Necesitamos mirarnos con ojos limpios

Viernes de Rosalia

Mirar a las personas alrededor de nosotros con ojos limpios puede ser difícil, dependiendo del momento, lugar o espacio donde nos encontremos. Muchas veces hacemos evaluaciones erróneas de ellas. Las apariencias, estatus social, estilo de vida, nivel cultural, no deben ser un indicador dominante a la hora de definir a una persona, si bien queda claro que estos indicadores en algunos momentos dejan mucho que pensar, no son absolutos. Como dice el dicho: “las apariencias engañan”.

Lo más importante es entender que todos los seres humanos somos iguales, aún en las diferencias naturales con las que cada ser nace. A su vez, creo que cada ser humano es único y especial, vernos unos a otros de un modo sagrado, respetuoso, humilde, con cierta sensibilidad y amor, hace que la convivencia pacífica reine, y que el rencor, rabia, odio, dolor, no nos desgaste por dentro.

Los seres humanos por naturaleza somos imperfectos, llenos de defectos y virtudes que se pueden moldear siempre que el individuo se lo proponga. Muchas veces suceden cosas en nuestra vida que se valoran gravemente, y no son más que bobadas, que con un simple entendimiento tienen una solución feliz.

He comenzado esta reflexión porque siento que muchas personas no se valoran entre ellas con el debido respeto, consideración y amor con el que debieran tratarse. Se grita, cuando se debería hablar; se ataca verbalmente, cuando se puede ser fuerte y contundente con las palabras más correctas; se ataca físicamente, sin pensar en lo que esta actitud puede desencadenar.

En Cuba, necesitamos rescatar ese respeto y consideración que hemos perdido por el prójimo. Este problema no solo está dado en las nuevas generaciones, sino también en las más viejas. Estas faltas han traido consigo desde los problemas más simples a los más complejos. Nuestra sociedad, así como otras, están necesitadas de una reconciliación espiritual y de una inyección de amor a los otros seres humanos, sin importar su credo, raza o ideología.

Hacer la paz es mucho más difícil que hacer la guerra, por eso cuesta tanto redimirnos, evaluarnos, entendernos y ponernos en el lugar del otro. Discriminar no es sano. Intentemos ver los colores diversos de la vida sin lupa, intentemos verlos con el corazón y la emoción de sentirnos mejores cada día.

 


  • Rosalia Viñas Lazo (Pinar del Río, 1989).
  • Miembro del Consejo de Dirección del CEC.

 

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