Lo más civilizado que hace actualmente la humanidad es intentar, cada vez más, solucionar conflictos mediante el diálogo. El diálogo es la herramienta más humana y eficiente para resolver situaciones de tensión.
Los conflictos políticos que vivimos actualmente en la región, nos deben hacer pensar en lo importante de aprovechar conscientemente, los momentos en que las partes en conflicto se disponen a dialogar. Un diálogo solo es posible cuando todas las partes se ponen de acuerdo y están dispuestas a poner sus cartas sobre la mesa y a ceder y a aceptar, a conversar y a escuchar. La parte, supuestamente más débil, debe encontrar métodos de presión para que la parte, aparentemente más fuerte, se vea obligada a conversar. Pero una vez dispuestos a hacerlo, el poder de la partes debe igualarse, o el diálogo no es verdadero diálogo. Ya sabemos que en un diálogo no se pretende complacer a nadie. Todos tendrán que ceder algo.
Es difícil encontrar argumentos razonables en contra del diálogo como mejor solución a un conflicto. Sobre todo por el hecho de que la alternativa, es la violencia. Si se desaprovechan las oportunidades de dialogar, pueden provocarse situaciones violentas, porque los conflictos latentes, en algún momento, salen a la luz y si no se resuelven con diálogo, se intentan resolver con violencia.
Generalmente, quien quiere violencia, no es porque no prefiera el diálogo, sino porque no cree en su efectividad para superar los problemas que lo afectan. Es el principal problema de conflictos como el que ahora afecta a Venezuela. ¿Qué puede provocar la pérdida de confianza en el diálogo como solución?
Primeramente, las ocasiones en que el diálogo se usa como método de entretenimiento o dilación del conflicto, por alguna de las partes involucradas hace que las demás partes dejan de creer en él. Si una de las partes va al diálogo sin disposición de ceder nada, por considerar que está en una posición muy fuerte, en el momento en que esto se hace evidente, las demás partes dejan de creer en la solución dialogada. Que se haga difícil el entendimiento, porque alguna parte haya renunciado a la lógica y no acepte argumentos razonables para cambiar, parapetándose en posiciones infranqueables, perjudica el diálogo.
No obstante, todo puede ser superado mientras no se traspasa el momento en que el diálogo todavía es posible. Lo más importante es que se recurra a la solución pacífica del conflicto, cuando todavía todas las partes tienen recursos que negociar. Si se pasa a un estado en que cualquiera de las partes renuncia, dejando de conformarse con cualquier ofrecimiento de la otra parte que no sea radical o total, es muy difícil retomar el camino de la conversación negociada para salir de un conflicto.
A lo mejor, la actual situación de Venezuela hubiera podido evitarse, si el diálogo que se propone ahora y no es aceptado por la oposición, hubiera tenido lugar tiempo atrás, sin condiciones y actuaciones que lo hicieron parecer inútil. Las partes en conflicto no pueden caer en el error de desaprovechar los momentos en los que el diálogo es posible. Es un error pensar que siempre el “fuerte” tendrá la oportunidad de negociar. Es inteligente reconocer que, a veces, es el adversario, que se consideraba “débil”, quien escoge la forma de solucionar el conflicto.
El diálogo verdadero, es la mejor solución para una tensión. Pero, como todo, tiene su momento.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.