Quiero compartir con ustedes mi experiencia sobre la peregrinación que he hecho a lugares de san Juan Pablo II en su tierra natal, Polonia. Primeramente asistí a su casa natal en Wadowice, Cracovia. La plaza del pueblo era un hervidero de peregrinos. Unos entraban a la casa de los Wojtyla justo al lado de la iglesia parroquial, en la que se conserva la pila bautismal donde se hizo cristiano el niño Karol a los 11 meses de nacido. Otros se apresuraban para entrar a la iglesia y participar en la Misa que se celebra a cada hora. Algunos preparaban, justo al frente del Templo, un enorme escenario en cuyo frente decía: “Gran Concierto por los 40 años de la elección del Papa Juan Pablo II.”
Por fin, pudimos entrar en su casa natal que hoy es un moderno museo dedicado al Papa polaco. El joven guía, con emocionadas palabras en español, nos condujo hasta la niñez de Karol, su familia y los primeros pasos en su fe, mientras recorríamos la segunda planta conformada por solo tres espacios pequeños: sala- capilla familiar, dormitorio y cocina. En la mesa del comedor, en el lugar donde se sentaba el futuro Papa, el niño veía a través de la ventana, la pared lateral de la iglesia en la que hay un gran reloj de sol con esta inscripción: “El tiempo pasa, la eternidad nos espera”. Esta fue una de sus meditaciones recurrentes.
De tal forma que, al final del museo, en la sala dedicada a sus últimos momentos de vida, colocaron una réplica de ese reloj de sol, y debajo, un reloj que estaba en el cuarto del apartamento pontificio donde falleció el Papa, y que alguien detuvo para siempre a la hora exacta en que el Pontífice entró en la eternidad que le esperaba desde niño.
En la sala de los viajes papales había en el piso un cristal en forma de camino con unas urnas transparentes debajo, que contenían tierra de países que el Santo Padre visitó. No estaba la tierra de Cuba. Me comprometí a llevarla en la próxima oportunidad, tal como en su día llevé una bandera cubana al Santuario de la Virgen del Monte Claro, Patrona de Polonia.
Al terminar el recorrido escribí en el libro de visitantes: “¡Deo Gratia!”. Ha sido para mí un nuevo encuentro con san Juan Pablo II. Repito, en su casa natal, aquellas, sus memorables palabras en Varsovia: “Renueva la faz de la tierra. ¡De esta tierra!” También la de Cuba”.
Luego entramos en la parroquia, para rezar en el Templo que vio crecer al conocido niño “Lolek” de la mano de su padre. En la tarde, como hizo Wojtyla más de cien veces en su vida, subimos al Santuario de la Virgen del Calvario, frente a cuya imagen milagrosa el propio padre de Lolek, llevó al niño que acababa de quedar huérfano de su madre terrenal, y señalando a la imagen de dijo: “Ahora esta es tu Madre”. Karol recién había hecho su primera comunión, y desde entonces, y hasta siempre, acudió a la Madre de Cristo diciéndole como en su lema Pontificio: “Totus tuo” (Soy todo tuyo).
Después de participar en la Misa dominical, un guía nos condujo hasta la maqueta en la que pudimos apreciar una copia de la ciudad de Jerusalén, construida en los terrenos aledaños al Santuario, con reproducciones a escala de los Santos Lugares por donde pasó Jesús, desde el Pretorio de Pilato hasta el Calvario.
El recorrido del Vía Crucis que se hace el Viernes Santo en este lugar es de alrededor de dos kilómetros. Al volver a los pies de la bendita imagen de la Madre junto a la cruz de su Hijo, frente a la cual celebró el Santo Padre su última Misa en tierra polaca, dijo: “He podido visitar muchos Santuarios Marianos alrededor del mundo, pero este es mi preferido desde niño, y me lo llevo en mi corazón.” También yo, hijo de Cuba y de la Virgen María de la Caridad del Cobre, a los pies de esta Virgen Dolorosa, imploré su intercesión ante su Hijo Jesús para que el Calvario de Cuba termine, y ella nos conduzca a la mañana de la Resurrección.
¡Que así sea pronto!
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.