Sin soluciones profundas no habrá calma

Martes de Karina

En declaraciones a la revista Buenos Días de la televisión cubana, la ministra de comercio interior Betsy Díaz Velázquez, expresó que es necesario que “la población se calme”, porque, según ella, la oferta de algunos productos como el aceite y el pollo, está garantizada en igual cantidad que el año pasado.

Lejos de tranquilizarnos, esas declaraciones son verdaderamente inquietantes, porque, hasta el marxismo reconoce que las necesidades de la población son “siempre crecientes”. Muchos recordamos de nuestros estudios que la ley económica fundamental del socialismo es “la satisfacción de las necesidades siempre crecientes de la población”

No bastará con una oferta igual a la del año anterior para calmarnos. Las expectativas no cambian por palabras. Las neveras de las viviendas y de los mercados, vacías, un día tras otro, y las largas colas para adquirir productos de primera necesidad, son las que dirigen nuestras expectativas. La escasez de determinado producto hace crecer la demanda, en relación con la oferta, y por tanto, su precio. Cuando la escasez es de un amplio grupo de productos podríamos hablar de aumento de la demanda agregada, no por aumento del consumo, sino por la disminución de la oferta, y esto provoca un aumento de la inflación. El mercado resolvería esta situación con una mayor inversión en las producciones más demandadas, y el Estado podría ajustar sus políticas monetaria y fiscal a las tensiones del momento.

Pero en una economía supuestamente planificada y excesivamente centralizada, no es fácil encontrar una solución. El Estado pretende llegar a una fórmula mágica que permita estabilizar precios y oferta de productos de primera necesidad. El problema es que no puede hacerse magia en economía. No se vislumbra una propuesta que de verdad haga que las expectativas sean favorables y los consumidores “se calmen”. No funcionan las palabras en los medios de difusión, de parte de autoridades y especialistas que brindan seguridades y garantías que después no recibimos en la realidad.

La solución es cambiar el modelo por uno en que no sea el Estado el único protagonista. Necesitamos un modelo que garantice la participación de los cubanos en la inversión que es quien impulsa la economía. Las soluciones anunciadas son solo para sobrevivir, no para el crecimiento económico y mucho menos tendientes al desarrollo.

Por eso las expectativas son pesimistas y con tendencia al acaparamiento de los productos que ya son escasos. El anuncio de que se estabilizará una u otra producción o importación no nos “calma”, porque, en el fondo sabemos que eso no resolverá el problema. Nuestra experiencia ha sido que solo cuando encontramos un socio económico que nos brinda condiciones ventajosas para comerciar, disminuye la escasez y se alivia la crisis. Por el momento, no se avizora ninguno. Y eso no lo saben solo los especialistas.

Es indignante escuchar explicaciones y frases tranquilizadoras cuando vivimos una realidad que en nada se corresponde con ellas. Reconocer la crisis, su difícil solución manteniendo el modelo, y la responsabilidad que tienen en ella, sería el primer paso de las autoridades cubanas para ganar credibilidad ante los ciudadanos y que podamos, entonces, escuchar a los que nos piden calma.

 

 


Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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