Los Derechos Humanos: ¿cuestión ética o legal?

Lunes de Dagoberto

Otro año en que el mundo celebra la fecha del 10 de diciembre de 1948 cuando la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que Cuba tuvo entonces una activa e importante participación; incluso, no solo de contenido sino que fue el embajador de la Isla, el Dr. Guy Pérez Cisneros quien tuvo el honor de presentar a la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Declaración para su votación y aprobación.

A 71 años de aquel magno acontecimiento con el que la Humanidad dio un paso trascendental en su identidad, madurez y convivencia, la comunidad internacional se pregunta, una y otra vez, por qué se siguen violando sistemáticamente esos derechos inalienables otorgados por Dios a toda persona, que son consubstanciales a la naturaleza humana, atributos de su dignidad e irrenunciables por cualquier motivo. Nada, nadie, ni persona, ni Estado, ni Gobierno, ni Asociación o Iglesia, pueden violar estos derechos y libertades. Constituye un crimen de lesa humanidad su violación sistemática y masiva.

Este año quisiera reflexionar en el carácter de esta Declaración Universal de Derechos Humanos (DD.HH.) que es ya hoy patrimonio de toda la humanidad, pero que cada nación cumple o transgrede según sus propias circunstancias. Debemos decir, que nunca se puede justificar la violación de ciertos derechos por la garantía de otros. Los derechos son indivisibles. Tampoco se debe justificar el irrespeto de los DD.HH. por el socorrido “y tú más”, es decir, responder a las denuncias de violaciones en nuestro país, porque se violan en otros. Es responsabilidad de cada ciudadano conocer, educarse, defender todos los Derechos Humanos y, de igual forma, los Estados tienen “la obligación de cuidar” la libertad, la dignidad y todos los derechos de los ciudadanos que están bajo la responsabilidad y el servicio del Estado.

La conciencia mundial es cada vez más exigente con la promoción de todos los derechos para todos, e insta a las naciones a convertir la Declaración y los Pactos Internacionales de Derechos Humanos en parte integral y respetada de sus respectivas legislaciones. Pero esto que ya sería un logro no es suficiente.

El debate se centra ahora en el carácter ético o legal de los DD.HH. Pudiera pensarse que es una disquisición académica sin impacto social. No debería ser así. El desarrollo, la paz, la justicia, la convivencia pacífica de las naciones dependen directa y proporcionalmente del respeto, la promoción y las debidas estructuras políticas, económicas y sociales en las que cada ciudadano pueda desarrollar todas sus potencialidades, libertades y aspiraciones con su iniciativa y trabajo.

En efecto, el origen de la Declaración Universal que celebramos mañana 10 de diciembre es de carácter ético-moral porque su alcance es no vinculante. Sin embargo, cuando las naciones se adhieren a los Pactos Internacionales estos son de carácter vinculante, es decir, de obligatorio cumplimiento por todos, ciudadanos y autoridades.

Para que ese requerimiento moral se haga ley positiva, aún más, sea satisfecho plenamente es necesario convertir la Declaración, los Pactos y las leyes en parte de los proyectos de vida, de las opciones éticas de cada persona. La educación en DD.HH., aspecto primigenio, muchas veces olvidado por las denuncias y los crímenes sufridos por la humanidad, debe ser la fuente y la raíz de la lucha pacífica por su respeto.

Sin una educación ética y cívica basada en esos logros de la humanidad en su crecimiento y madurez permanente, en la familia, en la escuela, en las iglesias, en la sociedad civil, en la universidad y en los centros de trabajo, cada año volveremos a cerrar el círculo de las denuncias y violaciones.

Los padres, en primer lugar, los maestros y profesores, los pastores de las iglesias, los activistas de la sociedad civil, los intelectuales y artistas, las instituciones y cada ciudadano, debemos preguntarnos sinceramente, si estamos trabajando en la educación y promoción de los DD.HH.

En muchas ocasiones en nuestro país, los vecinos o desconocidos, señalan a las personas que dedican su vida a educar en estos valores diciendo despectivamente y con miedo: “Ese es de los Derechos Humanos”. Todos somos de los DD.HH. porque, sencillamente, somos humanos.

Si en un país se equiparan con los DD.HH., se celebran el mismo día o, incluso, se “permiten” manifestaciones o asociaciones por los derechos de los animales y se reprime lo mismo pero cuando se trata de los DD.HH. algo muy malo está ocurriendo en ese país. Su escala de valores está trastocada, por mucho cuidado y cariño que le debamos a los animales y a toda la naturaleza. Pero la primacía de la dignidad y los derechos de la persona humana son, en todo sentido y acción, prioritarias y universales.

Y si en un país se cataloga como peligroso, raro, o diferente a un ciudadano porque es de los DD.HH., algo muy malo está pasando en ese país. Rectifiquemos y eduquemos a tiempo. La experiencia de la humanidad nos avisa que “después” puede ser demasiado tarde.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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