La libertad de expresión sigue siendo hoy en Cuba uno de los derechos humanos vulnerados y silenciados para los cubanos. Ese derecho esencial para el hombre y los pueblos ha quedado resumido en la Isla durante muchos años en mudez y miedo. A lo largo de estos 60 años han habido muchos valientes que han alzado la voz y han defendido el derecho en pensar y opinar libremente, por convicción y anhelo de que todos quepamos sin exclusiones aun en las diferencias. Hoy, ya no son pocos los que alzan la voz, sino muchos hijos de esta tierra que demanda a gritos libertad y reconciliación.
La transición de opinión e inconformidad de los cubanos se ha ido dando de manera parsimoniosa, pero cada día que pasa regala nuevos frutos. Pasamos de conversar en casa en tono muy bajo con temor a que otros escuchen lo que pensamos, a decirlo a puertas y ventanas abiertas. Más tarde las charlas se extendían a amigos, vecinos y compañeros de trabajo con mucha discreción. Siguió la queja en zonas públicas como paradas de ómnibus, colas en tiendas y bodegas, en plenas carreteras y hasta con desconocidos. Actualmente los cubanos se expresan con mayor autonomía y no solo efectúan quejas, sino comparten posibles soluciones para las grandes problemáticas que nos aquejan.
Internet ha abierto una puerta y una oportunidad para el pueblo cubano. Nos ha brindado un espacio de liberación, expansión y visibilidad ante el mundo y ante nuestros coterráneos. Las redes sociales viralizan opiniones de reconocidos artistas, ya sean actores, músicos, pintores, dramaturgos, también comparte el sentir de periodistas, deportistas, médicos, ciudadanos de a pie que sienten que si no dicen lo que opinan revientan. Para muchos de nosotros estas opiniones son expresadas por referentes a lo largo de su vida y por personalidades respetadas y admiradas, lo cual nos ayuda a sentirnos mas seguros de nuestros pensamientos y a descartar los miedos que aprisionan nuestro sentir.
Abrir al diálogo de manera pacífica y civilizada, sin exclusiones, sin pretextos, con humildad y poniendo el bienestar, la seguridad y el respeto del ser humano por encima de todo, puede hacer esto posible. Alcanzar la libertad, la concordia y el bienestar que tanto hemos anhelado depende de todos.
Hagamos que valga la pena.