Existe una realidad que preocupa al mundo democrático en la actualidad. Si bien es cierto, que un mundo sin partidos políticos sería un caos, o que la democracia no funciona sin ellos, que además son fundamentales para la participación política, la representación y la legitimación de las democracias; también lo es que los partidos -con cada vez mayor frecuencia- son incapaces de responder efectivamente a las demandas ciudadanas, y a los grandes problemas del mundo actual. Retos como la globalización, las crisis medioambientales o migratorias, la corrupción, las crecientes desigualdades, los conflictos entre países, etc., han dejado en evidencia a los partidos políticos tradicionales de izquierda y de derecha en muchos países europeos o latinoamericanos, y también en otras latitudes.
Ante la incapacidad de los partidos tradicionales para generar respuestas convincentes a las crisis y demandas ciudadanas, surgen nuevas fuerzas, movimientos o grupos que proponen una dinámica de cambio, de renovación, una ruptura con el sistema tradicional como único camino hacia la salvación, hacia la prosperidad y la resolución definitiva de los problemas de las naciones. Podrían identificarse al respecto, los casos de Ciudadanos y Podemos en España, como respuesta al tradicional papel del PSOE o el PP; podría hablarse en Estados Unidos del cambio que representó Trump respecto a demócratas y también republicanos, o el caso de Macron en Francia que se presentó como un político que no es ni de izquierdas ni de derechas. Estos nuevos partidos o movimientos -cualquiera que sea el lugar en cuestión- se presentan a menudo como alternativas populistas, como impulsores de una ideología basada en la ruptura con la política tradicional, una visión de la sociedad segmentada entre buenos y malos, y unas exageradas -y con frecuencia irrealizables- promesas de felicidad, bienestar y desarrollo.
Estos nuevos movimientos están produciendo cambios en algunos países. A pesar de lo que pueda criticarse al movimiento que da lugar al Brexit, o de las bondades o no de un partido como Podemos, o lo que pueda señalarse como positivo o negativo de un movimiento como el de Macron, no quedan dudas de los éxitos de estos movimientos en sus respectivas realidades en términos de apoyo y movilización ciudadana. En muchos casos la gente los ve como alternativas reales a los poderes políticos tradicionales, como un cambio, una revolución, o como una alternativa a la izquierda y a la derecha tradicionales.
Con frecuencia, sucede también que estos movimientos se quedan en populismos, nacionalismos, y otras expresiones ideológicas, que, si bien les permiten obtener el apoyo ciudadano en determinados momentos, a la larga no significa que estén generando las soluciones necesarias. Sin embargo, sí hacen que los partidos tradicionales se replanteen su actuación, generan polémica y debates, y en sentido general creo que contribuyen a que la gestión para responder a los retos de las sociedades sea más efectiva.
Las crisis actuales demandan un papel más activo de los partidos políticos, y de no renovarse la forma en que estos hacen política de modo que puedan generar mejores respuestas a las demandas ciudadanas, entonces se situación se pondrá peor, y se seguirá corriendo el riesgo de tener países guiados por ideologías nacionalistas, o de género, o religiosas, etc. Es necesario llamar la atención especialmente sobre la necesidad de que haya más credibilidad y confianza en los partidos tradicionales, la gente ha de aportar su grano de arena en este sentido y participar desde la sociedad civil; y los partidos por su parte han de generar esa confianza con su trabajo efectivo.
En el caso cubano, donde aún domina en la escena política un sólo partido, la reflexión es de cara al futuro. En algún momento se abrirá la realidad política de la Isla y en ese momento debemos tener aprendidas al menos dos lecciones de las democracias europeas y latinoamericanas: 1. No irnos a los extremos y pasar de una extrema izquierda a una extrema derecha, no ir de un comunismo o socialismo de partido único a un sistema multipartidista pero en el cual unos pocos partidos se rotan en el poder, sin que se diferencien realmente en muchos elementos y configurando una situación en la cual se rotan el poder sin generar las verdaderas respuestas que las sociedades demandan (el caso de los Estados Unidos es ilustrativo al respecto). 2. Por otro lado, es importante aprender la lección de que la alternativa al escenario anterior no es un populismo, o nacionalismo al estilo Trump, Brexit, Bolsonaro, etc., es importante tener partidos políticos, y es importantes que estos tengan calidad, de manera que ofrezcan verdaderas soluciones a los problemas y no se queden en el afán de poder.
Superar la propia ideología y poner primero a la persona humana y su dignidad, el bien común de la sociedad, y el desarrollo humano integral de la misma han de ser valores de todo partido o movimiento político en el futuro de Cuba. De modo que más importante que una lucha afanada por el poder, sea el bienestar ciudadano sin importar quien gobierno, para que se puedan superar los extremismos de los partidos tradicionales en las democracias modernas, y para no caer en el facilismo político de algunos movimientos que se muestran hoy en día en muchos países como verdaderas soluciones cuando en realidad no lo son.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.