Recientemente se ha modificado el paquete de medidas que regulará el trabajo por cuenta propia. La autorización a ejercer más de una actividad, eliminar el límite de 50 capacidades para los servicios gastronómicos, disminución a dos cuotas mensuales el saldo mínimo requerido en las cuentas fiscales y aumentar hasta 35 por ciento el monto en efectivo que se puede retener en carácter de fondo en dichas cuentas.
Esto, en el contexto en el que también hubo cambios en la puesta en vigor del decreto 349 y de las regulaciones específicas para los taxistas.
Es justo decir que, esta rectificación se la debemos a muchos que, aunque no confiaron en que su opinión fuera escuchada, la ofrecieron valiente y comprometidamente, en contraste con otros que solo pensaron en cómo seguir solucionando su problema particular, en el nuevo escenario o se dejaron llevar por la desconfianza en ser escuchados. No podemos distinguir un grupo de personas que expresara su opinión creyendo ser escuchados. La opinión más generalizada es de desconfianza en que, la opinión de este grupo de la sociedad civil que son los pequeños empresarios, cambiara en algo las disposiciones anunciadas. Y no es una desconfianza basada en prejuicios o suposiciones, sino basada en la experiencia de 67 años de falta de oportunidad para participar abiertamente, sin censura, en las decisiones del país.
Sin embargo, sucedió. ¿Qué es lo que ha provocado una reacción tan evidente del gobierno ante la opinión del pueblo?
A lo mejor, la voz de cuentapropistas, y la población que se beneficia con sus servicios, en contra del freno a los negocios privados, ha logrado convencer a los responsables de que, las regulaciones generarían una disminución de la oferta en el mercado y de la competencia, por tanto, un aumento de precios y una disminución de la calidad. Finalmente los más afectados serán los menos favorecidos, lo que contrasta con el carácter socialista del modelo económico.
A lo mejor, la situación de agravamiento de la crisis económica en Cuba, ha hecho considerar a los responsables, que tendrán que volver a apoyarse en el trabajo por cuenta propia, para aliviar la situación.
A lo mejor, es que esta vez, hemos hablado lo suficientemente alto y claro como para que un Estado, que muchas veces no ha querido escuchar, lo haya hecho.
Lo cierto es que muchos cubanos expresaron su inconformidad y se cambiaron las regulaciones al trabajo por cuenta propia.
Para los que solo aceptan el cambio total, este cambio puede parecer insignificante. El cambio que necesita el trabajo por cuenta propia es, esencial y definitivamente, ser sustituido por el negocio privado con fuerzas productivas libres. Solo la economía de mercado ha demostrado ser lo eficiente que hace falta para hacer cada vez más justicia social. Y eso es lo que Cuba necesita. Pero sería injusto dejar de reconocer cada pequeño cambio, con tal de que sea hacia delante en la liberación de la economía y en pos de mayor democracia. Y mucho más injusto, si, esos cambios se producen como resultado de la participación ciudadana, por tímida que esta sea. Callados, sí podemos asegurar que no seremos escuchados. Negados a decir nuestra opinión y censurándonos nosotros mismos, no tendremos posibilidades.
Lo más importante para nosotros es pensar qué fue lo que ahora hicimos bien. Si el Estado escuchó, es necesario determinar cómo, cuándo y por qué lo escuchó. Eso nos dará la clave para otras ocasiones.
Por otra parte, es muy saludable que el gobierno escuche y actúe según escuche. Hacer oídos sordos puede hacer que algunos quieran gritar fuerte, provocando un ruido que puede perjudicarnos a todos. Enhorabuena por las rectificaciones.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.