar?
Me gustaría aclarar que mi crítica no es al género del reguetón, sino a las letras que recientemente salen a la calle bajo el nombre de este y son reproducidas por nuestros adolescentes y jóvenes. Es al ejemplo de vida que están siguiendo ellos por imitar estos patrones “musicales”.
Un amigo me aconsejaba no coger lucha con el tema, que eso no lo iba a parar nadie, que es lo que está dando dinero y si no se arreglan otras cosas, eso no le importaba a nadie. Se equivocó, a mí me importa el futuro de nuestra sociedad y sí podemos hacer algo: educar, mejorar, hacer conciencia en los demás de cuánto daño le hacen estas letras obscenas a nuestros niños y adolecentes. Demostrarles a ellos que para divertirse, bailar o enamorar a una chica, no hay que decirle la más alta grosería, enseñarles que son mucho más que un objeto, que son humanos y que mostrar los sentimientos no es malo.
Deberíamos tomar las medidas necesarias, crear otros ambientes recreativos para los adolecentes y jóvenes donde se limiten a poner buena música. Pido que tengamos la opción de elegir qué queremos escuchar, qué queremos bailar, a dónde queremos ir.
Mis sugerencias no son nada difíciles si queremos el bienestar de nuestros pinos nuevos, si queremos que nuestros hijos se desarrollen en un ambiente sin violencia, sin vulgaridad, escuchando todo tipo de géneros musicales, pero que estos no les creen una personalidad mediocre. ¡Podemos hacerlo!, solo debemos empezar.
- Flavia Delgado Barceló (Candelaria,1994)
- Instructora de Arte en la especialidad de Teatro.