El beneficio del comercio internacional radica en un empleo más eficiente de las fuerzas productivas del mismo.
Jonh Stuart Milll
Ante el recrudecimiento de la crisis económica en Cuba, es muy común escuchar estrategias de salida por parte del gobierno cubano que, sin profundizar en ellas pueden parecer muy acertadas y lógicas. Una de las soluciones más repetidas en los medios oficiales es la llamada “sustitución de importaciones”.
Supuestamente, las importaciones son más costosas que cualquier producción nacional. Históricamente, el modelo cubano ha optado por estrategias económicas de reducción y disminución de costos y no de expansión. Aún en los períodos en que la situación económica ha sido más o menos estable gracias a ayudas extranjeras (URSS, remesas familiares fundamentalmente de Estados Unidos, o Venezuela), no ha sido la inversión rentable la principal estrategia cubana de economía. La sustitución de importaciones es una de estas estrategias.
Es posible que hasta el momento no se hayan tenido en cuenta las posibilidades de la economía cubana en diversos sectores y se haya tomado la cómoda decisión de desequilibrar nuestra balanza comercial con importaciones innecesarias provocando serias afectaciones financieras. Pero esto no puede llevar ahora a la sustitución de las mismas sin un análisis profundo y serio.
El comercio internacional tiene la ventaja de acelerar la especialización y con ello, la posibilidad de generar mayores índices de productividad en naciones con ventajas comparativas para determinadas producciones. Está probado que muchas veces es más ventajosa la importación, que la producción nacional.
Por otra parte, la calidad es un aspecto de los productos al que no debe renunciarse, en función de los costos, porque como ya sabemos y dice la sabiduría popular “lo barato sale caro”. Será mucho más costoso, sustituir una importación por una producción nacional sin los parámetros de calidad aceptados por la demanda, que mantenerla.
Es altamente probable que en estos momentos se estén realizando muchas importaciones innecesarias y costosas. También es preciso considerar que el gobierno cubano, como total responsable del funcionamiento de la economía, no cuenta con recursos suficientes para las importaciones que permitan garantizar un mínimo de estabilidad en la oferta. La crisis, especialmente financiera, que enfrenta la economía cubana, impide sostener el abastecimiento de los mercados.
Entonces, los ciudadanos tenemos derecho a probar la rentabilidad de algunas importaciones antes de que sean sustituidas por producciones nacionales menos rentables y de menor calidad. Ya, aunque sea de forma no legal, algunos han probado la importación de equipos electrodomésticos, de ciclos, motos eléctricas, piezas de repuesto, ropa y calzado, artículos de aseo personal, etc., y les ha resultado beneficioso, aún haciéndolo de forma personal, pagando impuestos como si fueran artículos para uso propio y lidiando con las prohibiciones existentes a estas actividades. ¿Cuánto mejor será si se libera y se legaliza la importación para el comercio privado?
Antes de sustituir importaciones ventajosas y que satisfacen mejor una necesidad que una producción nacional, sería conveniente abrir a la importación privada de los cubanos y a la comercialización de mercancías importadas por privados, de manera que el ejercicio económico demuestre qué importaciones deben ser sustituidas. Esta sí sería una estrategia esperanzadora para la economía cubana: autorizaciones a privados para importar y comercializar lo importado.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.