El debate sobre la desigualdad en Cuba poco a poco toma más fuerza y ocupa mayores espacios, entre otros motivos por ser la desigualdad uno de los males que se hace notar con el sector privado que se ha venido fortaleciendo después de los años 90s. También está la paranoia constante del discurso oficial respecto a no volver a ser un país capitalista donde las desigualdades son el pan de cada día, y pasando por alto la realidad constatada de que en la Cuba revolucionaria del último medio siglo también existen, realidad que demuestra claramente que la desigualdad social y económica no es un fenómeno exclusivo del capitalismo, sino que se hace presente en cualquier sistema que genere injusticias.
El debate sobre lo que significa e implica la desigualdad también es amplio en el mundo académico. Sin analizar esta cuestión en profundidad podríamos definirla como las disparidades sociales y económicas vigentes en una sociedad determinada; las que no se reducen a los niveles de ingreso, sino que implican muchos otros factores políticos y sociales, y al mismo tiempo generan o son resultado de condiciones injustas. Las desigualdades también existen porque todos los seres humanos somos diversos, tenemos diferentes experiencias de vida, aspiraciones y acceso a oportunidades para hacer realidad o no esas aspiraciones.
En la Cuba de hoy, se puede percibir con facilidad desigualdades en los niveles de ingreso, con una mayoría de la fuerza laboral que trabaja por un salario medio de 30,6 CUC mensuales por un lado y por otro, un pequeño porcentaje de la fuerza laboral -inferior al 10%- que trabaja directamente con el turismo o empresas con capital extranjero. Al respecto un sencillo cálculo matemático arrojaría que cuando menos, los segundos ganan cuatro o cinco veces un salario medio; también podríamos hablar de desigualdades raciales con un predominio de personas negras en los barrios más pobres y personas blancas en los barrios más ricos; o desigualdad de oportunidades al comparar los niveles y calidad de vida en diferentes territorios del país, o dentro de un mismo territorio la existencia de “élites” que acceden a recursos, posiciones, derechos a los que otros no tienen igual acceso. Existen algunos estudios académicos que avalan la existencia de estas y otras desigualdades en Cuba, no obstante, las disparidades que he mencionado pueden ser apreciadas fácilmente si salimos a la calle con los ojos bien abiertos a conversar con la gente y tratar de entender la realidad que se vive.
¿Cómo superar las desigualdades?
Hay una igualdad básica que debe ser reconocida siempre y en cualquier realidad: y es el respeto irrestricto a la dignidad plena del ser humano, lo que implica automáticamente el respeto y promoción de las libertades básicas y fundamentales, como paso primero para garantizar igualdad de oportunidades y de ese modo hacer frente a las desigualdades. Sin embargo, esta propia dignidad y autenticidad que cada ser humano posee nos hace ser diferentes, tener comportamientos diferentes frente a las realidades que se presentan y por supuesto, resultados diferentes. Combatir las desigualdades implica reconocer en primer lugar esta realidad innegable, y dejar a un lado las infantiles ideas de igualitarismo con las que se ha pretendido que todos en una sociedad sean iguales, ganen lo mismo y se comporten de la misma forma. De este modo, se deben establecer como prioridad para combatir la desigualdad los esfuerzos encaminados a garantizar igualdad de oportunidades y ante la ley para todos y cada uno de los ciudadanos, y no una falsa igualdad de resultados donde se limitan las libertades y capacidades de los seres humanos para que unos y otros tengan lo mismo.
Por otro lado, una verdadera apertura económica representa una eficaz herramienta para combatir las desigualdades. Medidas como ampliar el empleo privado, respetar y promover la propiedad privada, incrementar salarios en el sector estatal de la economía, promover las inversiones, generar incentivos económicos para hacer funcionar la economía con métodos horizontales y no mediante la coerción; que siempre genera injusticias y corrupción, legalizar y promover las relaciones monetario-mercantiles, liberar las fuerzas productivas. En el mundo actual, negarse a la existencia del libre mercado como medio para generar riquezas y progreso económico, sería un absurdo enorme. Incluso países “comunistas” como Vietnam y China reconocen la importancia del libre mercado, también como medio para combatir las desigualdades a pesar de que para ello sea necesario establecer determinados límites y reglas que garanticen un sano funcionamiento del mismo.
El Estado, finalmente, ha de garantizar políticas públicas subsidiarias encaminadas a sanar los problemas causados por las llamadas externalidades del mercado, una intervención estatal moderada y alejada de cualquier tipo de asistencialismo o populismo. Una intervención proactiva que combata la pobreza, las desigualdades económicas y sociales; que regule al mercado, sin ahogar la iniciativa privada y las libertades económicas, un Estado además que responda a los intereses de los ciudadanos mediante mecanismos democráticos de participación donde la sociedad civil es protagonista sobre este y sobre el mercado.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
Licenciado en Economía.