Racionar la venta de productos ha sido una medida recurrente en Cuba desde hace 60 años. Cuando se agudiza la escasez, la primera medida que se toma, por lo general, es racionar. Desde la “tarjeta” de productos industriales (para adquirir determinada cantidad de ropa, calzado, artículos de ferretería, etc. y que pocos recuerdan ya), pasando por la famosa tarjeta de racionamiento de la “bodega”, para adquirir productos, en su mayoría alimenticios, a precios subsidiados, que todavía funciona, hasta el llamado “tarjetón” para adquirir medicamentos, han sido instrumentos de racionamiento a los que nos hemos acostumbrado.
La situación de crisis ha provocado que el racionamiento se extienda a productos de altos precios, cuya demanda ha crecido como resultado de las expectativas de su falta en el mercado. En la actualidad, esto se traduce en que, productos que salieron al mercado, sin subsidio estatal, a altos precios y, por tanto, con la etiqueta de “liberados”, solo puedan adquirirse en pequeñas cantidades. La “pasión” por hacer cumplir las reglas del racionamiento, ha llevado a algunas administraciones de mercados, a solicitar el documento de identidad en cada compra, para asegurar que la persona solo compre una sola vez en el día.
Está claro que en situaciones de crisis, el racionamiento asegura el máximo de justicia posible. Todos alcanzan una parte del producto, aunque sea pequeña. Si hay poco, a todos nos toca poco, puede ser una máxima bastante justa. Pero lo preocupante del racionamiento son sus consecuencias cuando deja de ser una solución puntual, temporal, para convertirse en algo cotidiano, en costumbre de un sistema económico.
¿Cuáles son las consecuencias negativas del racionamiento como solución que se repite?
1. Establece la solidaridad por ley: Nadie duda de que la solidaridad es un valor humano que hace la convivencia más agradable y embellece nuestras relaciones sociales. La solidaridad concreta, de la mejor manera, la dimensión social de la persona. Pero, como todo valor, necesita ser vivido en conciencia. Cuando la solidaridad se “legaliza”, convierte en imposición lo que pudo ser vivido por amor. Y eso tergiversa la esencia misma del valor. La sociedadentiendequedebecompartirporleyynopor humanidad o por hermandad.
Si bien es cierto que hay situaciones en que es preciso “imponer” reglas para asegurar el compartir lo más justo posible, no es saludable para una economía o sociedad en general, que este sea el actuar cotidiano durante tantos años. Que racionar sea la solución ante cada crisis, maleduca. Y las molestias que ocasiona la escasez se intensifican y se convierten en una lucha contra los otros.
2. Exige un control extraordinario: Controlar es necesario para el buen funcionamiento de la economía. Pero, si encima de los controles cotidianos, especialmente en una economía sumamente centralizada, se le agrega el control necesario para el racionamiento, entonces la situación empeora. Los administradores deben asegurarse de que nadie obtenga por encima de lo estipulado en cada compra y que los vendedores no privilegien a nadie sobre los demás. Es una carga adicional de responsabilidad y agobio.
3. Abre la brecha para el aumento de la corrupción: Cada vez que algo está prohibido, exacerba los deseos de violarlo. Racionar, amplía la brecha que estimula la corrupción y el tráfico de influencias. Cada ciudadano con acceso a productos racionados, tiene la posibilidad de corromperse, violando el racionamiento y obteniendo ganancias que nada se corresponden con su trabajo y esfuerzo, sino con su disposición a arriesgarse a ser acusado y enjuiciado por un delito económico, cuya sanción a muy pocos les parecerá justa, pues es difícil que en nuestras conciencias, despachar cuatro panes en vez de tres (por ejemplo), sea un acto punible.
4. Disfraza la demanda: ante la expectativa de la escasez, la gente compra aun lo que no necesita. Cuando un producto está racionado, la tendencia es comprar lo que “nos toca”, aunque no lo necesitemos. El razonamiento de los consumidores es “Si está racionado es porque es escaso y si ahora no nos hace falta, quizás en un futuro…” Entonces, la demanda se tergiversa, se vuelve confusa, lo que no es bueno para la economía y sus planes y números.
5. Se amplía el concepto de acaparamiento: Cualquier compra puede ser catalogada de acaparamiento. Y esto es peligroso en una sociedad donde “acaparar” es un delito. Por otra parte, se desarrolla una conciencia errónea de que el problema de la escasez es que algunos quieren acaparar llevándoselo todo y luego venderlo a un precio superior, enmascarando el verdadero problema: la falta de eficiencia en la administración de los recursos, que no permite que se produzca lo necesario en la cantidad y calidad requerida.
El racionamiento, sin dudas es una solución a la escasez, pero no es ni la única, ni la mejor. Después de décadas sin liberar el mercado, es tiempo de comprender que, la planificación centralizada no ha dado resultados de eficiencia económica. Racionar productos, que ya estaban en el mercado libre, es un retroceso.
Racionar puede ser una solución temporal, pero mientras se comparten los recursos escasos, es necesario buscar una solución sostenible para que el sistema económico funcione, y genere los recursos necesarios para satisfacer cada vez mejor la demanda.
Los cubanos estamos dispuestos a trabajar por esa solución. Necesitamos que el Estado se decida a abrir los espacios necesarios para que los ciudadanos protagonicemos la gestión económica y dejemos de jugar roles secundarios. El derecho a la iniciativa económica fue sacrificado en aras de una justicia económica que no ha sido posible con el sistema centralizado de economía. Independientemente de que hayamos sufrido las consecuencias de medidas restrictivas y cambios de política en otros países, es evidente que el sistema económico cubano de los últimos 60 años, no ha logrado la eficiencia necesaria, teniendo en cuenta que también hemos contado con ayudas cuantiosas e importantes, que no hemos sabido administrar.
No podemos aceptar con beneplácito el racionamiento como solución sin agotar todos nuestros esfuerzos en pos de una economía eficiente y con un crecimiento sostenible. Falta por probar como solución apostar por los cubanos como inversionistas.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia.
Reside en Pinar del Río.