El voluntariado es el motor que mueve y da inicio al tercer sector, debido a que este sector surge y se desarrolla a partir de la iniciativa voluntaria de ciudadanos que sienten un llamado a poner sus vidas para el servicio de los demás. El voluntariado no se reduce y no debe ser entendido solamente como una acción para el servicio a quienes lo necesitan, sino que implica muchas más cosas y puede llegar a resultar en estilo de vida, en vía de realización personal y en proyecto de vida para quienes se involucran en él.
Un aspecto fundamental en el voluntariado es el de la solidaridad, la que mueve a “unos” a preocuparse por los “otros”, desde la libertad y la responsabilidad la solidaridad nos impulsa a salirnos de nuestra propia burbuja. En un mundo lleno de injusticias y en el que muchos quedan excluidos, es siempre necesaria la acción solidaria del tercer sector (y dentro de este, el voluntariado) como complemento a la acción política y al mercado. La solidaridad debe ir siempre acompañada de subsidiariedad, es decir la ayuda ha de promocionar a las personas y no ser sólo asistencial, de modo que el voluntariado no cree dependencias, sino que intervenga allí donde las personas no logren gestionarse por sí mismos determinados bienes o servicios, para ayudarlos y proveer las herramientas que permitan a los ciudadanos salir adelante por sí mismos. Por supuesto siempre habrá excluidos o personas que por determinados motivos demandan de ayuda, de modo que la acción asistencial también resulta necesaria como parte del accionar de las organizaciones de la sociedad civil y los individuos, acción que con frecuencia se desarrolla mediante el voluntariado.
Este tipo de acción pública es más común en países democráticos, pues en estos los ciudadanos cuentan con los marcos legales, incentivos fiscales, recursos económicos, acceso a medios de comunicación, entre otros aspectos que facilitan el voluntariado. De este modo se posibilita el fortalecimiento de redes de ciudadanos que se encargan de combatir problemas como pueden ser la pobreza, la contaminación ambiental, las migraciones, la atención a personas con enfermedades crónicas que no puedan valerse por sí mismas, etc. Con frecuencia el voluntariado -en países democráticos-, forma parte de la vida cotidiana y representa un importante complemento a la acción de los estados y del mercado, es el centro y el motor de la sociedad civil.
Por otro lado, en realidades como la de Cuba la realidad es totalmente diferente. En primer lugar, en el caso de Cuba resulta interesante el hecho de que se presenta una realidad en la que el voluntariado pensado como una realidad organizada, como una forma de desarrollo institucional de la sociedad civil es sumamente difícil, pues no existe libertad de asociación y otras libertades o derechos humanos fundamentales, de modo que toda iniciativa ciudadana resulta de difícil consumación.
No son secretos para nadie los esfuerzos del gobierno para controlar este tipo de iniciativas, ni la inviabilidad legal que con frecuencia sufren quienes se dediquen al voluntariado desde la sociedad civil y sin asociarse con alguna institución gubernamental. El voluntariado promovido desde una organización gubernamental es válido, pero también han de serlo las iniciativas ciudadanas que pretendan actuar desde una posición de independencia. Cuando el voluntariado es guiado o controlado por una institución gubernamental deja de tener sentido como parte del tercer sector, pues cuando el voluntariado se vincula con los partidos políticos o los gobiernos en el poder, es difícil mantener la independencia y autonomía en las decisiones y los fines a seguir.
No obstante, siempre existen algunos espacios para el voluntariado incluso en realidades como la cubana, pues el voluntariado es un tema muy ligado a la libertad personal que todos tenemos y a la fuerza de lo pequeño, de modo que resulta casi imposible para cualquier sistema de gobierno controlar las pequeñas iniciativas que desde nuestros círculos de incidencia puedan transformar la realidad. No debemos pretender cambiar el mundo en realidades como la cubana, sino cambiar la realidad que nos rodea, la gente que nos rodea, las relaciones humanas en el ambiente en que nos desenvolvemos, y esto puede representar un invaluable cambio para muchas personas y para nosotros mismos. En este sentido, resulta alentador ver que a pesar de las adversidades que plantea nuestra realidad cotidiana, algunas iglesias y organizaciones del tercer sector, o ciudadanos a partir de su iniciativa individual como demostró el caso del tronado en la Habana en enero pasado, se autoconvocan y salen al encuentro de los necesitados. Incluso en nuestra realidad, desde una posición de no reconocimiento legal, es posible incidir positivamente en la vida de miles de personas y en el presente y futuro de la nación mediante el voluntariado. ¡Hagámoslo!
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.