Hablar de encadenamiento productivo parece algo un poco ambiguo. Encadenar no es un verbo precisamente con una acepción positiva. Las cadenas nos remiten, semánticamente, a falta de libertad.
En los medios de comunicación cubanos es muy común escuchar esta frase como una solución a las dificultades que enfrenta la economía: es necesario lograr el encadenamiento productivo.
Los ya no tan jóvenes, recordamos una fórmula económica de años atrás: “cadena puerto- transporte – economía interna”. Era la forma de referirse a la importancia de la relación estrecha entre las importaciones de materias primas o productos, los medios de transporte y las empresas productivas o distribuidoras.
No es un secreto que la economía se hace mediante relaciones, especialmente en el mundo actual. Pero estas relaciones se establecen de forma libre, por necesidades y descubrimiento de las mismas, mediante mecanismos económicos, como los precios o el crédito, por iniciativa de las personas que actúan como agentes económicos.
Cuando estas relaciones se fuerzan, no funcionan eficientemente. Este puede ser el motivo por el cual es necesario hablar en Cuba del “encadenamiento productivo” como una estrategia para mejorar la economía. Las relaciones se planifican centralmente y deben ser ejecutadas por diversos actores que no tienen mayor interés en el asunto que cumplir con el plan. La excesiva centralización intenta conectar todos los “factores”, que, paradójicamente, son ajenos unos a otros.
Un ejemplo muy sentido y comentado es la relación entre las empresas de acopio de productos agrícolas y los campesinos. Es más común de lo deseado que los productos se pudran en el campo, mientras la población sufre su escasez, debido a falta de coordinación para el transporte de los mismos hasta los mercados.
Si hablamos de “encadenamiento productivo”, refiriéndonos a la falta de libertades que convierte las relaciones económicas en ataduras, que no permiten que se establezcan relaciones fluidas y eficientes entre las actividades y los agentes económicos, entonces estamos en lo cierto. Las cadenas del centralismo económico frenan las relaciones y perjudican los resultados finales.
No se puede encadenar la economía y esperar resultados de crecimiento o tendientes al desarrollo.
La economía precisa de las libertades que permiten el ir y venir de intereses y la satisfacción de necesidades. Las relaciones imprescindibles para que la economía funcione deben surgir de las demandas de cada sector y nivel de la misma. Deben surgir de forma natural, por decisión de los protagonistas de esas relaciones y según las posibilidades reales del país. El papel del Estado es garantizar infraestructura, legitimidad en esas relaciones, igualdad de oportunidades, estabilidad, justicia en las relaciones laborales, protecciones legales. No es posible cumplir estas funciones a un Estado, cuando está actuando como único dueño de todas las empresas que intervienen en las relaciones económicas y, por tanto, único receptor de los beneficios, cuya distribución, hasta el momento no ha logrado niveles aceptables, ni de justicia ni de eficiencia.
El reto para un cambio económico en Cuba es convertir el “encadenamiento productivo” en conexiones o relaciones económicas libres y responsables.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.