La globalización es entendida como un fenómeno polémico, ya que algunos expertos destacan sus efectos positivos para la economía de las regiones y del mundo, mientras otros refieren que acentúa las diferencias sociales entre los diferentes países. La globalización económica, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) está relacionada con la creciente integración de las economías alrededor del mundo, especialmente a través del comercio y los flujos financieros.
Algunos factores que demuestran el grado de convergencia de los diferentes países, lo cual puede ser considerado una tendencia actual, incluyen al comercio internacional, visto como intercambio en igualdad de condiciones entre las partes, a través de tratados sólidos que respeten la soberanía y coadyuven al progreso mutuo. La globalización es entendida también como la prolongación de las fuerzas del mercado, y de los propios mecanismos financieros, cada vez más complejos, generando, como le llama el FMI, un “efecto de contagio” y propiciando un clima mundial de confianza.
Esta convergencia en cuanto a fines, planes futuros y comportamientos alineados de ciertos países, se ve afectada por algunos factores que provocan divergencias. El crecimiento económico es diferencial, notándose diferencias entre las economías avanzadas y aquellas emergentes y de los países en desarrollo. En los primeros el crecimiento económico es más rápido, motivado por factores como el índice demográfico, la importación de tecnologías y conocimientos técnicos (es mucho más fácil recepcionar y adaptar tecnologías que tener que inventarlas o producirlas propiamente) o la acumulación del capital a largo plazo.
A pesar de los efectos positivos de la globalización, algunos países, regidos por sistemas políticos de férreo control, han decidido apartarse de la interdependencia para generar economías de tipo centralizado. Las tasas de inversión son bajas, debido a que los gobiernos y sus políticas no son capaces de generar confianza en los inversores, y las ofertas que se presentan a licitación no son atractivas (tal es el caso de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, en Cuba). Estas estrategias cierran la puerta al intercambio con beneficios recíprocos, establecen rígidas regulaciones para el intercambio comercial, y a la larga frenan el libre desarrollo de su población, sobre la cual, inevitablemente repercute negativamente toda gestión económica.
El aislamiento económico que tiene lugar, por ejemplo, en algunas regiones de América Latina, polariza a la sociedad a través de la agudización de la desigualdad entre países y entre las personas más ricas y más pobres. La diferencia entre los niveles de ingresos es notable, pero utilizar este indicador únicamente como medidor del progreso introduce sesgos a la hora de realizar un análisis certero.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estableció una medición de la calidad de vida a través del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Los indicadores que se utilizan para el cálculo del IDH constituyen una de las mejores formas de medir los impactos de la globalización, entendida como “un proceso de integración y complementariedad de la vida financiera, comercial, productiva y tecnológica de las naciones”.
Para medir los niveles de pobreza es necesario tener en cuenta algunos indicadores relevantes como:
- Relacionados con la EDUCACIÓN: El acceso a la educación, pública y/o privada. El índice de escolaridad. Las tasas de alfabetización.
- Relacionados con el INICIO Y FIN DE LA VIDA: La esperanza de vida al nacer. La mortalidad infantil. El acceso a la salud pública. Las campañas de vacunación. La erradicación de enfermedades mortales.
- Relacionados con la CALIDAD DE VIDA: El salario promedio. La pensión mínima para jubilados y deshabilitados. Los sistemas de seguridad social.
- Relacionados con las TECNOLOGÍAS: El nivel de conectividad a Internet. El acceso a la telefonía y las comunicaciones. La modernización de las infraestructuras para las ciencias y la asistencia médica. La investigación, desarrollo, producción y comercialización de nuevos productos tecnológicos.
La globalización de la pobreza no debe ser uno de los retos de las economías del siglo XXI, urge aplicar políticas que se orienten a combatir la miseria. La correspondencia entre crecimiento económico y reducción de la pobreza dependerá de le experticia en la conducción de la economía, de las políticas públicas a favor de la dignidad de la persona humana, de la eficacia de las administraciones, de la fortaleza y credibilidad de las instituciones y, sobre todo, de los niveles de educación y capacitación que permiten formar ciudadanos conscientes, preparados para los nuevos desafíos, y conductores del buen gobierno mundial. En resumen, como dice Mario Vargas Llosa: “…la globalización debe ser bienvenida porque amplía de manera notable el horizonte de la libertad individual”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.