Mañana 20 de noviembre celebraremos el 230 aniversario del nacimiento del Padre Félix Varela y Morales, uno de los fundadores de la nación cubana, el primero que habló de independencia y aquel que “nos enseñó primero en pensar”. Cuba se fundó sobre dos columnas raigales: Varela y Martí. Sobre sus vidas, obras y enseñanzas se ha edificado nuestra República.
Ahora que es una necesidad histórica insoslayable el cambio estructural en Cuba no debemos buscar en otras fuentes inspiradoras ni en otros paradigmas que sean contrarios al proyecto de nación de Varela y Martí. Manipular los modelos de vida, retorcer las enseñanzas de nuestros padres fundadores es como intentar remover los cimientos y columnas de nuestra casa. Sin duda alguna, si esto ocurriera la “casa” se vendría abajo por falta de consistencia.
Han pasado ya muchos años y otros tantos experimentos, “rectificación de errores” “actualizaciones”, sin resolver el problema de fondo para que hagamos hoy lo que no debemos dejar para mañana, es un deber cívico y un derecho de todos. Los cubanos y cubanas hemos llegado ya a la certeza de que este modelo económico y político no funciona. Usar remedios leves para una enfermedad crónica es, no solo un absurdo, sino también un engaño y una burla a la inteligencia de nuestro pueblo. Tratar de alargar los cambios estructurales solo trae mayores sufrimientos para la gente y la falta de credibilidad en las autoridades responsables.
Deseo recordar, en este momento crucial y grave de nuestra historia, aquel llamado de alerta que proclamara el Padre Félix Varela con su lenguaje criollo y su decir sin igual:
“Cuando la patria peligra y la indolencia sensible de unos y la execrable perfidia de otros hacen que el pueblo duerma y vaya aproximándose a pasos gigantescos a un precipicio… ¿será imprudencia levantar la voz y advertir el peligro?… Esa será la prudencia de los débiles, mi corazón la desconoce.” (Varela, F. El Habanero. II, 239).
Podríamos sinceramente preguntarnos a nosotros mismos en qué grupo de ciudadanos estamos:
¿Somos indolentes ante todo lo que está pasando en Cuba, esa indolencia nace de un “sálvese el que pueda”?
¿Somos pérfidos a sabiendas de la gravedad de la situación y nos aferramos a dogmas, poder o empecinamientos?
¿Seremos de aquellos que tildan de imprudencia todo lo que roce la política y cuestione la gestión cotidiana del país? Recordemos que Varela llama a esa falsa postura “la prudencia de los débiles”, que en ocasiones paraliza y descalifica a los que se arriesgan a hacer el llamado de alerta, no como queja inútil sino como despertador de conciencias.
Otra enseñanza criollísima del Padre Varela, es de una claridad y oportunidad impresionantes:
“¡Qué fácil de recursos es el miedo: Si la casa de un amigo arde, ¿sería prudencia y amistad no despertarlo mientras duerme?… y a los que siempre andan diciendo: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Es preciso ponérselo?… Fórmese la opinión y basta… y perciba todo el mundo que los ánimos están de acuerdo y entonces… ¡Gato escaldado, del agua fría huye!” (Varela, F. El Habanero. II, 239).
Esta es quizá la pregunta que más paraliza y desanima a los que nos preocupamos por la situación de nuestro País. Incluso hay personas que ante la constatación de la realidad que vivimos, te dicen que aceptan ese diagnóstico e incluso concuerdan en algunas soluciones propuestas, pero terminan con ese demoledor y desesperante: Pero, “¿quién le pone el cascabel al gato?”
Por esto pareciera entenderse que la solución estuviera en acciones drásticas, puntuales, violentas y radicales, lo que hace todavía más inviable e imposible la solución de la crisis. Sin embargo, el Padre Varela nos da otra respuesta mucho más realista, pacífica y realizable:
- Crear y formar el estado de opinión sobre la gravedad de lo que pasa. En esto la labor periodística, de las redes, de los análisis de la realidad en pequeños grupos, de las tertulias de amigos, de las peñas culturales, de los think tanks, de los grupos de amigos, es de importancia capital. El aporte de Domingo del Monte, de El Habanero, de Patria, de la sociedad Económica de Amigos del País, del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, entre otros, contribuyeron con su labor concienciadora a formar ciudadanos, aprender a pensar con cabeza propia y crear opinión pública.
- Crear consensos de modo que “perciba todo el mundo que los ánimos están de acuerdo”, que no significa la uniformidad de criterios o la unanimidad en todo. Se trata de “concordia de ánimos”, lo que significa que nos animemos mutuamente, ayudándonos a “percibir” la realidad y a poder articular propuestas de consenso aceptables por la mayoría y respetadas por las minorías.
El “santo cubano”, como le llamara José Martí al visitar su tumba, no complica más este grave asunto.
Hoy, a 230 años de su nacimiento en la Calle del Obispo, entre Villegas y Aguacate en La Habana Vieja, el clamor de Varela resuena con mayor urgencia, y también con nuevos matices. Invito a dejarnos interpelar, libre y responsablemente, por este grito del Padre fundador de nuestra cultura y nacionalidad, y a que nos hagamos eco amistoso y apremiante de esta clarinada.
Y, despertemos de este letargo que dura ya 60 años, no para la violencia, no para la confrontación fratricida, sino para conjuntar esfuerzos y conciliar sueños que lleven a Cuba a prosperidad y la felicidad que merece.
Es urgente, apagar fuegos, sosegar espíritus y levantar puentes, porque como decía Varela, “la casa arde” que traducido al lenguaje popular de hoy significa que “la cosa está en candela”.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.