La libertad de opinión y expresión

Lunes de Dagoberto

Es un hecho comprobable que en los últimos años, pero especialmente en los últimos meses y semanas, la gente en Cuba se expresa con menos miedo y mayor libertad. Basta con salir a la calle, hacer una de las interminables colas que son aglomeraciones de impacientes “por lo que vino” o montarse a un ómnibus. Usted lo puede comprobar en la panadería cuando no llega el pan por falta de harina, en la placita al llegar y encontrar que ni boniato hay, o cuando pasan cobrando el agua que hace semanas o meses que no llega… Es imposible no escuchar, ni ver, no tener en cuenta, que cada vez con mayor indignación y con más volumen, las personas opinan, se expresan, se quejan, preguntan.

Hacen unos años, era el silencio cabizbajo, la mirada torva, cuanto más un alzar los hombros de resignación o un gesto de disgusto. En casos excepcionales hace años, muy pocos, emitían un indescifrable y repetitivo: “¡No es fácil!” que era como una exhalación, como un desahogo confidencial, como una válvula de escape por la que se expulsaba un recóndito malestar.

Ya no es así, queda el ¡no es fácil! pero ahora cambió su efecto: de pitera de escape se ha convertido en detonador de opiniones y protestas. Basta que alguien suelte en el tumulto de la cola o ante los estantes vacíos aún de la tienda con moneda dura, un no es fácil, para que una emanación de criterios se contagie en cadena. Cada cual invoca un hecho (atención: no se trata de rumores o consignas) y a esa invocación responde el coro de los más cercanos y se desencadena la letanía de lamentos, todo con asentimientos de cabeza, con ladeos de cabeza, con preguntas aparentemente ingenuas como esa que cada vez es más frecuente: ¿Caballeros, pero que no haya boniato, que no haya pescado en una isla, o que no haya sal, azúcar o frutas en un país tropical, es culpa del “bloqueo” de los americanos?

Y ahí desembocan las respuestas que parten de la evidencia, aquellos que expresan que es culpa nuestra porque lo que es del Estado no funciona, porque el marabú ha inundado nuestras tierras fértiles, porque los salarios no alcanzan y nadie quiere trabajar por el “sueldito”. Y también los hay con más formación cívica que resumen: Sí, estamos contra los dos bloqueos, el de los americanos y sobre todo el de aquí, porque “esta gente no suelta”, no dejan levantar cabeza al emprendedor honrado, no quieren que la gente progrese con su trabajo limpio, y nos empujan a todos a la ilegalidad y al “resolver” que es el nuevo nombre del robo, el desvío de recursos y la corrupción en Cuba, verdaderos enemigos de la sociedad. 

Y eso sigue hasta las 8 de la noche cuando la familia está frente al televisor y comienza el Noticiero Nacional, que nos rectifica nuestro error de visión de la realidad. Es el periodista quien ve, nosotros vivimos en otro país, en el nuestro todo está bien, todo se está sobrecumpliendo, todo aparece en los mercados y los campos de Cuba aparecen limpios, verdeando las cosechas que nosotros no vemos porque estamos ciegos con la propaganda enemiga, con la guerra mediática, que llama al “bien” mal y llama al “mal” bien. Cuando en realidad, todo o casi todo, en Cuba está bien y todo o casi todo en el resto del mundo está mal, muy mal.

Pero allí en el seno del hogar, de la casa de cada cual, puertas adentro es donde se cocina, no solo lo que logramos conseguir en la escasez, sino donde también se “cocina” es decir, se educa, se entrena, se ejercita, ese don que Dios le regala a cada persona sin distinción: la libertad de opinión y de expresión.

Eso lo tenemos como un derecho natural, que quiere decir que no hemos sido creados para no pensar, para no opinar, para no hablar. Somos seres pensante, parlante y con criterio propio. Precisamente por eso decimos que debemos aprender a pensar con cabeza propia, como nos enseñó el Padre Varela.

El artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que recoge, consagra y formula esa ley natural grabada indeleblemente en la naturaleza de cada persona, que fue aprobada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 y presentada a votación por Cuba que también la aprobó expresa:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”

Esto significa que cada vez que es hostigado, amenazado, perseguido algún ciudadano cubano por emitir sus opiniones o por ejercer el periodismo ciudadano, o por manifestar pacíficamente sus criterios, dictar una conferencia, ejercer la crítica respetuosa, en público o en privado, quien ejecuta esa ilegítima acción no solo viola los derechos universalmente reconocidos, sino que causa un grave daño a las personas reprimidas, interrogadas, bloqueadas en su voz, en sus escritos o en sus gestos pacíficos y civilizados. Nada puede justificar esas violaciones. Ni una circunstancia externa o interna, ni una ideología de un signo o del otro, ninguna amenaza se responde reprimiendo. Eso es jugar con candela. Eso es alimentar la espiral de la crispación, eso es entrar en el juego de la violencia que engendra más violencia.

Cuba ha ganado en que sus ciudadanos expresen con mayor libertad y menor miedo sus opiniones, sus críticas y sus reclamos de todo tipo. Nada justifica que eso sea reprimido cuando eso se haga con respeto, orden y paz. Cuba no merece precipitarse por la pendiente de la violencia o la mordaza, no lo merecemos. Somos un pueblo noble y debemos mantener una convivencia civilizada y pacífica. Las experiencias negativas nacionales e internacionales de ayer y de hoy mismo, recomienda claramente el respeto a los derechos, el diálogo, la negociación y los cambios hacia lo mejor. Lo otro es un  callejón sin salida.

Cuba no debe regresar al pasado, ni al suyo ni al de los demás. Los actos de repudio, las brigadas de respuesta rápida, las olas represivas y más presos políticos o de conciencia, solo hacen bloquear la iniciativa creadora, el carácter emprendedor, los proyectos de vida próspera y feliz del pueblo cubano. Estamos a tiempo. Todo el mundo o casi todo el mundo no puede estar totalmente equivocado: la libertad, el derecho, la justicia y la paz son la herencia de nuestros padres fundadores: Varela y Martí. Construyamos un país en el que quepamos todos.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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