Max Weber, como buen sociólogo al fin, define tres cualidades de extraordinaria relevancia para el político: la pasión, el sentido de la responsabilidad y la mesura. La pasión es concebida como una entrega con toda fuerza a la causa que se defiende o a la que se dedica una persona con carisma para la política. En el mundo de las pasiones, este tipo particularmente requiere de conjugarse con la triada antes mencionada: funciona como el organismo como un todo, el cuerpo no es funcional si le falta el corazón u otro órgano, ni es la suma simple de sus partes. Asimismo, “la pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una “causa” y no hace de la responsabilidad para con esa causa la estrella que oriente la acción. Para eso se necesita (y esta es la cualidad psicológica decisiva para el político) mesura, capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir, para guardar la distancia con los hombres y las cosas”.
Al más fiel estilo de conservar la espiritualidad en el cultivo de un buen político, la síntesis weberiana recoge como dos pecados mortales en la concepción de la política como vocación a: la falta de “finalidades objetivas” y la ausencia de la responsabilidad requerida para la generación, implementación, control y evaluación de toda acción política.
En el punto más álgido de su conferencia, posteriormente considerada como un clásico en materia de formación política, plantea la cuestión ética que rige toda acción política. Enfatizando que “Tenemos que ver con claridad que toda acción éticamente orientada puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí e irremediablemente opuestas: puede orientarse mediante la “ética de la convicción” o conforme a la “ética de la responsabilidad”. Más adelante presenta a estos dos pares como términos que no son absolutamente opuestos sino complementarios. La ética de la convicción, permite formular unos criterios y una escala de valores inamovibles, que hacen perpetuar una ideología porque cierra los sistemas a las interacciones con el medio, los hermetiza para evitar las renovaciones necesarias que imponen los nuevos tiempos y escenarios. El predominio de las convicciones rígidas y la preeminencia de unos valores entendidos como dogmas han caracterizado a los totalitarismos a lo largo de la historia. Guiarse por la convicción, no aceptar que existen otras vivencias, ni siquiera dar el beneficio de la duda a las demás alternativas, puede conllevar a situaciones de deterioro humano y crisis sociales que perjudican y desacreditan la gestión de un político en el poder.
Por otra parte, la ética de la responsabilidad permite tener presente el riesgo de cada acción, que en ocasiones no resulta previsible, pero contemplar esa variable implica tener presente un mínimo de consecuencias antes de la acción, y ser coherentes con la escala de valores que se ha formulado la persona y le ha servido en su experiencia previa. Ser responsable en política está determinado, además, por la capacidad de analizar la implicación de las decisiones tomadas. Discernir entre qué es bueno o malo es, como dice el propio Weber para todo político “pactar con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder”. Por tanto, se trata de escoger entre un grupo de opciones a elegir, qué afecta menos y está en beneficio de quienes servimos. Evidentemente esto solo puede ser realizado de acuerdo a las experiencias adquiridas, que hacen que la persona del político esté convencida, por la moral vivida, de los efectos positivos de la acción a realizar. He aquí la complementariedad de la convicción y la responsabilidad. En palabras de Weber: “la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que han de concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que puede tener “vocación política”.
Desentrañando finalmente la polémica cuestión de la política como vocación o profesión, Weber concluye con una máxima que debería ser la primera línea de la agenda de todo político, un aspecto a tener en cuenta ante las frecuentes adversidades que corresponde sortear: “Solo quien frente a todo esto es capaz de responder con un “sin embargo”, solo un hombre de esta forma construido tiene “vocación” para la política”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.