El trabajo humano, honrado y digno, es fuente de desarrollo personal y social. Es origen de la prosperidad, el progreso y la calidad de vida del ciudadano y de la nación. Jesucristo nos dice en la Biblia: “El que trabaja merece su salario” (Lucas 10, 7). Entonces existe una estrecha relación entre trabajo, salario y desarrollo humano.
En Cuba, sin embargo, existe una enorme brecha entre el trabajo honrado y el salario devengado. Es cada vez más grave la insuficiencia del salario con relación a los altos costos de la vida. La dualidad monetaria empeora este quebranto de la justicia social que es, por definición constitucional, el modelo al que debíamos aspirar. No hay justicia social sin salario digno y suficiente.
Algo anda muy mal en un país donde se recibe el salario en una moneda y se pagan los bienes y servicios en otra, 25 veces mayor. Y esto no es responsabilidad de los ciudadanos, sino del modelo económico impuesto por el Estado: un modelo que no funciona, ni ha funcionado por 60 años, que es toda una vida. Perseverar en este error es peor que haber caído en él. Reincidir en este modelo económico cuando se está redactando una nueva Constitución de la República es ir directamente contra la justicia social, la prosperidad y la sostenibilidad que el mismo texto propuesto define como la concepción de la República.
La economía es una ciencia social y debe ponerse al servicio de las personas, no usar a estas como objetos para probar y probar modelos. No se puede experimentar con seres humanos. No se puede supeditar la calidad de vida, el progreso personal y el paso del tiempo, que es limitado para cada ciudadano, al mantenimiento de un modelo para blindar un sistema político que se supone debe propiciar la felicidad y el progreso de las personas.
Salario y deterioro social
El salario en Cuba es insuficiente e injusto. Se argumenta con razón que no se puede ni se debe aumentar los salarios sin un respaldo de productividad. No se puede redistribuir la riqueza, ni retribuir el trabajo, si el modelo de propiedad estatal, y de economía centralizada, ni crea riquezas, ni libera las fuerzas productivas del país. Estas fuerzas vivas están encadenadas por una lista de oficios medievales que debe desaparecer, lo que imposibilita ejercer cualquiera de las profesiones civiles y honradas. A su vez, esto provoca un éxodo masivo de profesionales hacia oficios menores o hacia la migración imparable. Lo que propone el nuevo texto constitucional, relacionado con el modelo económico, no libera esas fuerzas productivas, no conduce a la libertad de empresa, ni a un modelo eficiente, ni a la creación de riqueza y de puestos de trabajo que sustenten un modesto nivel de justicia social.
El deterioro social creciente, vertiginoso, y visible por todos, es un signo de esta realidad innegable. El discurso va por un lado y la realidad va por otro. Los planes y aspiraciones, las conceptualizaciones y visiones no se corresponden a las reformas que se deben hacer.
La corrupción, el mercado negro, el robo cotidiano llamado “resolver”, son otros signos visibles de lo fallido del modelo económico, de la minusvaloración del trabajo y de la insuficiencia radical del salario. La historia de la humanidad y nuestra propia experiencia nacional demuestran fehacientemente que estas lacras y vicios sociales no se erradican en profundidad con inspecciones avisadas, con controles planificados, con visitas cosméticas. Todo se prepara como en una obra de teatro, la raíz del problema no se reforma y es responsabilidad de los mismos que visitan, controlan y dirigen la inspección. Taponar tantos salideros sin poner tuberías nuevas y hacer nuevo el “sistema de distribución hidráulico” es, por lo menos, dilatar la gravedad del problema.
Tampoco se resuelve la corrupción y el robo solo con medidas punitivas. Tal como está la lucha por la subsistencia, el deterioro moral, la falta de educación ética y cívica, por este camino de castigos y escarmientos habría que despedir y encarcelar a medio pueblo, para ser conservadores en la cifra. La delación, el miedo a que “te cojan”, las amenazas y las campañas de escarmiento son solo viejos parches para viejos problemas en la profundidad del modelo.
Entonces, ¿dónde están las soluciones y las propuestas eficaces y duraderas?
En nuestra opinión, y teniendo en cuenta la experiencia de otras muchas naciones muy diferentes, para solucionar de raíz la corrupción, el mercado negro, el acaparamiento, las colas y sus vicios, es necesario cambiar el modelo económico estructuralmente, y las señales que validan estos cambios serían, entre otras:
1. Liberar las fuerzas productivas eliminando todas las trabas, listas y prohibiciones innecesarias que bloqueen la iniciativa de los ciudadanos cubanos y su carácter marcadamente emprendedor.
2. Establecer la propiedad privada y cooperativa de verdad, y un sistema tributario proporcional y justo.
3. Legalizar la libertad de empresa, la libertad de inversión y la libertad de importación- exportación para todos los cubanos.
4. Respetar las leyes del mercado y establecer subsidiariamente las regulaciones sociales que garanticen una justicia y seguridad social para los sectores más vulnerables.
5. Fomentar todas las iniciativas ciudadanas e institucionales que ofrezcan educación ética y cívica en la familia, en la escuela, en las iglesias, en la sociedad civil.
6. Incluir en nuestra Constitución los derechos y deberes laborales, internacionalmente reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
7. Establecer un ordenamiento salarial mínimo, suficiente, justo y proporcional con los niveles de productividad y el coste de la vida.
No es sencillo, pero se sabe cuáles son los caminos para avanzar con agilidad y profundidad hacia una mayor dignidad del trabajo, hacia una mayor y sustentable productividad, que conducirían a la posibilidad de recibir salarios suficientes y proporcionales con el trabajo y, por tanto, a un nivel de vida decoroso, próspero y feliz.
Este es el momento de hacerlo, cuando estamos enfrascados en un debate público acerca de la redacción de un nuevo texto constitucional que se supone sea el modelo de la República que queremos ser y hacer.
Luego será demasiado tarde.
Pinar del Río, 10 de noviembre de 2018.