Con el mayor alcance de la conectividad en Cuba, en las redes sociales cada vez se genera más debate y reflexión acerca de los temas de la vida cotidiana. Los niveles de crítica social han aumentado, en cantidad de personas, cantidad e intensidad de la crítica, y también en cuanto a audiencia y alcance. El debate público poco a poco gana espacio en la vida cotidiana, y se fortalece con el internet, los cubanos cada vez somos más propensos a denunciar lo que sucede y también no faltan quienes anuncian un futuro, un cambio, unas esperanzas que den sentido a la vida cotidiana.
Casos como la expulsión de una profesora universitaria por motivos políticos, las palabras excluyentes y dañinas de una ministra de Educación Superior, las restricciones a la red informal Snet, las medidas de los congelamientos y topes de precios y sus respectivas consecuencias, el hostigamiento y la represión de las organizaciones y personas de la sociedad civil, las protestas de los estudiantes de medicina del Congo, el tornado que azotó a la Habana el pasado enero, la marcha gay del pasado mayo, la campaña contra el decreto 349, entre muchos otros ejemplos, ahora se discuten con mayor frecuencia, profundidad y alcance de como sucedía hace unos años atrás cuando solo había acceso a la televisión y los medios estatales. A pesar de los altos precios y dificultades de conectividad, los cubanos -a veces sin buscarlo- mediante el poco acceso a internet que tienen están expuestos a información sobre temas de los que antes no se hablaba a nivel de país, y cuentan además con la oportunidad de ser parte en dichos debates.
El debate público es una asignatura que se está aprendiendo en la Cuba actual “por cuenta propia”, esta importante asignatura de la democracia va tomando forma y desde ya está jugando un importante papel en favor de la participación ciudadana y la democratización de la gestión económica, política y social; y si bien, aún falta mucho por hacer, especialmente en cuanto al respaldo legal para que el debate público en Cuba sea más civilizado, respetado, promovido y para que no sea manipulado por la ideología dominante, es una realidad que los derechos y libertades se ganan, no hay que esperar a que lleguen desde arriba, de manera que como hasta ahora se ha hecho, por iniciativa y pujanza de los ciudadanos el debate público puede seguir desarrollándose, fortaleciendo, madurando, e influenciando a la sociedad para la promoción de una democracia de calidad.
De cualquier manera, al mirar los debates que por estos días se han generado en torno a los hechos mencionados con anterioridad, los enfrentamientos y la crítica estéril en la que a menudo se enredan las partes, me surgen algunas ideas que han de ser reflexionadas y asumidas para que el debate público esté al servicio de la sociedad, de su progreso, bienestar y democratización. Algunas de esas ideas que han de ser tomadas en cuentas son las siguientes:
- Evitar los atrincheramientos ideológicos. Encerrarse en una ideología es siempre una postura excluyente, mirar al otro con sospecha, con mirada de superioridad, con el afán de convencerlo de que está equivocado, erigirse a uno mismo como salvador o a la ideología que se sigue como única salvadora y solución a los problemas que se enfrentan, son posturas cuando menos peligrosas que degeneran el debate público. La retórica de buenos y malos, de ganadores y perdedores, de revolucionarios y mercenarios, es también dañina.
- El debate público ha de centrarse en Cuba y en la nación que formamos todos y cada uno de los cubanos. Cuando el amor a la Patria está en el centro de las discusiones, superando caudillismos, regionalismos, nacionalismos extremos, entonces el debate es más sano, centrado y productivo. Si el centro de discusión es un gobierno externo, las rivalidades entre grupos o partidos políticos, o la crisis de Venezuela el debate corre el riesgo de desenfocarse y demorar o no alcanzar las soluciones que se necesitan. El centro ha de ser Cuba y cada uno de los cubanos (“con todos y para el bien de todos”).
- El debate ha de centrarse en los temas analizados y no en juzgar a personas, ha de mirar más al futuro que al pasado, ha de ser respetuoso de la dignidad de las personas, ha de ser inclusivo, serio, basado en la verdad y en la búsqueda de esta, reconciliador, proactivo, entre otras cualidades sin las cuales es imposible un debate de calidad.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.